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TENGAN CUIDADO (VIGILEN): ESTÉN DESPIERTOS (ORACIÓN).

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EVANGELIO DE HOY: 27/11/21 (Lc 21,34-36).

Jesús exhorta a sus discípulos a que tengan cuidado y a que siempre se mantengan despiertos. Para comprender mejor la imagen del “tener cuidado”, recurrimos a un ejemplo de la doctrina de Santa Catalina de Siena, quien compara la vida interior a una “casa” con “puertas” y “ventanas”, las cuales hay que abrir o cerrar según lo que pretenda introducirse en ella. Esto exige, sin duda, una actitud vigilante.

El Señor advierte contra el peligro de que la mente se “embote”, o sea, que el corazón pierda su sensibilidad ante lo sagrado, que se enfríe la mirada contemplativa, la gracia de sorprenderse con el don que se regala… Un corazón embotado no hace brillar los ojos, ni provoca sonrisa en los labios…. Jesús denuncia las causas que suscitan tal tibieza: “vicio”, “bebida”, “agobios”…, podríamos seguir añadiendo a la lista aquellas cosas que nos distraen según la debilidad de cada quien. La llamada a tener cuidado es sabia, porque el Señor no ignora el enemigo interesado en desenfocar la ruta y despistar del tiempo: éste quiere que “llegue el día”, y nos sorprenda perdidos. Importa considerar que además de esta recomendación, Jesús ofrece la clave para perseverar:

“Estén despiertos”: la oración despierta, es chorro de luz que permite caminar sin tropiezos. La oración da la fuerza necesaria para cerrar la puerta y las ventanas de la casa interior a todas las cosas seductoras, extrañas y dañinas. La oración es remedio contra la rutina, nos mantiene frescos, alegres, dinámicos, creativos, lúcidos. Ella es vitamina del alma y revitaliza la voluntad. La oración permite escapar con firmeza de las trampas. También modela, transforma, para poder, según dice el mismo Jesús, “mantenerse en pie ante el Hijo del hombre”. Ser hombres y mujeres de oración hace que algún día podamos contemplar al Señor en su santísimo rostro. Lo que vamos ejercitando con nuestras limitaciones, el empeño por adorarle y bendecirle, no pasa desapercibido para el Señor. Ciertamente, esta conciencia es fuente de perseverancia.

Señor: no queremos rendirnos ante el sueño, la dejadez, la tibieza; ayúdanos a creer y a mantenernos firmes en tu promesa. Deseamos sentir gusto por la oración; para que la oración alcance el gusto y lo gobierne necesitamos una fuerte motivación. El motivo es la santidad. En este sentido, te vamos a decir las palabras que un día dijo Santa Teresita del Niño Jesús: “Deseo ser santa, pero siento mi impotencia y te pido, oh, Dios mío, que seas tú mismo mi santidad”.

  1. ¿Cómo están siendo vigiladas la puerta y las ventanas de mi casa interior?
  2. ¿Cómo me sorprenderá el Señor en su día?
  3. ¿Soy hombre, soy mujer, despierto; busco fuerza en la oración?