Mié. Sep 18th, 2024

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ADVIENTO: RECONOZCAMOS LA AUTORIDAD DIVINA

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EVANGELIO DE HOY: 13/12/21 (Mt 21,23-27).

Hoy se nos muestra el pasaje donde Jesús llegó al templo y se puso a enseñar a la gente, hecho que fue cuestionado por los sumos sacerdotes y los ancianos. La gente que estaba siendo enseñada guardó silencio. Bien se nota lo hambrienta que estaba de escuchar la sabiduría que calienta el corazón. Jesús abrió su boca y desde su corazón brotaron palabras de vida que llenaron de sentido a quienes escuchaban. Imaginemos la audiencia en el templo, donde poco a poco los preceptos del Señor se iban transmitiendo como duras normas; transformándose, en las enseñanzas de Jesús, en nuevo frescor, el frescor del Reino.

Tanta santidad no pasó desapercibida. Jesús recordaba con su testimonio lo que las “autoridades” del templo debían hacer y no hacían. No nos extrañemos que Él haya incomodado. Los ojos y la manera de interpretar de los sumos sacerdotes y de los ancianos se entiende a partir de su propio fondo, de sus propios espejuelos, desde el ruido que les hacía aquello que testimoniaban, de donde brotó la confrontación: “¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?”. Recordemos que en el imaginario de quienes interpelan a Jesús, ellos mismos se consideraban “autoridad oficial”.

El discernimiento de Jesús se eleva por encima del bajo pensamiento de quienes le enfrentan. Jesús les formula una pregunta con la condición de que si la responden, Él también responderá: “El bautismo de Juan ¿de dónde venía, del cielo o de los hombres?”. La cuestión formulada a Jesús le dejó el terreno abierto para desenmascarar la falsedad de quienes hicieron las preguntas. En cambio, cuando Jesús pregunta, ellos sólo tuvieron que empezar a maquinar porque, al responder, se iban a contradecir, y públicamente quedaría evidenciada su hipocresía.

La reflexión nos lleva a considerar qué tanto estamos acogiendo las cosas venidas del cielo. Qué docilidad tenemos para aceptar lo bueno que nos regala Dios mediante sus mensajeros y mensajeras. El evangelio nos invita a ser humildes y a reconocer que el Señor, en su santo juicio, delega y envía a sus escogidos, a los cuales hemos de reconocer por los frutos de vida y testimonio. La autoridad que viene de Dios se distingue en quien vive en santidad y va sembrando en todos los espacios los deseos divinos.

Señor, te pedimos discernimiento, tino y sensibilidad para contemplar las cosas que vienen del cielo, y acogerlas sin resistencia, respetando su autoridad. No queremos cuestionar las verdades que, por interpelarnos, nos incomodan. Ayúdanos a que el fuego de tus enseñanzas vaya modelando nuestros pensamientos y nuestros corazones. Haznos preguntas, Señor, de esas que nos dejen sin respuestas porque nos hagan pensar. Deseamos comprometernos contigo sabiendo lo que implica vivir desde la autoridad de Dios. Con el salmista te decimos: “Señor, instrúyenos en tu senda”.

  1. ¿Alguna vez he dicho: -“no sé”, por temor a lo que implica el conocimiento?
  2. ¿Reconozco la autoridad de Dios actuando en personas concretas?
  3. ¿Qué debe morir en mí, en este adviento, para que brote, cada vez más, la autoridad divina?