PECADO CONTRA EL ESPÍRITU SANTO
3 min readEVANGELIO DE HOY: 24/1/22 (Mc 3,22-30).
Jesús hace una afirmación radical: “el que blasfeme contra el Espíritu Santo no tendrá perdón jamás…”. Con el deseo de comprender sus palabras nos aproximamos a la narrativa del texto y a las luces de la teología católica para iluminarnos:
Los letrados de Jerusalén murmuran a Jesús diciendo: “Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios”. Observemos que estos letrados criticones hablan desde sus “conocimientos”, unos conocimientos carentes de fe. Sus muchos “saberes” ahogaron la gracia, la limpieza interior que permite ver a Dios en las circunstancias.
Ellos sólo interpretan desde lo que llevan dentro. No pueden ver a Dios si Dios no ha podido calarle en su fondo. Con el tinte que tienen dentro, con éste juzgan. Juzgar negativamente lo que Dios opera esto es pecar contra el Espíritu.
Jesús les cuestiona: “¿Cómo va a echar Satanás a Satanás?”. Entendemos aquí, con la expresión, que Jesús tiene fuerza para echar al príncipe de la mentira. Satanás no se echa él mismo. Jesús llega a “casa”, que es la persona. Cuando se le deja entrar, comienza la lucha, la disputa para echar fuera toda mala presencia. Cuando no se reconoce que Jesús lucha en la defensa del ser humano, entonces se peca contra el Espíritu Santo.
Jesús hace la guerra por nosotros. Nosotros somos débiles para enfrentar a Satanás. La Unidad de Jesús, siendo Él mismo Santísima Trinidad; esta fuerza invencible del Padre, y del Hijo, y del Espíritu son el arma que el demonio no puede enfrentar. De ahí que diga el texto: “Nadie puede meterse en casa de un hombre forzudo para cargar con su ajuar si primero no lo ata”.
El hombre “forzudo” es él, Satanás; dice el papa Francisco que al demonio le gusta mudarse en nuestra casa sin pagar alquiler. Pero, al ser un mentiroso, está dividido, su fuerza es limitada. No tiene poder contra la gracia. Por eso el Señor lo ata, lo domina y libera su presa, que somos nosotros cuando vivimos atados con cuerdas modernas y seductoras, sin darnos cuenta. Cuando se rechaza la intervención de Dios en nuestras vidas para liberarnos del mal, se peca contra el Espíritu Santo.
Se peca contra el Espíritu endureciendo el corazón, poniendo resistencia, ignorando las súplicas divinas para rescatarnos del valle de sombra y de muerte. Este pecado es una opción libre para permanecer en el mal cuando abiertamente se ofrece la alternativa del cambio, de la conversión. No querer convertirse, negarse, es pecado contra el Espíritu. Esto habla de no poner caso a la misericordia operante de Dios.
Nosotros no somos quienes hemos de juzgar a quien peca o no contra el Espíritu. Porque sólo Dios conoce el interior de las personas, y se vale de personas autorizadas para acompañar tales procesos. A nosotros sólo nos toca caminar con temor de Dios. Respetar su acción en nuestras vidas, en las vidas de los demás. Hemos de alegrarnos infinitamente con la llegada y la presencia del Espíritu consolador, liberador, que llega para ofrecernos su santidad; Él que es la misma naturaleza del Padre y del Hijo.
Señor Jesús: entra en nuestras casas y lucha por nosotros. No queremos que ninguna corriente seductora nos domine y que libremente nos atemos a ella ignorando tu amor. Carga con nuestros corazones, son tuyos. Deseamos profundamente convertirnos de nuestros pecados; ayúdanos a nacer en tu fuerza trinitaria. Que el Espíritu Santo sienta felicidad al constatar nuestra correspondencia a sus toques de gracia. Danos la mirada agradecida de la Virgen María. Queremos contemplar tu acción en este momento de la historia.
- ¿Cómo se identifica la presencia y la acción del mal hoy, en nuestras circunstancias?
- ¿Cómo contemplamos la fuerza del Espíritu actuando en nuestras vidas?
- ¿Acepto a Jesús quien responsablemente lucha por mí?
- ¿Cómo ayudo a que otras personas reconozcan y acepten la misericordia divina aconteciendo para nuestro bien?