La persecución contra los cristianos arrecia
5 min readHay una anécdota propia del norte de África que dice que en una ocasión el hijo le pregunta a su padre: ¿por qué la gente les tira piedras a los cristianos? ¿Por qué no le agradamos a la gente? ¿Qué hemos hecho mal? A lo que el padre le responde de manera sencilla y sin rodeos que eso se debe a que creen en Jesús.
Ya nuestro Señor Jesucristo nos había advertido en el evangelio de Mateo 24,9 que a sus discípulos y seguidores los entregarán a la tribulación y los matarán y serán odiados de todos los pueblos por causa de su nombre. Por su lado, el apóstol san Pablo, en lo que podríamos llamar como una profundización de lo que Cristo ya había dicho, nos advirtió en la carta a los Efesios 6,12 que para nosotros la lucha no es contra sangre y carne, sino contra los principados, contra las potestades, contra los poderes mundanos de estas tinieblas, contra los espíritus de la maldad en lo celestial.
BATALLA ESPIRITUAL
La batalla que sufren los cristianos es ante todo espiritual. Esta lucha es entre dos realidades espirituales, invisibles a los ojos, no físicas. Son los dos reinos: el reino del mundo contra el Reino de Dios: “Mi Reino no es de este mundo”, le dijo Jesús a Poncio Pilatos.
Es un hecho conocido que la persecución contra los cristianos avanza, y de manera indetenible. Ya es un hecho reconocido a nivel mundial por gobiernos de muchos países, así como por organismos internacionales, como la ONU que, aunque ciertamente lo reconoce, al mismo tiempo pareciera ser que no hace mucho o casi nada para detenerla. Parece más bien que sólo le interesa señalarlo como un número o una estadística.
Recordemos por otro lado que, en la pasada administración de los Estados Unidos de América, encabezada por Donald Trump, una de sus acciones políticas a nivel nacional e internacional fue evitar este flagelo contra los cristianos y, al mismo tiempo, proteger el derecho humano a la libertad religiosa. Pero lo que más llama la atención con relación a este tema y, al mismo tiempo provoca indignación es que muchos cristianos y sobre todo católicos, se niegan a ver este hecho lamentable y hasta le restan importancia.
Pero con la nueva administración Biden-Harrys, todo lo poco que se había logrado, hoy es cuenta del pasado. Ya sabemos que el mismo presidente actual de los Estados Unidos de América, Joe Biden, – que presume de su catolicismo y debido al cual los obispos norteamericanos han decidido escribir un documento de carácter pastoral que recuerdan a los católicos la práctica y doctrina católica sobre la eucaristía, según el Catecismo y el Derecho Canónico, y la coherencia que debe de haber entre la fe y la vida para recibir la comunión sacramental; católicos que no apoyen políticas y leyes de ideología de género, contra la vida y la familia natural-, las está eliminando desde que asumió la presidencia del país del norte. ¿Cómo se podría calificar esta indiferencia o insensibilidad de estos cristianos que pasan desapercibido o ignoran esta atrocidad? Dele usted la respuesta que mejor crea.
Lo que si no podemos ignorar ni dejar pasar es que esta situación de persecución contra los cristianos nos lleva, – aunque no lo queramos -, a pensar, ver y analizar el rumbo y medidas que debemos tomar para prepararnos a enfrentar este flagelo contra nuestras creencias. Recordemos que, cuando Pablo, – antes de cambiarle el nombre -, iba camino a Damasco persiguiendo a los cristianos, el Señor se le apareció y le preguntó por qué lo perseguía. Y es que a estos grupos de “asesinos de cuello blanco” se les ha vuelto a olvidar que perseguir a los cristianos es perseguir al mismo Cristo. Dicho en palabras llanas, estos grupos se están enfrentando en una lucha cara a cara contra el mismo Cristo.
El Reino de Dios, la fe en Cristo es claro que ha sido siempre un obstáculo para el avance de este reino de las tinieblas. El cristianismo desafía la cultura que estos poderes están creando en la tierra. Una cultura de la muerte, del poder, del placer, del hedonismo, de la deshumanización; que es totalmente opuesta a la cultura cristiana, la cultura de la vida, de la justicia, de la paz, de la misericordia. Personas que hemos decidido orientar nuestras vidas en torno a la palabra de Dios.
Pero cuidado de no someternos ni querer llevar una vida cristiana en lo privado, sino más bien tengamos el valor de dar testimonio a los demás de Jesús, aunque la presión que experimentemos sea intensa porque, “el que niegue a Cristo delante de los hombres, él también lo negará delante de su Padre Celestial.”
Vivimos en un mundo que fomenta sobre todo el mal. Aquí entra en contraposición la actitud de los cristianos de que hay que hacer el bien, y esto incomoda. Es la justicia social que se opone a toda manifestación del crimen organizado y la corrupción. La fe en Jesús desafía cualquier otro sistema de creencias que quiere imponerse, que quiere dominar.
RELIGIÓN A LA MEDIDA
Es de nosotros conocido que estos llamados “amos del mundo” quieren imponer su propia religión en la que ellos mismos son los que deciden qué es lo que se debe y tiene que creer y cómo hay que creerlo. Quieren así destruir, abolir la religión verdadera. Es la religión del secularismo.
Pero cuáles son esos medios por los que estamos experimentando esta persecución? Los medios de comunicación, la destrucción del sistema educativo, los lobbies de presión, sobre todo el colectivo LGTBIQ y, en algunos casos, el mismo gobierno. El aumento de los llamados nuevos derechos, la exigencia de nuevas normas culturales y leyes, quieren relegar la religión a la conciencia del individuo y a los lugares de culto.
Es la nueva moralidad y también como la llamara hace unos años atrás Benedicto XVI, “la dictadura del relativismo”. Por último, podemos mencionar las legislaciones que se vienen imponiendo en muchos países sobre los llamados “delitos de odio” que se está utilizando para criminalizar las creencias de quienes se aferran a los valores morales cristianos.
Terminamos estas líneas recordando las palabras de cardenal Robert Sarah, en su libro Se hace Tarde y Anochece:
“Si el cristianismo pacta con el mundo en lugar de iluminarlo, los cristianos no son fieles a la esencia de su fe. La tibieza del cristianismo y de la Iglesia provoca la decadencia de la civilización”.