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CUANDO DIOS “PESA” DENTRO NO MUEVE EL QUÉ DIRÁN

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EVANGELIO DE HOY: 8/2/22 (Mc 7,1-13)

El evangelio hoy nos habla de un grupo de fariseos y escribas que se acercaron a Jesús inquietos porque Él y sus discípulos no se lavaban las manos para comer. Llama la atención el contraste entre la quietud del Maestro y los Doce en su actuación y el nerviosismo de los que se han aferrado a la tradición.

Se observa en quienes cuestionan a Jesús la tentación en la que han caído y en la que nosotros también podríamos caer: ir acomodándose a criterios humanos, ligeros de sobrellevar…. La comodidad crea costumbre, y esta costumbre light poco a poco vacía de Dios.

Cuando el corazón está vacío de Dios crece la hipocresía denunciada por Jesús. Cuando Dios pesa dentro hay una libertad de espíritu que permite actuar desde una convicción honesta. No mueve el qué dirán. Lo único que interesa cuando Dios pesa dentro es no defraudar su voluntad: “un corazón unido al de Él, configurado”.

Si esta intimidad faltase, entonces la ansiedad aumentaría, porque el corazón humano, como cierto día dijo el papa Francisco: “No puede estar desocupado”. El evangelio de hoy deja claro el desafío de escoger de qué queremos llenar el interior. Lo que habite en el interior gobernará nuestra vida.

El pasaje deja evidente el dolor en las entrañas de Dios cuando constata que su humanidad, con frecuencia, echa de lado sus deseos para aferrarse a cosas mal interpretadas y mal manejadas. En la escuela de Jesús aprendemos lo que significa honradez y sinceridad de corazón. Quien esté dispuesto a morir a sí mismo está iniciando el camino de la santidad y de comunión profunda con el Señor.

Para iluminar la reflexión meditemos con esta oración atribuida a Santo Tomás de Aquino:

“Señor: que no desee nada que está fuera de ti… Dame a menudo llevar mi corazón hacia ti y, cuando falto, medir mi falta con dolor, con un firme propósito de corregirme.

Dame, Señor Dios, un corazón vigilante que ningún pensamiento de curiosidad me arrastre lejos de ti; un corazón noble que ningún afecto indigno lo rebaje; un corazón recto que ninguna intención equivocada desvíe; un corazón firme que ninguna adversidad rompa; un corazón libre que ninguna pasión violenta lo domine.

Concédeme, Señor, Dios mío, una inteligencia que te conozca, una atención que te busque, una sabiduría que te encuentre, una vida que te complazca, una perseverancia que te espere con confianza y una confianza que al fin te posea… Amén”.

  1. ¿Alguna cosa me está distrayendo de la vida desde el interior?
  2. ¿Estaré aferrado a algo que ha perdido su razón de ser?
  3. ¿Cómo vivo la honestidad espiritual?