Claro y contundente, «Sermón de las 7 Palabras» Arquidiócesis de Santo Domingo.
37 min readLa Arquidiócesis de Santo Domingo presentó la tradicional reflexión de viernes santo de las 7 palabras de Cristo en la Cruz, expuesta por 7 sacerdotes elegidos para estos fines.
Cada año un nuevo grupo de sacerdotes lleva adelante la predicación sin que se sepa previamente quienes serán los que harán la reflexión.
Presidió la meditación el Obispo Auxiliar Mons. José Amable Durán de la Vicaría Episcopal Territorial Norte y coordinado por la Vicaría del Clero de la Arquidiócesis de Santo Domingo.
El Sermón de las Siete Palabras, expone cada año la realidad económica, social, cultural, política y religiosa del país según la visión de la Iglesia Católica.
Fue transmitido por una red de radio, televisión y canales digitales entre los que se encontraba nuestros canales oficiales de nuestra agencia de prensa.
Publicamos los textos completos de las 7 palabras predicadas por los sacerdotes:
PRIMERA PALABRA
P. Pelagio Antonio Taveras, CM «Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen» (Lc 23,34) |
—————————————————————————————————————- |
Las últimas palabras de Nuestro Señor en la cruz muestran el desenlace de una vida centrada en hacer la voluntad de Dios Padre y la actitud de los hombres cuando no conocen el plan de salvación de Dios. El Hijo de Dios vino a traer la liberación de los hombres rompiendo las ataduras del pecado. En su propio pueblo no lo aceptaron como Hijo de Dios y rechazaron su oferta, cegados por el afán de poder, de riquezas y placer. Por eso lo crucificaron. Ante la figura de Jesús hubo distintas posturas, unas de acogida, otras de rechazo, otras de dudas y otras de ignorancia. En esa sintonía, cuando Jesús fue sentenciado a muerte y crucificado, tuvo muestras de tolerancia hacia sus verdugos, implorando el perdón al Padre Celestial. La actitud que suscitó mayor tolerancia fue hacia los ignorantes. Por eso dijo: Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen. Pero hacia quien lo traiciono por ambición dijo: “Hay de aquel que entrega al Hijo del Hombre, más le valdría no haber nacido” Jesús dijo en el Capítulo 25 de San Mateo, que todo lo que hagamos a los más humildes a él lo hacemos. Al igual que la sociedad de aquel tiempo, hoy también nosotros no podemos permanecer indiferentes hacia Él, y asumimos posturas similares a ellos por ignorancia. Otros por su ambición y apego al poder, al dinero y el placer y seguimos sentenciándole y crucificándole en el pueblo. El sigue mostrando compasión y misericordia y suplicando al Padre su perdón. Padre perdónales, porque no saben lo que hacen: 1-Cuando quieren quitar a Dios del centro de la vida y poner sus ideologías, sus intereses y sus caprichos. 2-Cuando se le da más atención, cuidado y respeto a la vida de un animal que a la vida de un ser humano. 3-Cuando se le quita la sacralidad al cuerpo humano, que es templo del Espíritu Santo, y se le convierte en sepulcro a través del aborto. 4-Cuando se defrauda la esperanza de todo un pueblo que elige para tener una mejor vida y al contrario se le quitan sus derechos a tener una vida digna. 5-Cuando se confía en el hombre más que en Dios. 6-Cuando se dejan manipular por ideologías e intereses malsanos que explotan la buena voluntad del pueblo sencillo. Hay otros que siguen crucificando a Jesús, pero si saben lo que hacen. Perdónales, Padre, pero si saben lo que hacen: 1-Cuando entregan las riquezas naturales del país a intereses foráneos con contratos amañados. 2-Cuando quieren destruir nuestros recursos naturales basados en intereses ambiciosos (Loma miranda no se negocia). 3- Cuando ofrecen sus servicios de pésima calidad en oficinas públicas, hospitales, escuela, trasporte. 4- Cuando burocratizan excesivamente los trámites para los ciudadanos realizar cualquier papeleo. 5-Cuando se mantiene un caos en el transporte y no se implementa el cumplimiento civilizado de las leyes, convirtiendo las ciudades en selva de cemento y metal. 6-Cuando se permite que todo el que quiera entre al país sin reciprocidad en el trato con otras naciones. 7-Cuando quieren quitarnos los valores que han sostenido la sociedad, como es la familia, el matrimonio y la fe cristiana, respondiendo a una malsana colonización ideológica. 8-Cuando laboran 4 años y se ponen pensiones escandalosas, mientras el obrero de bajo salario, labora 30 años y le ponen una miseria. 9-Cuando se endeuda a la nación y el pueblo no disfruta de esos recursos y tiene que pagarlos con altos impuestos. 10-Cuando el pueblo tiene que pagar combustibles y energía cara, mientras a las grandes empresas se le da gratis. 11-Cuando miles de estudiantes son graduados en las universidades, pero no se crean fuentes de trabajo, desalentando las esperanzas de su talento, obligándolos a emigrar sin poder realizar su vocación. 12- Cuando no se pone control en los medios de comunicación difundiendo material que daña la mente de nuestra juventud y fomenta el morbo. 13-Cuando no se pone control a los que hacen ruido y violentan la paz social de los barrios con música a alto volumen, sin importar que los niños estén estudiando, ni que haya enfermos en las casas. 14-Cuando no se respetan los símbolos patrios, ni se enseña moral cívica a los estudiantes, construyendo una sociedad sin arraigo y sin amor a la patria. 15-Cuando se fomenta los vicios, y no se pone control a lo que hacen los adolescentes y jóvenes, donde hay más bancas de apuestas y licor store que escuelas e institutos. 16-Cuando los hospitales no tienen medicamentos ni equipos adecuados para atender a la gente dignamente. 17-Cuando las calles son invadidas por delincuentes y la gente no puede andar con un celular sin ser asaltado y no se le pone paro a la delincuencia. 18-Cuando se hace como Pilato y la masa inconsciente que absuelven al culpable y condenan al inocente. Padre, perdónales, pero ellos si saben lo que hacen. Padre Pelagio Taveras, C.M. Parroquia San Vicente de Paúl |
SEGUNDA PALABRA
“Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23. 39-43) Queremos estar contigo, Señor… Si Tú nos dejas… |
————————————————————————————————- |
Conmueve ver hoy a Jesús sentenciado en la cruz y acompañado por dos ladrones; y verle dándose hasta el extremo por nosotros, por ti y por mí. Contemplar su donación total, su generosa entrega sin condiciones y sin límites para amar y perdonar, para unir y salvar. La promesa de esperanza dada al ladrón arrepentido. Recuerdo que cuando era niño, (aun creo que hoy sigo con la misma mirada de asombro de aquel niño) con apenas cinco años y por Semana Santa, acompañaba a mis abuelos a todas las procesiones del pueblo pero antes visitábamos la Iglesia, capilla por capilla, Santo por Santo hasta llegar a donde estaba Jesús en la cruz. La escena me estremecía, me conmovía y hasta me producía, lo reconozco ahora un poco de miedo y de dolor. No comprendía bien. Mi abuela siempre con devoción y adoración se acercaba de rodillas ante la cruz, la besaba y con una oración de Padre Nuestro en sus labios oraba con mucho recogimiento. Después acercándose me decía en voz baja, con brillo en sus ojos y con alguna lagrimilla por la emoción del encuentro: “El dio su vida por nosotros. Él siempre está y estará contigo Tomasito, nunca lo olvides”. En aquel momento no comprendía bien el verdadero significado de sus sabias y profundas palabras de fe. Palabras que años después sigo conservando en mi corazón y me siguen acompañando como religioso mercedario, sacerdote y misionero (desde hace más de trece años en República Dominicana, el Paraíso en el Caribe). Un país con hermosas playas de arenas blancas, sus paisajes naturales, sus palmas de coco, su Merengue, su bonita, hospitalaria y alegre gente de fe viva y de gran corazón. Un verdadero paraíso “Marca país” que la corrupción, la desigualdad social y la pandemia del coronavirus lo aleja del Paraíso prometido por Jesús. Contemplar nuestra realidad de hoy tan dividida por la codicia de quienes buscan fáciles ganancias, herida por el egoísmo que amenaza la vida humana y la familia; el egoísmo que continúa provocando desigualdad, injusticia entre nosotros: en la trata de personas, trabajo infantil, matrimonio infantil, el machismo y la violencia intrafamiliar, el tráfico de dogas, la sobreexplotación de los recursos naturales nos hace reflexionar sobre la manera de relacionarnos y encontrarnos entre nosotros. Nos acerca al misterio de la cruz, a un Dios sufriente que siente miedo y angustia. Este misterio nos habla hoy al corazón, porque en este último año son muchas las soledades, distanciamiento que hemos tenido que afrontar y debemos seguir afrontando, mucho el dolor y sufrimiento que no comprendemos, mucha la angustia y la incertidumbre de no saber qué va a pasar. En los que han perdido a un familiar o un ser querido y en los que se han quedado sin empleo. Pero también nos abre a la esperanza de no sabernos abandonados de Dios. A creer, que ese amor como al ladrón arrepentido no le abandonaría ya, pasara lo que pasara. De caer una vez más en la cuenta de que somos seres sociales y necesitamos de otros, y no solo para tener lo básico para sobrevivir, sino para dar identidad, amor y sentido a nuestra propia existencia. De que la vida vale en la medida en que se entrega a los demás… Nos recuerda el Papa Francisco: “Así simplemente «como hizo Jesús»: no sólo viendo sino mirando, no sólo oyendo sino escuchando, no sólo cruzándonos con las personas sino parándonos con ellas, no sólo diciendo «¡Qué pena! ¡Pobre gente!» sino dejándonos llevar por la compasión; «para después acercarse, tocar y decir: “no llores” y dar al menos una gota de vida». En la Cruz de Jesús está todo el amor de Dios, su inmensa misericordia. Es un amor del que podemos fiarnos, creer. Ha transformado la Cruz de ser odio, sufrimiento y derrota en un signo de amor, de esperanza y de vida. Comparte nuestro camino hasta el final. Lo sentimos cercano. No hay en nuestra vida cruz, por pequeña o grande que sea, que Jesús no comparta con nosotros y nos invita a dejarnos contagiar por este amor que nos enseña a mirar siempre al otro con misericordia y amor, sobre todo al que sufre, a quien tiene necesidad de ayuda, a quien espera una palabra o gesto especialmente allí donde hay más sufrimiento, en los niños de la calle, en los hospitales, en las cárceles. Jesús en la Cruz siente todo el peso del mal y con la fuerza del amor de Dios lo vence con la Resurrección. La cruz de Jesús abrazada con amor, nunca conduce a la tristeza. Jesús con la cruz recorre nuestras calles, carga con nuestros miedos, sufrimientos y problemas. Se une al silencio de los que no tienen o no se les da voz, sobre todo los inocentes e indefensos, los niños en situación de calle, las familias que se encuentran en dificultad por la escasez de alimentos y de salud… Él acoge a todos con los brazos abiertos, carga sobre su espalda nuestras cruces y nos dice: “Ánimo! No llevas solo tu cruz. Yo la llevo contigo y yo he vencido a la muerte y he venido a darte esperanza, a darte vida (Jn 3, 16). Él está siempre a nuestro lado, no nos deja nunca solos. Nuestros familiares y amigos que han muerto (algunos de ellos en el último año por el covid) se reunirán un día con nosotros en el lugar que Dios nos tiene preparado. En Jesús encontraremos siempre un corazón abierto que nos perdona, que nos comprende, nos ama y nos pide amar, contagiar, llevar ese mismo amor a cada hermano. Él da siempre el primer paso. Jesús vivió las realidades cotidianas de la gente más sencilla, se conmueve, llora ante el sufrimiento, sufre. Salir de nosotros mismos para ir al encuentro de los de los demás y tenderles la mano. Ir hacia las periferias de la existencia, movernos nosotros en primer lugar, sobre todo aquellos más lejanos, aquellos que son olvidados, que tienen más necesidad de comprensión, de consolación de ayuda. Llevar la presencia viva de Jesús misericordioso y rico de amor. Vivir la fe involucrándonos, arriesgándonos y ensuciándonos las manos en la vida diaria, en la lucha de creer y construir un mundo mejor para todos donde todos vivan dignamente no sobrevivan: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrarse a las propias seguridades” (Papa Francisco) Son muchos los rostros que hoy necesitan de nosotros para ser acompañados. Y un día, como el ladrón arrepentido, veremos que todo esto es cierto. Un día estaremos con Jesús en el paraíso. Tomás García O de M. 2 de Abril de 2021 |
TERCERA PALABRA
P. Luca Burato «He aquí a tu hijo: he aquí a tu Madre» (Jn 19, 26) |
———————————————————————————– |
«Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.» Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.» El evangelista Juan al describir la escena de la crucifixión de Nuestro Señor Jesucristo, presenta a la Santísima Virgen María con el sustantivo de Madre “Junto a la cruz de Jesús estaban su madre” y con el de Mujer citando las mismas palabras de Jesús, que al entregar su madre al discípulo a quien amaba dice “mujer, ahí tienes a tu hijo”, madre y mujer son los dos títulos con el cual el evangelista Juan presenta a la Santísima Virgen María. Todo acontece a los pies de la cruz donde María y el discípulo, que son figura de la iglesia y de la humanidad redimida, contemplan a “Dios y Hombre verdadero” sufriendo injustamente, cargando con la maldad del hombre; pero también contemplan a Aquel que puede “amar hasta el extremo”, a Aquel que va en busca de la oveja perdida desafiando el misterio del mal, a quien puede “amar hasta a los enemigos”, los pecadores, los asesinos y violentos amantes de la guerra y de la división, los pornográficos y placenteros que usan a las personas como objetos, los ávidos de poder y de ambición dispuestos a todo, los falsos y mentiros incapaces de anunciar la verdad y sus valores, los egoísta cómodos mediocres en su vida para sí. En la escena del crucificado está el misterio del mal que a pesar de todo no consigue destruir el Bien, Dios es amor, y la maldad demoníaca que habita en el corazón del hombre, no consigue destruir el Amor, que se difunde a pesar de todo, y más aún incluso crece, como el trigo en medio de la cizaña. Vemos que la cruz, entendida como sufrimiento humano, como dice san Pablo a los corintios, es escándalo para los soberbios y duros de corazón, y locura para los mundanos paganos, pero para todos los hombres que como María y el discípulo amado saben detenerse frente al amor de Dios, es sabiduría de Dios y fuerza de Dios. La cruz como un instrumento de maldición viene a ser el instrumento del amor más grande nunca visto; exactamente lo que el mundo desde siempre rechaza, lo que nadie quiere, lo que nos induce a rechazar a Dios, es lo que nos pone de frente a nuestra realidad de impotencia y de ser limitados, para que nos abramos a esta sabiduría y fuerza que viene de Cristo crucificado; hay una verdad existencial donde el ser humano se juega la felicidad, que es aceptar ser limitado, de ser creatura, ser persona, no omnipotente. María y el discípulo amado están bajo el árbol de la cruz, donde Jesús está mostrándoles que el hombre “de cualquier árbol del jardín puede comer, más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2,16-17). En efecto, en este árbol de la cruz Cristo carga sobre sí el gran engaño de la humanidad, carga sobre sí la muerte ontológica que entró al corazón del hombre al querer ser como Dios y decidir por sí mismo lo que es bueno o malo, como dijo la serpiente a la primera mujer Eva bajo el árbol del bien y del mal “De ninguna manera moriréis. Es que Dios sabe muy bien que el día en que comiérais de él, se abrirán los ojos y seréis como dioses, conocedores del bien y del mal” (Gn 3,4-5), este drama fue y es la causa de que el hombre se enfermara de muerte. Esta escena del Hijo de Dios crucificado injustamente y de la Santísima Madre al pie de la cruz con el discípulo amado, es una diagnosis profunda del ser humano en su interioridad cuando rechaza a Dios, diagnosticamos una enfermedad de espíritu y cuerpo, es la enfermedad que ataca el corazón y que lo embrutece con el mal, y lo peor que pueda pasarle a un ser humano y a una sociedad, y más aún a la humanidad cada vez más globalizada, es la falta de amor a Dios y al prójimo, especialmente al más débil y vulnerable, por eso podemos parafrasear diciendo que: sin los límites amorosos y los No sabios de Dios Creador y Padre, sin los mandamientos de Dios que en nuestro actual lenguaje más que derechos son deberes, somos unos enfermos en amar. Ya nuestro querido papa Francisco en su encíclica “Laudato Si” del 2015 decía: “El hecho es que «el hombre moderno no está preparado para utilizar el poder con acierto», porque el inmenso crecimiento tecnológico no estuvo acompañado de un desarrollo del ser humano en responsabilidad, valores, conciencia. Cada época tiende a desarrollar una escasa autoconciencia de sus propios límites. El ser humano no es plenamente autónomo. Su libertad se enferma cuando se entrega a las fuerzas ciegas del inconsciente, de las necesidades inmediatas, del egoísmo, de la violencia.” (Laudato si n. 105). Nuestro papa Francisco nos recuerda que el hombre si no tiene una ética que le pone límites, si no crece en responsabilidad, valores y conciencia, se enferma y comienza a usar mal su libertad, promoviendo antivalores; en efecto, si Dios dice amor, castidad, donación, el hombre moderno dice poder, sexo libre, tener; si Dios dice vida en todos sus aspectos desde la concepción hasta en las situaciones de enfermedad o discapacidades, el hombre dice muerte, o cultura de la muerte con sus ramas como el aborto, la eutanasia o la eugenesia que no deja espacio a personas como los niños con síndrome de dawn u otros niños que son ángeles de bien para sus familias; Y si Dios dice verdad, o confrontación leal entre ciencia y fe, si dice valores y desarrollo, o deberes y derechos, o respeto de las religiones; el hombre moderno actual dice todo es relativo todo “depende”, dice pensamiento único y dominante, solo derechos, solo ciencia sin moral, solo ateísmo o intolerancia con las religiones; Si Dios dice familia como una unión entre un solo hombre y una sola mujer, si dice perdón y reconciliación, si dice amen los hijos, si dice complementariedad en la diversidad, comunión o comunidad de personas distintas; el hombre moderno dice de frente a las dificultades familiares divorcio, separación o incompatibilidad, dice frente a la natalidad primero carrera, bienes y luego hijos, dice género como una construcción mía, yo me puedo autodefinir con el tiempo a pesar de que la genética o la biología de mi cuerpo contradiga lo que pienso o percibo, dice todos iguales, todos uniformes, dice que las diferencias generan desigualdades, rechazando así el modelo de la misma naturaleza que con los ecosistemas y sus biodiversidades, que funcionan con una perfección única y con orden como si fueran sinfonías, sin que ninguno se sienta excluido o diferente o menor del otro, nos da una lección de cómo tenemos que convivir en la verdad. Bien lo decía Cristo en el evangelio de San Mateo al decirles a los fariseos “Raza de víboras, ¿Cómo podéis vosotros hablar de cosas buenas siendo malos? Porque de lo que reboza el corazón habla la boca. El hombre bueno, del buen tesoro saca cosas buenas y el hombre malo, del tesoro malo saca cosas malas.” (Mt 12,34-35) María es la mujer, la bendita entre las mujeres, y es la madre de Dios, es madre de todos nosotros que intercede ante su Hijo, ella doliente sigue contemplando en su Hijo crucificado como el hombre mata a Dios en su corazón, ella representa nuestra patria, representa a las miles y miles de mujeres y madres que desde aquí y desde el cielo están contemplando como en los corazones de sus hijos se crucifica a la verdad, al amor, a los valores, a Dios mismo. Me recuerda la frase de muchas madres, me recuerda la constitución de nuestra madre patria, al decir “Hijo yo no te enseñé eso” ¿Quién te lo dijo?, ¿acaso el dios dinero?, ¿acaso poderes estatales o extra estatales?, ¿acaso las ideologías modernas ateístas? El discípulo amado es la otra cara de la medalla, el hombre perdonado en sus errores puede volver a Dios y sanar su corazón y su libertad, puede volver a su madre María, poder volver a su madre patria, al acoger en su corazón sus verdaderos origen y raíz, el de ser hombre y mujer creados a imagen y semejanza de Dios. Dios es amor y es la Verdad y quien rechaza a Dios lamentablemente rechaza al amor y rechaza la verdad, pero al acogerlo nos diría nuestro padre de la patria Juan Pablo Duarte “conoceréis la verdad y la verdad os hará libre” (Jn 8,32). Dios que nos ama tenga misericordia y nos bendiga. |
CUARTA PALABRA
P. Joel Villafaña «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» (Mt 27, 46) |
———————————————————————————————— |
Lectura del santo Evangelio según san Mateo (27, 45-49) Desde el mediodía hasta las tres de la tarde, las tinieblas cubrieron toda la región. Hacia las tres de la tarde, Jesús exclamó en alta voz: “Elí, Elí, lemá sabactani”, que significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Algunos de los que se encontraban allí, al oírlo, dijeron: “Está llamando a Elías”. En seguida, uno de ellos corrió a tomar una esponja, la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber. Pero los otros le decían: “Espera, veamos si Elías viene a salvarlo”. En la Edad Media Orígenes supuso, que Jesús había pronunciado esas palabras del salmo 22 a la vista de los pecados de los hombres, en favor de los cuales murió. Cristo representa al hombre pecador, por el cual muere. Ora desde su perspectiva de representante de los humanos ante Dios. No por necesidad suya, sino por compasión hacia los humanos, clama Jesús por ellos al Padre. Desde Agustín emerge la idea de que Cristo ora aquí como Cabeza en favor de su cuerpo, la Iglesia. De ahí que Pascasio Radberto no considere este clamor de Jesús como un grito de socorro, sino como un sacramento. Por otro lado, siguiendo a Ulrich Luz, vemos que el versículo 46 es, para los lectores de la historia de la pasión, el punto culminante de un hilo narrativo claramente visible: Jesús es abandonado primero por los discípulos (26,56); luego, también por Pedro (26, 69-75); finalmente se halla solo en medio de sus enemigos, y ahora parece estar abandonado también de Dios. Esta progresión en el relato no indica ningún doble sentido subliminal que permita convertir la frase del abandono en una expresión de confianza. Hay que partir, en consecuencia, de lo que dice directamente el Sal 22, 2. Se trata de una queja (¡en modo alguno «trocada» o «invertida»!)81 de Jesús, que al sentirse abandonado de Dios clama a él con las palabras del salmo. La tiniebla interior y la exterior se corresponden en v. 45s82. Ver una dimensión soteriológica en este grito orante, aduciendo Mt 1, 21; 20, 28; 26, 28, por ejemplo, es apartarse del texto. De la soberanía de Jesús, conocedor de su hora y del plan divino de los acontecimientos (cf. 26, 2.18.45), no queda rastro alguno en la tiniebla total. Jesús grita su dolor y su abandono interior claro y alto, no resignado o sumiso a Dios. (Ulrich Luz, El Evangelio Según Mateo IV. 430 El Papa emérito Benedicto XVI, en su obra sobre Jesús de Nazaret, también acude a nuestra ayuda ofreciéndonos su clave de interpretación: Como todo judío fervoroso, Jesús, sintiendo ya cercana su muerte, se pone en comunicación con Dios rezando un salmo, concretamente el Salmo 22. El primer versículo de ese salmo dice así: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?… Dios mío, de día clamo y no respondes, también de noche y no hay silencio para mí”. el sufrimiento de Jesús es una pasión mesiánica… y lleva consigo así la redención, la victoria del amor”. Viniendo a nuestros días, la experiencia de abandono es cada vez más fuerte y rampante, en una sociedad cada vez más confundida y desorientada. Vivimos el abandono familiar, social, político, económico y religioso en dimensiones estrepitosas y con consecuencias rápidamente palpables. El abandono familiar lo notamos en muchos padres, madres y tutores que cada vez más se niegan a asumir con total responsabilidad la buena, cercana y amorosa crianza de sus hijos; quienes son mayormente criados por una abuela, una trabajadora doméstica, un cuido u otro, pero rara vez por aquellos a quienes necesitan más. Esto nos deja con niños que sin poder hablar aún, nos dicen: papi, mami, ¿por qué me has abandonado? Pero el abandono intrafamiliar no es solo de padres a hijos, luego se invierten los papeles, y tenemos a hijos que no tienen tiempo para sus padres, y aunque profesan un inmenso amor hacia sus progenitores, muchas veces vemos a personas adultas en total abandono y desolación, a pesar de sus hijos. Lo mismo podríamos decir del abandono entre las parejas, y la antigua y muy mala práctica de la infidelidad; aquí se nota un mutuo abandono que se radicaliza más con las muy atizadas y propagandeadas guerra de sexos que sostienen el antiguo machismo y el nuevo feminismo… repitiendo la historia de que cuando el oprimido se libera, entonces se convierte en opresor. Es verdad que, en la situación de pobreza, a veces hasta de miseria, hay que hacer sacrificios para sobrevivir, para echar hacia adelante, para progresar; sin embargo, hay que establecer una jerarquía prioritaria, donde la familia esté siempre en primer lugar. Familia, ¿por qué nos hemos abandonado? Si observamos con detenimiento nuestra sociedad Dominicana, notaremos que hemos cambiado mucho, en ocasiones para bien, y en otras para mal. Así tenemos una sociedad cada vez mas sola, radicalizada, ensimismada y desnaturalizada. ¿a qué se debe este abandono social? ¿Dónde están los verdaderos héroes de esta época? Aquellos que se sacrifican y entregan el todo por el todo para lograr el bien común. ¿Por qué ahora solo pensamos en qué beneficios vamos a obtener de una acción? ¿Por qué ya solo sabemos decir: ¿cuanto hay pa´mí? O sácame lo mío!!! Así, en una sociedad que aparece cada vez con menos valores llevados a la práctica, nos sentimos abandonados los unos de los otros y con un sentimiento creciente de desolación, desconsideración y egoísmo. Eso lo vemos reflejado en los tantos incidentes entre personas que ocurren a diario en nuestros sectores: asesinatos, robos, agresiones físicas y verbales, entre otros. Como sociedad estamos gritando a los líderes sociales, políticos y religiosos que por qué nos han abandonado, somos nosotros mismos, pero sí, nos hemos auto abandonado. Nuestros egoísmos y extremismos son tan fuertes, que vemos como todo es color división, el triste gris que nos separa es algo ya bien aceptado. Así vemos una clase política con luchas NO por el bien de la nación y lo que más nos conviene como país, si no lo que mas le conviene a intereses personales y muy particulares; y aunque esto ya se ha dicho muchas veces, e incluso todos lo sabemos, continúa ocurriendo sin que nada mas pase. Pareciera que la música solo molesta si es en casa del vecino; y así vemos que se ha convertido en una forma de ¨búsqueda¨ criticar y señalar, solo para ver como conseguimos que nos manden a callar con dinero o favores. Y desde que eso ocurre, ya se nos olvidan los policías, al menos los de a pie, que pasan tantas crujías cuando se supone que deberían ser pagados y tratados como héroes por arriesgar sus vidas; se nos olvidan los hospitales, se nos olvidan los enfermos mentales, y aquí quiero preguntar: ¿Por qué tan desconsideradamente los hemos abandonado? ¿Cuántas instituciones se dedican a su cuidado? ¿por qué andan en las calles abandonados? Y sigo, se nos olvidan los bomberos, se nos olvidan los jóvenes, a quienes se les niegan las oportunidades y son solo utilizados. Cuantas veces se ha prometido primer empleo, empleo digno o juventud emprendedora, etc y luego en el tiempo se olvida. La juventud grita hoy también ¿por qué nos han abandonado? Los jóvenes que estudian y se preparan pero luego no tienen oportunidades, por que se les exigen la experiencia que aun no pueden tener. Aunque también es cierto, que la juventud, a quien se le acusa de ser una juventud de cristal debe demostrar que sabe y que puede hacer algo mas que tener un celular y subir videos a tik tok… No nos olvidemos de nuestras cáceles y sistema carcelario. Que no tengamos que sentirnos que la justicia está amañada y que el sistema solo te apoya si tienes con qué pagar. Para que no nos sintamos abandonados, propongo que volvamos al diálogo, pero un dialogo honesto, sincero, que mas que acusarnos busque un crecimiento integral como sociedad. Un dialogo donde podamos debatir las ideas de las minorías sin que eso signifique vulnerar las mayorías, donde nuestra identidad como dominicanos no intente ser suplantada si no escuchada. Un dialogo donde todos los actores de la sociedad podamos opinar desde la frontera de nuestras ideas y no radicalizados e irracionales. En una sociedad plural, no vale que solo se vea mi idea, mi creencia o mi ideología; sino que se hace urgentemente necesario el llegar al equilibrio, donde se viva un diálogo permanente y productivo, sin imposiciones ni manipulaciones, sin mentiras o engaños. Proponemos también la educación ciudadana continua. Que así como se invierten millones en publicidad para convencer a la gente, que así mismo se invierta en publicidad educativa, donde la ciudadanía se les motiva a trabajar, a ser feliz en familia, a cuidar el medio ambiente, a manejar un vehículo de forma adecuada, en fin, que si hay voluntad, se puede formar a la ciudadanía desde los medios y las redes sociales. Proponemos la despolitización gradual de las instituciones en general, que no tengamos que vivir los dramas de cancelaciones masivas cuando haya cambios de gobiernos, si se supone que todos somos dominicanos y el gobierno es de todos nosotros, independientemente del color del partido. Proponemos que las iglesias como casas de Dios aporten en la creación de estructuras sociales más cercanas a las gentes, pero no solo a los nuestros, si no a todas las gentes. Proponemos que no nos quedemos solo en el lamento del abandono, si no que descubriendo la acción salvadora de Dios, volvamos a la carga, con mas fe, mas ánimo y mayor entusiasmo. Amen. |
QUINTA PALABRA
P. Apolinar Castillo «Tengo sed» (Jn 19, 28) |
—————————————————————————————————————– |
Juan Mateo y J. Barrientos: El evangelio de Juan; Giorgio Zevini: Evangelio según San Juan; Richard Bencosme: si conocieras el don de Dios; Papa Francisco: Fratelli tutti. Este grito de Jesús significa sin dudas, la necesidad imperiosa de Jesús de beber agua, sin embargo, San Juan le da un sentido más profundo: la dimensión espiritual de la sed de Cristo. Es la sed de llevar a plenitud las Escrituras y su misión. La escena está estrechamente ligada a la anterior (Después de esto): al constituir la nueva comunidad universal, todo va quedando consumado, sólo falta la expresión de su amor hasta el extremo: la muerte. Sigue dando a los mismos que lo han rechazado la última oportunidad de aceptarlo como Mesías, para que puedan alcanzar la salvación, pues a eso vino al mundo. Usando de su libertad total, da la vida voluntariamente por los hombres. Jesús exclama: Tengo sed. Este dicho recuerda la petición que hizo a la mujer samaritana: “dame de beber”, lo cual equivale a pedir acogida, y así ella podrá recibir mucho más que lo que ofrece. Pero también esta escena evoca otra, la de Jesús con el traidor Judas en la última Cena. A pesar de la certeza de la traición, Jesús no lo excluyó de su amor; es más, se lo ofreció por última vez poniéndole su propia vida en sus manos (13,26s Lect.). Se percibe el gesto de amistad, que lo invitaba a aceptar a Jesús y, con él, la vida, aunque Judas tomó otra decisión; en vez de aceptarlo, se llenó de odio, lo rechazó definitivamente y lo entregó a los que habían decretado su muerte. En la cruz, Jesús tiene un gesto semejante para esos que lo han rechazado y obtenido su condena (19,6.15): les muestra que no los odia. Les demuestra que su amor no ha sido vencido por el odio. Por tanto, la expresión “tengo sed” tiene un significado más profundo que la de simplemente pedir agua, pues en esta atmósfera de odio sin límite de quienes lo crucifican, muestra Jesús que Dios no condena al hombre, que no guarda rencor, que busca solamente salvarlo comunicándole vida (3,16s; 6,39s; 12,47). Entonces estamos hablando de una sed de salvar, de hacer la voluntad de Dios. Cómo le paga la humanidad a ese que les da seis jarrones de agua convertida en vino para devolverle la alegría en las bodas de Caná; ahora le ofrece un jarro de vinagre para hacerle más cruel el suplicio de la cruz cuando experimenta la sed. Podemos pensar cómo Jesús “siente en su corazón todo el drama” que habría de vivir su Iglesia hasta el fin de los tiempos y de esa manera se puede decir que permanece en agonía. Con el Papa Francisco podemos constatar cómo la Iglesia vive bajo la sombra de un mundo cerrado, en el que se mueven muchas tendencias que desfavorecen el desarrollo de la fraternidad universal. Estamos más solos que nunca en este mundo masificado que hace prevalecer los intereses individuales debilitando la dimensión comunitaria de la existencia. Expresiones como democracia, libertad, justicia, unidad han sido manipuladas y desfiguradas al utilizarse como instrumento de dominación, como títulos vacíos de contenido que pueden servir para justificar cualquier acción. Hay mucha gente empeñada en sembrar desesperanza y suscitar desconfianza disfrazada, detrás de la defensa de algunos valores. Por diversos caminos se niega a otros el derecho a existir y a opinar, y para ello se acude a la estrategia de ridiculizarlos, sospechar de ellos, cercarlos. No se recoge su parte de verdad, sus valores; es una manera de empobrecer la sociedad y someterla a la prepotencia del más fuerte. En este juego mezquino de las descalificaciones, el debate es manipulado hacia el estado permanente de cuestionamiento y confrontación. Quienes profesamos la fe sentimos hoy la embestida febril de formas insólitas de agresividad, de insultos, maltratos, descalificaciones, latigazos verbales con el fin de manipular nuestra conciencia para obligarnos a que pensemos como ellos. Podemos percibir, como dice el Papa, especies de circuitos cerrados que facilitan la difusión de muchas informaciones y noticias falsas para fomentar prejuicios y odios. Es una pugna de intereses que busca enfrentarnos a todos contra todos, donde vencer pasa a ser sinónimo de destruir. Es muy atinado preguntar, en ese estado de cosas ¿cómo es posible levantar la cabeza para reconocer al vecino o para ponerse al lado del que está caído en el camino? Aumentan las distancias entre nosotros, y se aleja de nuevo ese caminar lento hacia un mundo unido y más justo para todos, que es tarea y testimonio de la Iglesia al llevar el evangelio. “Es penoso ver que la persona ya no es tenida como un valor primario que hay que respetar y amparar, sobre todo cuando son pobres o discapacitadas, si “todavía no son útiles” —como los no nacidos—, o si “ya no sirven” —como los ancianos”. Sólo un sector humano parece ser digno de vivir sin límites, mientras que el resto o la otra parte de la humanidad es sacrificable para beneficiar la selección de los privilegiados. La Iglesia no puede esperar algo distinto en su caminar. Frente a las actuales formas, tan diversas, de eliminar o de ignorar a otros, cómo hemos de reaccionar. Como reaccionó Jesús. En esta atmósfera de odio sin límite de quienes la descalifican con rabia, la Iglesia, fiel al maestro, muestra que ella tampoco condena al hombre, que no promueve el rencor, que busca solamente acercarlo a Jesús para salvarlo comunicándole vida. No podemos reaccionar con fanatismos porque es fruto de un impulso que lleva a destruir a otros, ni formar parte de redes de violencia verbal a través de internet y de los diversos foros o espacios para el intercambio digital (con razonamientos sí, pero con violencia no). Como cristianos estamos llamados a no perder los límites, acudiendo a la difamación y la calumnia. Si las corrientes sociales que nos atacan recurren al odio, abandonando toda ética y respeto por la fama ajena, no olvidemos que con Jesús no fue distinto. Nuestra tarea es aportar a la fraternidad que el Padre común nos propone. Esa ha de ser también nuestra sed. Ante las actuales formas de agresividad de aquellos sectores contra quienes profesan la fe y los valores, el Papa Francisco nos invita a reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad y de amistad social que no se quede en las palabras. Es esta época la que nos toca vivir, y en ella seguimos promoviendo la dignidad de cada persona humana. Que con nuestro actuar podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. |
SEXTA PALABRA
P. Victoriano de la Cruz, “Todo está consumado» (Jn 19,30) |
———————————————————————————- |
Con esta palabra, Jesús da por concluidas las acciones que le había encomendado su Padre (Cf Jn 17, 4) y que realizó a la perfección (Cf Mc 7, 37). Hagamos memoria de algunas de ellas y de lo que nos han enseñado: 1-Predicado el Evangelio con palabras y con obras: enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino, curando todas las enfermedades y dolencias (Cf Mt 4, 23). Como bautizados, tú y yo, también estamos llamados a predicar el Evangelio que es Buena Noticia. Pensemos en un momento en todas las malas noticias que recibimos diariamente: de nuestros familiares, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, la radio, la televisión, el periódico e internet, etc. Que aparezca alguien trayéndonos algo bueno es cosa que se agradece. ¡y qué bueno si ese alguien eres tú que me estás viendo, escuchando o leyendo! 2-Dando fiel cumplimiento a la ley (Cf Mt 5, 17-19). Enseñándonos que lo importante no es que seamos cumplidores de la ley, sino que evitemos las acciones que nos colocan delante de ella. Si no existieran mujeres dispuestas a abortar no estaríamos discutiendo sobre la maldad o bondad de las causales. Las leyes laborales, civiles y judiciales están de más para los ciudadanos y ciudadanas que actúan correctamente en todas las circunstancias de la vida. ¿Qué es lo correcto? a) Para que no caigas en la tentación de matar a tu hermano, evita encolerizarte contra él y ofenderle con tus palabras, aprendiendo así a arreglar las diferencias con tu prójimo por medio del diálogo y no con la violencia (Cf Mt 5, 21-26). b) Si no deseas caer en la infidelidad, lo mejor es que evites mirar y tocar a hombres o mujeres con deseos pervertidos, pues toda infidelidad empieza con la mirada y termina con el deseo (Mt 5, 27-30). c) Jesús nos enseñó que lo correcto no es devolverle al otro el mal que nos ha hecho (Mt 5, 38), y que no sólo debemos amar a los que nos aman (Cf Mt 5, 44), sino marcar la diferencia con nuestros actos en todos los ambientes. 3-Jesús había consumado las predicciones que sobre Él habían hecho los profetas: Su concepción (Is 7, 14); Su nacimiento en Belén (Cf Mq 5, 2); La aparición de una nueva estrella (Nm 24,17); La adoración de los Reyes (Cf Sal 71, 10); El cabalgar sobre un asno (Cf Za 9, 9); y los momentos de su pasión. Justamente ahí se encontraba cuando pronunció esta sexta palabra, dando cumplimiento a su dolorosa pasión. De ti y de mí también se han hecho muchas predicciones. El mismo Jesús nos dijo que somos la sal de la tierra y la luz del mundo (Cf Mc 9, 50) y nos dejó el encargo de poner en práctica todo lo que Él nos enseñó. El ser humano viene a este mundo con una misión, con un designio que debe cumplir. Ante el sinsentido de la vida en el que tantos hombres y mujeres se encuentran, Jesús viene a recordarnos que estamos vivos por una razón sublime y que existimos para algo que va más allá de este mundo. Nuestras vidas tienen un sentido y Él nos lo revela cuando dice: No he venido para ser servido sino para servir y para dar mi vida por los demás (Cf Mt 20, 28). Si algo valora la sociedad de nuestra Iglesia, es su disponibilidad para el servicio y, sobre todo, a los excluidos y a los pobres. A todos nos gusta tener cerca a personas serviciales, dispuestas, atentas y detallistas. Seamos nosotros esas personas que están siempre disponibles para servir. En eso consistía su razón de ser, ese era el fin de su vida: Servir a sus semejantes hasta dar la vida por ellos. Por eso desde la cruz fue capaz de decir: “todo está consumado”, dándonos a entender que ya había cumplido su propósito en este mundo. ¡Qué hermoso seria si pudiéramos decir lo mismo al final de nuestros días! Y decirlo con la clara conciencia de haber hecho lo correcto, lo noble, lo bueno. De Jesús se dice que pasó por esta vida haciendo el bien (Hch 10, 38) como muestra de que el ser humano existe para hacer lo bueno y que la bondad está presente en cada hombre y mujer sin importar sus creencias, cultura, condición social, etc. Aunque no todos nos esforzamos por ejercitar dicha bondad. Finalmente, Jesús nos enseñó el valor de la fidelidad a nuestros propósitos. Jesús no sólo sabía a lo que había venido, la razón de ser de su existencia, sino que mostró una fidelidad inquebrantable a ese proyecto; fidelidad que se pone de manifiesto ante las propuestas tentadoras que hallará en su caminar y que buscaban desviarle del sendero emprendido (Mt 4: 3-11). No sólo fue tentado por el diablo en su peregrinar por el desierto, también se encontró a muchas personas que le iban desanimando, tanto con sus palabras como con sus actitudes. Recordamos cómo Pedro fue capaz de incitarlo para que no siguiera hacia adelante (Mt 16, 22). Fueron múltiples los obstáculos que tuvo que afrontar, los suficientemente grandes como para desanimarle y hacerle renunciar a la meta: traicionado por los suyos, calumniado, negado, despreciado, abandonado, vendido, golpeado, escupido, pisoteado… pero Jesús no se rindió, fue perseverante y luchó con todas sus fuerzas hasta el final. Hoy en día, son múltiples y grandes las dificultades en el camino de nuestra realización personal, en la vivencia de la fe dentro de la Iglesia, en la vida familiar, en el mundo laboral, social y político. Contratiempos que nos desaniman y nos llevan a renunciar a nuestros sueños y a los designios de Dios para con nosotros. Abandonamos la Iglesia, no estamos dispuesto a luchar por la familia, pensamos que no vale la pena tanto esfuerzo y que todo está perdido, que es mejor no intentarlo porque las cosas no pueden cambiar para bien. De Jesús tenemos algo que aprender como Iglesia, como creyentes, como bautizados: perseverar, contra toda adversidad, en la voluntad de Dios, poniendo nuestro mayor empeño, hasta que todo este consumado en nuestra vida. |
SÉPTIMA PALABRA
P. Arsenio Ferreira Rosario, «en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46) |
—————————————————————————————— |
Llega el momento Supremo. El cuerpo desangrado de Cristo está pálido como la cera. Sus ojos están vidriosos y tristes, su cabellera en desorden cae sobre su rostro. Son los síntomas de la muerte inminente. Jesús va a expirar y a consumar el último episodio del gran drama de la redención. El evangelista San Mateo dice que Jesús entregó su espíritu gritando de nuevo con voz fuerte. Y San Lucas afirma lo mismo: que Jesús gritó muy fuerte: Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu y al decir estas palabras, expiró. Esta fuerte voz de Jesús al expirar, cuando los moribundos son incapaces de hablar con esta energía y lucidez, hizo ver a los oyentes que moría no como un vencido, sino como un vencedor. Porque la verdad siempre triunfa. Queridos amigos, este fuerte grito de Jesús se convierte hoy en la voz de los que no tienen voz. En aquellos condenados moralmente de la vida, extorsionados y autocensurados. Esa voz de los que no tienen voz está representada también en los medios de comunicación social, quienes juegan un papel fundamental en la difusión del mensaje; como creadores de pensamientos y opiniones; y en la difusión de la verdad. Por eso, el uso que la gente hace de los medios de comunicación social puede producir efectos positivos o negativos. Aunque, se dice comúnmente que en los medios de comunicación social “cabe de todo”, los mismos no son fuerzas ciegas de la naturaleza fuera del control del hombre. Porque aun cuando los actos de comunicación tienen a menudo consecuencias no pretendidas, la gente elige usar los medios de comunicación con fines buenos o malos; de un modo bueno o malo. Estas decisiones éticas, son importantes no solo para quienes reciben el mensaje, espectadores, oyentes y lectores, sino especialmente para quienes controlan los medios de comunicación social y determinan sus estructuras, sus políticas y sus contenidos. Incluyen a funcionarios públicos y ejecutivos de empresas, miembros de consejos de administración, propietarios, editores y gerentes de emisoras, directores, jefes de redacción, productores, escritores, corresponsales y otras personas. Para ellos, la cuestión ética es particularmente importante: los medios de comunicación social ¿se usan para el bien o para el mal? La Iglesia asume los medios de comunicación social con una actitud fundamentalmente positiva y estimulante. No se limita simplemente a pronunciar juicios y condenas; por el contrario, considera que estos instrumentos no sólo son productos del ingenio humano, sino también grandes dones de Dios y verdaderos signos de los tiempos. Pero ya se han vuelto evidentes para todos también los riesgos de una comunicación social carente de controles. Hemos descubierto, ya desde hace tiempo, cómo las noticias y las imágenes son fáciles de manipular, por miles de motivos, a veces sólo por un banal narcisismo. Esta conciencia crítica empuja no a demonizar el instrumento, sino a una mayor capacidad de discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando se difunden, como cuando se reciben los contenidos. Todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir. Desde hace varios años en la RD se ha estado desarrollando un ejercicio inmoral, antiético y sumamente dañino para la sociedad a través de algunos medios de comunicación con un mismo sector o grupo de “comunicadores o periodistas”; un chantaje y extorsión mediática. La práctica consiste en ubicar a funcionarios públicos, empresarios y personas, investigar los negocios que puedan estar desarrollando y generarle informaciones en su mayoría falsas o tergiversadas para poder llamar la atención y luego enviarles un emisario a solicitar una alta suma de dinero para dejar de seguir atacándolos. Esta práctica está tomando cada vez más fuerza, pues quienes la ejecutan son personas sin escrúpulos, que solo buscan dinero a toda costa y que no tienen reparos en decir a lo que se dedican, como en algunos medios ya lo han hecho. No importa si tienen que dañar la reputación, la moral e integridad de una persona y con esto la de toda su familia y amigos. Lo que buscan es que los “callen” ofreciéndoles dinero. Si no les ofrecen dinero no cesan los ataques. El principal medio por donde operan estos individuos es a través de las redes sociales, por el impacto que estas causan y el morbo que genera presentar información negativa sobre alguien. Este grupo no es grande, pero cuando encuentran a una víctima, todos le caen juntos, buscando maximizar el daño que quieren causar. Pero resulta que luego aparece ante la persona afectada alguien que le ofrece una “solución”, ayudarlos a callar a esos medios pero que necesitan ofrecerles algo de dinero (esto según la cantidad de la cartera a la que atacan). Esto es una bajeza total, un chantaje mediático el que la población está percibiendo como algo normal y que no podemos permitirlo. Personas que reniegan de Dios, de la patria, que solo les interesa saciar sus apetencias de lujos y vida cara a costillas del chantaje, la manipulación y la tergiversación de informaciones. El próximo lunes 5 de abril, es el día nacional del periodista en República Dominicana, y este tipo de situaciones intentan empañar el verdadero espíritu de esta profesión tan importante para la democracia de un país, que es comunicar la verdad de la información ofrecida. En esta séptima palabra podemos orar con Jesús en la cruz: Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos, y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad. Enséñanos a ir y ver, enséñanos a escuchar, a no cultivar prejuicios, a no sacar conclusiones apresuradas. Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir, a tomarnos el tiempo para entender, a prestar atención a lo esencial, a no dejarnos distraer por lo superfluo, a distinguir la apariencia engañosa de la verdad. Danos la gracia de reconocer tus moradas en el mundo y la honestidad de contar lo que hemos visto. Amen. |