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ESPERAR MIGAJAS EN EL SUELO: RECIBIR MANJARES EN LA MESA

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EVANGELIO DE HOY: 10/2/22 (Mc 7,24-30).

Hoy se nos presenta el pasaje donde una mujer griega aprovecha la ocasión en que Jesús se aloja en una casa en la región de Tiro (fronteriza). Comentando el acontecimiento bíblico, Francisco de Sales afirma que la fe grande, que ella manifiesta, tiene tres características: confiada, perseverante y humilde. Nosotros vamos a intentar desarrollar dichas dimensiones a partir del relato, buscando luz para nuestras vidas.

CONFIADA

No se entiende la fe sin la confianza. Alguien comparó la fe como el salto del trapecista al vacío confiando que la mano del amigo lo agarrará impidiendo que caiga al suelo. Por la hondura de la fe se mide, entonces, la confianza. En la escena del texto, esa señora, madre, entra sin que la inviten en la casa donde Jesús está alojado.

Lo que le mueve es sencillamente, la desesperación de que su hija esté presa por el mal. Esta mujer ha descubierto en Jesús la fuente del bien, capaz de liberar a su hija. Entró en la casa y no saldría sin su propósito. La hija, quizás sin saberlo, sólo contaba con el ahínco de quien se compadeciera e intercediera por ella, su madre.

PERSEVERANTE

La mujer le rogaba a Jesús que sacara el demonio de su hija. Sorprende la respuesta que Él le da: “No está bien echarles a los perros el pan de los hijos”. Es un tipo de “boche” público, que a cualquiera pudiera desanimar, y hacerlo marcharse con aires de frustración.

Pero, por la coherencia del comportamiento de Jesús, su reacción pudiera estar vinculada a un despertar de la conciencia de todos los presentes. Ya Jesús había percibido el talante espiritual de esa señora; se habría impactado que una mujer considerada pagana entrara a buscarlo y confiara en Él. Pero al comunicarse, primero se sitúa en la mentalidad de los judíos, para que, posteriormente, los judíos aprendiesen sobre los pensamientos de Dios. Ella aguarda, pacientemente, el desenlace.

HUMILDAD

Recordemos que esta madre está en el suelo, a los pies de Jesús. Ella es la perrita que espera migajas, lo confirman sus palabras: “también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños”. Esto recuerda un día en que un fraile le llamó a san Martín de Porres: “perro mulato”; pero el santo no se enojó, porque le gustaban mucho los perros.

El hecho hizo que el dominico agresor se convirtiera. En el caso del pasaje: a la mujer no le disgusta ser relacionada con el animal, lo que le interesa es “comer las migajas” que le devolverán la vida. Ella esperaba migajas, pero Jesús la eleva a la dignidad de los hijos y la hace disfrutar del manjar en la mesa: “Anda, vete, que, por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija”.

Señor: nosotros también queremos una fe grande, una fe adulta. Esa fe que espera pacientemente, sin temor a ser defraudada. Una fe que busca, que entra, que toca, que se echa a los pies y espera respuesta. Danos la gracia de la confianza, la perseverancia y la humildad. Queremos sorprendernos cuando buscando migajas tú nos eleves a la mesa de los manjares.

  1. ¿Me ofendo por cualquier cosa, o busco la vuelta para perseverar en la fe?
  2. ¿Cuál es la manera que tengo para pedir a Jesús y qué cosas pido?
  3. ¿Cómo y con qué estoy alimentando mi fe para crecer en confianza?