Vie. Mar 29th, 2024

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CONTEMPLEMOS EL EVANGELIO DESDE EL CUADRO DE LA ALTAGRACIA.

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EVANGELIO DE HOY: 21/1/22 (Lc 1,26-38).

El cuadro de la Altagracia remite al Evangelio. Es el Evangelio hecho pintura, fuerza contemplativa, escuela de silencio, escucha, oración y adoración… Ese bendito silencio mariano que no se improvisa; hecho en la Madre actitud cotidiana. En el silencio de su casa el ángel del Señor la sorprende. En la pintura contemplamos la sorpresa de Dios para toda la humanidad. Los labios de Nuestra Señora están cerrados, como cerrados están los del Niño, los de José. Esos rasgos de silencio externo remiten a otro más profundo: el silencio interior, aquel que respeta la santidad que habita, reverencia necesaria ante el misterio que se muestra. No hay espiritualidad genuina sin silencio fecundo. La Altagracia es para nosotros, en esta cultura ruidosa, la invitación a adentrarnos más allá, donde la vida alcanza y toca raíz.

El nombre de la Altagracia es María. El cuadro la presenta con la oreja derecha descubierta. Es Señora de la escucha. Feliz oído que sintoniza la voluntad de Dios para hacerla vida. El ángel la instruye, la aconseja, le argumenta. Ella también participa del diálogo sin perder su silencio. De la claridad del mensaje nace una respuesta. La escucha no se entiende sin obediencia. De tanto escuchar al Señor, la Madre es Maestra en el arte de escuchar las súplicas de sus hijos e hijas. Con su ejemplo, nos anima a cultivar esta virtud en amenaza de extinción.

“Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”: los pinceles inspirados lograron esta expresión del ángel. Ahí está la Señora, vacía de Ella misma. Parida de la promesa que anunciaran desde antiguo: “dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanel…”. Ese Niño, acostado en una cuna y en un altar al mismo tiempo, es el que ha “nacido de mujer”. Dios con nosotros. La gracia más alta se abaja para enseñarnos el camino de subir. Para subir al cielo con Jesús (Él es la más alta gracia), de la mano con Ella (Madre de gracia), se hace necesario abrazar la humildad y la sencillez; virtudes que atraen, de manera especial, la mirada de Dios sobre nosotros.

La paz que inspira el cuadro remite al ambiente de oración y adoración. Es el resultado de la presencia de Dios. “No hay temor”. Sólo confianza. Permanencia. Firmeza. Los sentidos, el cuerpo (manos, rostro, mirada…), provocan un solo horizonte inspirador, Jesús. La escuela está abierta, porque abierta está la casa de adoración. Sólo basta acercarse. María no esconde al Hijo. No hay que preguntar por Él. Todo favorece. Y hasta san José, con su vela encendida, nos señala el rumbo y la actitud; casi desapercibido pero no por una casualidad él está cerca de una columna.

La luz desde el Niño llena la casa; llena la vida; llena la historia. Jesús es la Luz que ilumina las tinieblas. Y por eso el cuadro tiene a muchas de sus amigas y colaboradoras: las estrellas. María es “Estrella de la Esperanza”. Seguir la luz de las estrellas es disponerse al encuentro con el Señor; avanzar en su dirección es camino de santidad. La santidad, en el espejo de María, comienza con la humildad. En la cabeza de una mujer humilde hay una corona. Dios supo elegir muy bien a quien coronar. Madre del rey es reina. Reina sencilla, sin pretensiones; como bien recita el Salmo 130: “Mi corazón no es engreído ni mis ojos altaneros… no ando buscando prodigios que me superan, sino que he mantenido mi alma en paz y en silencio…”.

Oramos con el Magníficat: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador…”. Virgen de la Altagracia: llena de gracia, fuerza pura de intercesión, ruega por nosotros en este momento de la historia.

  1. ¿Puedo dedicar un tiempo a contemplar la imagen de la Altagracia? En silencio, en oración, ve anotando todas las inspiraciones que te provoca esta pintura sagrada.
  2. Haz una lista de las cosas que esta pintura sagrada te enseña para la vida. Intenta vivirlas.
  3. ¿Qué significa y qué supone para ti, como María, ser todo de Dios, pertenencia suya?