Sáb. Abr 20th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

Si no somos celtas

3 min read

Coincidimos en misa temprano. De hecho, fue ella quien, hace varios años, me comentó que iniciaba el día con esa gran bendición, recibiendo la Eucaristía. Pero, cuando sale de allí, algunas veces, se reúne con un grupo de personas para llevar a cabo una práctica que está de moda, intentan limpiar las energías negativas a través de la naturaleza, abrazando los árboles. Parece inocente y puede que esta querida amiga, que es una mujer creyente, entienda que en nada contradice su fe. Pero se equivoca.

Costumbre pagana

La arbolterapia, de hecho, es una costumbre ancestral y tiene sus raíces en una cultura pagana, la celta, la misma que celebraba la Noche de las Brujas o de Halloween.  Según prácticas y creencias antiguas, los celtas atribuían funciones mágicas y religiosas a bosques y forestas, con los cuales entablaban una relación espiritual. Ellos pensaban que los manantiales, ríos y colinas estaban habitados por espíritus guardianes.

Sin magia

No se trata de la manera de relacionarse con la naturaleza que, por ejemplo, tenía san Francisco Javier, que bendecía y amaba todas las criaturas salidas de la mano de Dios, y cada uno de los elementos de la creación. Por eso, llamaba hermanos al sol y la luna, hermanos porque venimos del mismo padre. Esta costumbre celta, de abrazar los árboles, era distinta y, sin ser experta en el tema, que no lo soy, me basta una palabra para entender que choca con las creencias de los que somos cristianos, es la palabra magia. El padre Emiliano Tardif, que el Señor usó como instrumento de sanación de muchas personas en su paso por este mundo, decía que si es mágico no es de Dios. Porque Dios no es un hechicero, el hechicero es otro.

Sí, curan

Por supuesto que los árboles benefician nuestra salud física, mental y espiritual.  El solo hecho de caminar rodeados de la naturaleza, y esto incluye sol, mar, cielo, montañas y luna, ayuda a nuestro bienestar general porque es innegable que el contacto con la creación nos acerca a su Creador, nos habla de su poder sin límites, de su amor por nosotros a quienes brinda un mundo tan maravilloso. Pero no debemos atribuir a ninguna de las criaturas de Dios lo que solo a Él corresponde. Ahí está la diferencia.

La intención

Un sacerdote exorcista colombiano, que hace unas semanas cité, por sus sugerencias para hacer una limpieza espiritual de nuestros hogares, decía que el problema de algunas practicas está en la intención. Si tienes un elefante de adorno, porque te gustan, está bien. Pero si tienes un elefante porque crees que atraerá la buena suerte, estás poniendo tu fe en ese objeto, no en aquel en quien dices creer. Igual pasa con los árboles.

Si abrazas un árbol porque amas la naturaleza y te hace sentir más compenetrado con ella, perfecto. Pero si lo abrazas porque crees que tiene el poder de liberarte de la depresión, la tristeza o la enfermedad, por sí solo, de manera mágica, estás atribuyendo a una criatura el poder que solo tiene el Creador, como hacían las culturas paganas antiguas. Y debemos estar conscientes de que, si creemos en Jesucristo, no somos celtas, somos cristianos.