SUBIR AL MONTE ES NECESARIO: BAJAR ES FUNDAMENTAL.
3 min readEVANGELIO DE HOY: 19/2/22 (Mc 9,1-12).
El pasaje de hoy nos presenta el episodio de la transfiguración de Jesús en el monte, teniendo como testigos a Pedro, Santiago y a Juan. Meditaremos algunas cosas que aprendemos de Jesús para nuestra madurez espiritual.
La cultura bíblica nos presenta la montaña como escenario de encuentro con Dios. En ésta Él se manifiesta, se revela, se expresa. Se sube al monte para hablar con Dios. Y lo más interesante de todo es que, cuando se llega, ya Él estaba ahí primero. Algunos guías espirituales le llaman a estos espacios: “momentos fuertes de Dios”. Llega la imagen del camello que almacena agua para atravesar el desierto.
En la montaña Jesús se transfigura, o sea, se “transforma”, “cambia de forma”, “trasciende su apariencia”, encarnando la gloria del Padre: su rostro se puso brillante, resplandeciente, fulgurante, como el sol, y sus vestidos blancos como luz (v.2; Mc 9,3; Lc 9,29; Dn 7,9-10). El hecho recuerda la piel del rostro de Moisés, radiante, al bajar del Sinaí (Ex 34,29). Cuando la persona tiene por costumbre entablar diálogo y estar muy unida a Dios, la bondad que vive internamente se trasluce hacia fuera. Si la malicia en un rostro se visualiza, la santidad con mayor naturalidad se expresa, porque ella es esencial de nuestro origen.
Interesa considerar que el “monte”, bien puede entenderse literalmente, como un apartarse del ruido y dirigirse a las alturas del silencio; o bien puede comprenderse como la decisión de “subir al monte interior”, habitar el monasterio que se lleva dentro, y decidirse por un tiempo serio para Dios, aun siendo en la soledad de su propia casa, en medio del barrio o de la ciudad.
¿Qué sucede en el monte? La conciencia de estar con Dios, exige silencio. Por esto dice el pasaje: “Este es mi hijo amado, escúchenlo”. No son las ocurrencias e inventos humanos a los que hay que poner atención. Por tal motivo, Pedro fue silenciado e interrumpido mientras proponía quedarse allí y hacer tres chozas.
Se comprende que la pedagogía del monte consiste en afianzar la fuerza, el deseo de ser fiel a la voluntad de Dios, sin medir las consecuencias, para luego ir a vivir lo acordado. De la misma manera en que la transfiguración y la cruz de Cristo están relacionados, así nuestros momentos fuertes con Dios no nos evitan los embates que hemos de afrontar, sino que nos dan la consistencia para no sucumbir ante ellos.
Si subir al monte es necesario, bajar es fundamental. Pero no se baja como se sube. Hay vitaminas adquiridas, centralidad de espíritu, horizonte claro, fortaleza divina para permanecer.
Señor, aquí estamos, en nuestro monte, en nuestro espacio, entre amigos. Aquí pongamos las cosas claras. Nosotros también queremos cambiar de forma y de interioridad. Necesitamos blanquearnos de la santidad que nos brindas. Queremos llevar tu luz cuando bajemos del monte. E invitar a otros amigos y amigas a que vayan para buscar donde siempre hay y nunca se acaba. Danos la gracia de, con frecuencia, saber subir y saber bajar.
- ¿Cuándo fue la última vez que tuve un tiempo fuerte para estar con Dios?
- ¿He tenido la tentación de no querer bajar del monte?
- ¿Cómo me ayuda la experiencia seria con Dios a permanecer fiel a mi compromiso cristiano?