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LA CONFIANZA DE JAIRO EN JESÚS: ANIMA LA NUESTRA

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EVANGELIO DE HOY: 1/2/22 (Mc 5,21-43).

Hoy se nos habla del relato de la curación, por Jesús, de dos mujeres (una niña y otra adulta). Es un relato muy rico y lleno de detalles; escogemos uno de ellos en esta ocasión: meditaremos a partir del jefe de la sinagoga, Jairo.

Notemos el salto que este hombre, Jairo, ha dado. Siendo jefe de la sinagoga se ha dado cuenta que la novedad salvífica viene de Jesús. Ha hecho una transición entre la tradición judía y el acontecimiento mesiánico. Cuando se echa a los pies de Jesús para rogarle con insistencia, reconoce que Él, el Maestro, es el Señor de los casos aparentemente perdidos. Por eso le dice: “Mi hija está en las últimas”. Es importante la frase, porque nos habla de Él como su única esperanza, la que nace de una espera tensa y angustiosa. Las peticiones que le hace tienen un hijo conductor y aumentan en hondura: “ven”, “pon las manos sobre ella”, “para que se cure”, “y viva”.

Acompañemos la escena. Van a prisa, en medio del gentío. Intente situarse en los sentimientos de Jairo; con certeza queriendo acortar los pasos, llegar luego, abrirse camino. Y es justamente en esta circunstancia donde se presenta el caso de la mujer con un flujo de sangre, la que iba de mal en peor. Son dos situaciones durísimas. Y una no es más importante que la otra. Las dos son emergencias. Pero, recuerde que se trata de un padre esperando llegar. Jairo guarda silencio; son varios los versículos que transcurren con el caso de esta mujer enferma, aparecida en el camino.

Mientras que la niña de Jairo, en las últimas, no tuvo condiciones de acercarse a Jesús. La mujer sí la tuvo.
Aún le quedaba algo de fuerza para tímidamente tocar su manto e impedir que la vida se le desperdiciara mediante la pérdida de su sangre. Cuando lo hizo, “inmediatamente se secó la fuente de sus hemorragias”. Situemos el hecho de esta curación mientras Jairo iba de camino. Ha sido testigo de un acontecimiento que pudo afianzar su fe. El camino que escogieron no fue el equivocado, sino el necesario.

Llegaron los mensajeros, en medio del camino, para condicionar la fe de Jairo con la noticia: “tu hija se ha muerto”. Jairo mantuvo el silencio. Jesús interviene con las sabias palabras: “No temas; basta que tengas fe”. No falta en la vida gente especialista en sembrar desánimos, ágiles para dar malas noticias. Pero tampoco falta gente que insisten en que mantengamos la mirada y la confianza en el único que puede dar paz y salud.

Cuando Jesús llega no son necesarios los lloros desesperados. Llorar con desesperación es ignorar su presencia, su persona. En medio de las burlas ante lo que Él podría realizar, está su firmeza y su autoridad, con la cual dijo: “Contigo hablo, niña, levántate”. Y así sucedió.

Señor: queremos encontrarte en medio del camino. Si no podemos tocarte, tócanos tú a nosotros, levántanos de dónde estemos caídos. Mira si la vida se nos va inútilmente. Devuélvenos la santa paz que tanto necesitamos; ella nos trae la salud, nos permite vivir y no agonizar. Danos la confianza de Jairo, él no escuchó comentarios inoportunos, sino que se mantuvo firme en tu Palabra.

  1. ¿Cómo está mi confianza en Jesús?
  2. ¿Me dejo condicionar por comentarios inoportunos o mantengo el oído en la Palabra de vida?
  3. ¿Busco en Jesús la paz y la salud necesarias para echar a andar y servir?