Vie. Sep 20th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

SEAMOS ÁRBOLES PLANTADOS: EN LAS RAÍCES DE LAS BIENAVENTURANZAS.

3 min read

EVANGELIO DE HOY: 13/2/22 (Lc 6,17.20-26)

Se ha dicho, y con razón, que las bienaventuranzas son el resumen del evangelio. Y el pasaje de hoy, comprendido en el conjunto de las lecturas, nos permite meditar que este proyecto de vida hacia la santidad es el camino para echar raíces espirituales consistentes. Las bienaventuranzas son un itinerario práctico, que como a Jesús y a los suyos, nos baja del “monte” y nos sitúa en el “llano” de la vida.
 
La primera bienaventuranza es referida a los pobres. Ella es la que abre la puerta de salvación. La pobreza es, por así decir, el peldaño que inaugura la escalera para subir al cielo. Como concepto implica “deseo”. En la Biblia, pobre es quien desea algo y no puede conseguirlo, entonces se abandona en Dios como refugio. A su vez “pobre”, en su sentido bíblico, también es el “justo”; por tanto éste construye comunidad según lo quiere Dios.

La pobreza también es una actitud de vida, una disposición de tener a Dios y a sus cosas como primacía y horizonte; es desprendimiento, silencio, ausencia de distracciones. La santa pobreza lleva a liberarse de todos los apegos materiales dando centralidad a quien es primero entre los resucitados, y que da sentido a la fe.
 
Entrando por la puerta de la santa pobreza nos encontramos con el hambre bendita. El hambre que tiene valor es aquella que empuja, que persigue, que pone en movimiento. Sin hambre de Dios y su justicia nadie se mueve. Cuando una gente tiene hambre sólo piensa en comida. En este aspecto, la bienaventuranza bendice el apetito que busca saciarse con los manjares del Reino de Dios.
 
En caso de que el pobre, como venimos tratando, no pueda satisfacer su hambre, y llore; también esos lloros son sagrados, porque vienen ante la impotencia de no poder ver la realización del sueño de Dios. Esos gritos no quedarán olvidados, ignorados, defraudados. Llorar por el Reino, por el bien de los demás, es un camino de santidad.
 
Este proyecto de vida tiene una consecuencia, y en su discernida visión el Señor nos lo deja saber: odio, exclusión, insultos, infamia… porque la ruta de las bienaventuranzas es la misma de Jesús… y de todos sus seguidores. Por eso, y con razón, esas señales son motivos de gozo y de alabanza, porque significan entrada en el cielo.
 
Los “¡Ay de ustedes!” en Lucas son un llamado de atención para cambiar de vida. El Señor no nos quiere, según denuncia el Salmo: siguiendo el consejo de los impíos, ni entrando por la puerta del pecado, ni sentados en la reunión del cinismo; porque esto nos convertiría en paja arrebatada por el viento, y acabaríamos muy mal.
 
Señor: danos la gracia del buen discernimiento, aquel que permite escoger tu ruta de vida. Sin esa gracia seríamos cegatos dando tropiezos. Necesitamos firmeza, Señor, echar raíces en la solidez de tu Palabra. Danos el gusto por tus cosas, así las meditaremos de día y de noche. No queremos, al final de esta corta vida, considerar que desperdiciamos los años en errores. Haznos árboles bien plantados, con hojas lozanas que hablen de santidad.


1. ¿Las bienaventuranzas: son para mí proyecto de vida?
2. ¿Qué pobreza vivo, qué hambre tengo, por qué lloro…?
3. ¿En dónde está mi dicha?