UN SOLO SEÑOR Y UN SOLO MAGISTERIO
3 min readEVANGELIO DE HOY: 22/2/22 (Mt 16,13-19).
Hoy celebramos la fiesta de la cátedra de Pedro, realizada en Roma desde el siglo IV, haciendo referencia a la unidad de la Iglesia. La “cátedra” evoca la autoridad del obispo para enseñar, guiar, conducir desde el Evangelio a todo el Pueblo de Dios. En este caso, Pedro es el primero entre los apóstoles, hecho que evoca al primero quien dijo la profesión de fe más profunda sobre la cual nos hemos apoyado los cristianos de todos los tiempos.
El Señor, en diálogo con sus discípulos, pregunta por su identidad, y Simón Pedro responde: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Cuando le llama “Mesías” le reconoce el Ungido de Dios, el Cristo, el que ha llegado, se ha encarnado en medio de nosotros procedente de Dios vivo; Dios aconteciendo, actuando, palpitando, real, aquí y ahora, sin final. Dios vivo es Dios aliento, soplo, Espíritu… “El Hijo de Dios vivo” es como decir “el Resplandor del mismo Fuego”, “Dios de Dios”, “Luz de Luz”…
¡Cuántas cosas dijo Simón en dos sencillas y profundas frases! Con certeza, la relevancia de éstas no consisten en haberlas dicho en sí; sino en la profunda sinceridad con que habría comunicado tal profesión. Imaginémosle mirando a nuestro Señor fijamente, y el Señor captándole la verdad de su interior, el peso de su argumento, la autenticidad de sus palabras. Y luego nace, por así decir, como una hermosa alianza: el discípulo le ha dicho al Señor lo que convencido cree; y el Señor le retorna generosamente la dignidad alcanzada. No le manda a decir, sino que directamente le deja saber: “Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”.
El Señor le reconoce dichoso: Ahí, en Simón, fue a posarse la gracia divina de la revelación. Sí, en un sencillo pescador, trabajador, hombre de pueblo… Le alcanzó la dicha a Pedro, por su corazón de oro, su transparencia y ocurrencias espontáneas, por haber callado obedientemente a tantos boches y correcciones, por haberse dejado formar, acompañar, transformar, convertir y crecer… Entonces, en la lógica del Señor, ese pobre hombre pasa a llamarse “Pedro”, “Piedra”.
La imagen de la Piedra y la Profesión son inseparables. “Somos las palabras que comunicamos”. Es en esa verdad profesada y personificada donde el Señor edifica su Iglesia. Esta verdad es la puerta que da acceso al Reino. Entrar por ella significa caminar juntos. El Señor le confía las llaves del cielo, con copias universales, las que dan acceso a “atar” y a “desatar”. Significa que Él ha delegado autoridad para administrar su santidad en la tierra; cielo y tierra tienen un puente. Y Él providencia, en su infinita misericordia, el discernimiento para custodiar, a pesar de las fuerzas contrarias, un solo Magisterio, el de un solo Señor.
Señor, te pedimos perdón por las veces que tuvimos la tentación de vivir como cristianos, pero a nuestro estilo, a nuestro aire, a nuestra manera. Danos luz para comprender y acercarnos al misterio de la comunión, porque ahí, en la unidad de tu Iglesia, mandas la bendición. Queremos, en la actitud de Pedro, y en la profesión que hemos asumido como verdad de vida, ser dichosos. No queremos ser cristianos en “nuestras casas”, sino en comunidad, en camino, en diálogo y escucha permanente. Gracias, Señor, porque nos guías por senderos justos, por el honor de tu Nombre.
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