Mié. Sep 18th, 2024

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VIVAMOS LA EXPERIENCIA DE CARGAR AL NIÑO JESÚS

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EVANGELIO DE HOY: 29/12/21 (Lc 2,22-35).

El evangelio de este día expresa el cuarto misterio de gozo: “la presentación del Niño Jesús en el templo”. Es un acontecimiento cotidiano vivido de manera extraordinaria que, con certeza, marcó el corazón y la memoria de la sagrada familia. Esta vez destacamos en la narrativa al viejo Simeón; él nos indica el camino espiritual para vivir la experiencia de “cargar al Niño Dios”.

Simeón vivía en Jerusalén y se destacaba por ser una persona justa y piadosa. Su anhelo era experimentar el consuelo de su pueblo. Podemos imaginarlo: un hombre de esperanza, contemplativo, de oración. Se nos dice que “el Espíritu Santo moraba en él”. Era sostenido por la promesa de “no ver la muerte antes de ver al Mesías”. Este detalle es muy importante para todos nosotros. Sin motivos para vivir estamos muertos, aunque respiremos. Simeón enseña la importancia de anclarnos en las promesas del Señor; aguardarlas en santidad y justicia: bendiciendo a Dios, obrando el bien, con la pasión propia de quien espera, sabiendo por qué se espera.

No extraña que una persona como Simeón se haya dejado conducir, por un impulso del Espíritu hacia el templo, justamente ese día cuando el Señor le tenía su regalo. Imaginemos su trayecto, su motivo, sus pisadas, su oración… Finalmente, esos ojos diestros en contemplación pudieron discernir y distinguir un Niño en medio de tantos niños que cotidianamente pasaban por allí.

El texto no dice que la Virgen le diera el Niño, sino que él “lo tomó en brazos”. Meditemos en el previo desprendimiento propio de un hombre de Dios, un hombre que se ha quedado vacío de sí, totalmente desocupado, para abrazar, acariciar a Dios pequeñito hecho humanidad. Lo dejó todo para ganarlo todo. Del santo abrazo salió, de sus labios, una primera bendición: “ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel”.

Da la impresión que en un momento, mientras cargaba al Niño y se pronunciaba, también miró a sus padres (quienes estaban admirados); les dirigió también a ellos una bendición; dijo a la madre que el Niño será como “una bandera discutida”… Posiblemente, Simeón intuyera que José no llegaría a vivir tales acontecimientos. Sólo a María profetisa que “una espada le atravesará el alma”.

Señor: mándanos tu Espíritu Santo para ser hombres y mujeres contemplativos. Queremos tener miradas profundas, atentas, discernidas. Enséñanos humildemente a animar a los demás a que aguarden tus santos designios. María y José llevaron al Niño Jesús con toda humildad al templo, con la ofrenda de los pobres: “un par de pichones”.

Ahí con su Niño y su ofrenda, los sorprendió la renovada bendición de Dios, en labios y en brazos de un sencillo anciano con palabras del Espíritu. Hemos aprendido de Simeón a desocuparnos de todo para abrazar a quien todo lo llena. Hoy, Señor, necesitamos decir con el salmista: “Alégrese el cielo, goce la tierra”.

  1. ¿Cómo cargar al Niño Jesús hoy?
  2. ¿Cómo cultivar una mirada contemplativa?
  3. ¿Le he pedido alguna vez a la Virgen María que así como cargó a su Niño me cargue también a mí?