Vie. Sep 20th, 2024

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BENDECIR A DIOS EN TODO MOMENTO: DEVOLVER AMOR SIN DISTINGUIR A LOS HERMANOS.

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EVANGELIO DE HOY: 20/2/22 (Lc 6,27-38).

 
El evangelio de este domingo retrata el corazón de todo el evangelio; es nota que distingue la propuesta de Jesús. Y tiene varias etapas. Meditemos:
 
Se comienza con la actitud que ha de tenerse con los agresores que lastiman el interior, de quienes se recibe: enemistad, odio, maldición, injuria… El Señor parte del caso extremo de las relaciones, para dejarnos sin excusas sobre cómo hemos de responder en estas situaciones. Observemos que estas referencias tienen que ver con sentimientos, con la dimensión de espíritu… Se nos manda, no se nos aconseja, a que le amemos, hagamos el bien, y oremos. Y uno se pregunta: ¿de dónde sacar todo esto?, ¿cómo disolver veneno y devolver amor? Continuemos:
 
Luego de la dimensión interna, el Señor abarca cómo hemos de reaccionar con quienes nos hacen daño en cosas más externas: en asuntos de agresión física (pegar en la mejilla), de robo de pertenencias, solicitudes, préstamos)… En su mandato, esta vez, hay un matiz de indiferencia, de no hacer caso, de dejar pasar, relativizar, de ahí que dice: presta la otra mejilla, déjale también la túnica, dar, no reclamar… Notemos que el Señor nos manda a volar alto; el corazón enamorado de Dios no se entretiene con chucherías.  Seguimos:
 
A partir de las ordenanzas, el Señor las desarrolla y las justifica: llama la atención la importancia que le da al trato para con los demás. Aquí está la escuela de santificación. Tratar con esmero a los demás independientemente de cómo lo hagan con uno, porque no se trata de un intercambio, sino de una respuesta de gratitud de lo que hemos recibido, no de la gente en sí, sino del mismo Dios.
 
¿Y cómo se comienza o se afianza todo este itinerario de vida? Hay que tener claro el mérito a ser alcanzado para no fracasar en el intento. El mérito es este: ser parecidos al Padre, hijos e hijas del Altísimo, como Él buenos y compasivos; y se añaden más cosas, que vienen como “ñapa” para acabarnos de purgar: no juzgar, no condenar, perdonar, dar… Nos lo dice claro: lo que son y hacen, eso mismo recibirán, pero con medida generosa, colmada, remecida, rebosante…
 
Todo está hermoso, pero aún no queda claro cómo se inicia a vivir todo esto. Pues bien, el Salmo de hoy da una clave extraordinaria. Muy seria. Y no es broma. Si comenzamos a vivirla es cuestión de tiempo breve para comenzar a ver sus frutos:
 
“Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios”. La persona que bendice a Dios el día entero no tiene menudo para devolver las ofensas, no tiene fuerza para odiar, para archivar recuerdos tristes… porque la actitud de bendecir siempre santifica el alma, la eleva, la direcciona al cielo.

Sólo bendice la persona que tiene memoria para recordar todo lo que Dios ha hecho. No hay otro camino. Bendecir y empezar a amar. A estas alturas, llama san Pablo a la persona “espiritual”. Espiritual es quien se esfuerza por corresponder a las cosas del Espíritu Santo, fortalecido por la vida sacramental y la fuerza de la comunión. Este salmo es nuestra oración de hoy.
 

  1. ¿En qué sentido quienes nos lastiman son nuestros bienhechores?
  2. ¿De qué me alimento espiritualmente para disolver veneno y corresponder con amor?
  3. ¿Sé memorizar, reconocer, los favores recibidos de Dios? ¿Cómo esto se refleja en el trato que doy a los demás?