Mar. Abr 16th, 2024

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Sobre Dios

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A Dios se le entiende a partir de la creatio in nihilo (creación a partir de la nada) y no la crea­tio ex materia (a partir de la materia), ya que de Dios ad­quirimos la certeza del mayor bien que se puede hacer estando y contando con él ca­da día.

Mientras más contemplamos a Dios, con más ansias le seguimos por su bondad in­mensa aleja la ignorancia; diríamos, como John Milton en su poema On his blindmess (Sobre su ceguera, v. 9-11) “Dios no necesi­ta ni de las obras del hombre ni de sus do­nes; aquel que lleva mejor su suave yugo es el que mejor le sirve”.

Parafraseando a san Juan de la Cruz, so­lo basta conocer y amar a Dios para darse cuenta de que nada es menos que él; en pa­labras de Felicité Lamennais Pages et pen­sés catholiques (Paginas y pensamientos católicos, p. 231) si “eliminan a Dios del Universo este no será más que una gran ilusión”.

Es difícil olvidarse de Dios cuando se vi­ve su gracia y se disfruta a plenitud de su creación, lo precisa Inmmanuel Kant, la “imperiosa necesidad que tenemos de creer en Dios y persuadidos de su existen­cia, hace innecesaria su demostración” (Beweisgrund des daseins gottes (Prueba de la existencia de Dios II, 205, 1763).

Dios nos ha dado a conocer todo cuanto la naturaleza ofrece, y así vencer la soledad que nos arropa, comprendiendo que su vo­luntad es nuestra paz, entendiendo, como escribió Jean Reyneaud en Tierra y cielo, que solo podemos encontrar a Dios en las “más íntimas profundidades de nuestro co­razón, ahí donde existe algo infinito”.