Mié. Sep 18th, 2024

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IMPEDIR EL BIEN CIERRA LAS PUERTAS: ACOGERLO, ABRE EL FUNDAMENTO DE COMUNIÓN.

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EVANGELIO DE HOY: 23/2/22 (Mc 9,38-40). 

Se nos presenta en el pasaje de hoy la intervención de Juan, el más joven de los discípulos, informando a Jesús que vieron a uno echando demonios en su Nombre, y quisieron impedírselo porque no era de los suyos.
 
La figura y la postura de Juan también nos retrata a nosotros cuando aún no hemos alcanzado una fe madura que permita admitir y valorar el bien que se hace independientemente de quién lo haga. En ocasiones hemos sido testigo de quejas internas o externas por alguien que, quizás, esté repitiendo lo mismo que uno hace en la pastoral, y el modo en como lo hace; pues el pasaje de hoy nos invita a elevar la mirada al cielo y a centrar el corazón en el gozo de contemplar la obra de Dios aconteciendo y creciendo. El bien es un río de gracia, y la alegría del creyente ha de estar en que, cada vez, más personas conozcan el Nombre de Jesús. El Nombre de Jesús y Jesús son sinónimos.
 
“No se lo impidan” dice el Señor. Es la postura de quien está convencido de que las cosas de Dios son participativas… Todos los aportes, por más pequeños que sean, que se sumen al Reino, son bienvenidos. “Uno que hace milagros en mi Nombre no puede luego hablar mal de mí”. Ese “uno” iba por los caminos hablando bien de Jesús… Hablaba bien a sus espaldas. Iba sumándole seguidores con toda discreción. ¿Quién sería ese? Quizás uno de tantos que le acompañaban en las multitudes, a quien le había llegado la luz del Salvador. Alguien de buena voluntad y que, hasta donde le dio el discernimiento, quiso también colaborar con la obra del Reino.
 
Observemos que era “sólo uno”… pero que hacía la misión sin formar parte de la comunidad. ¿Qué nos dice Jesús?, ¿nos apoya a hacer las cosas por nuestra cuenta? No. Aquí estamos ante su sabiduría, quien sabe que, las aguas de los riachuelos convergen al mismo mar. La fuerza del bien arrastra, convierte, transforma. El mismo bien educa para alcanzar un bien mayor. Impedir, enfrentar, objetar corta de raíz la posibilidad de integración, mientras que la acogida alimenta la comunión, y abre las puertas. Grandes personajes bíblicos, como Moisés, iluminan la meditación: “Ojalá que todo el Pueblo de Dios profetizara” (Nm 11,29).
 
Señor: queremos pedirte perdón si alguna vez, por celos y hasta gotas de egoísmo, incidimos con nuestras opiniones y comentarios para excluir a alguien de tus proyectos. Edúcanos, buen Jesús, en tus enseñanzas, danos apertura de mente y corazón; ayúdanos a valorar el bien, a reconocerlo, y que con nuestro testimonio la gente se sienta tan acogida que no quiera alejarse de tu comunidad. En tu Nombre, Señor, nos encontramos todos.
 
1. ¿Sé reconocer y valorar el bien independientemente de quien lo haga?
2. ¿Cómo colaboro para que el bien que hacen los demás sea cada vez mejor?
3. ¿Soy una persona que se esfuerza por incluir a los demás? ¿Busco argumentos de inclusión en medio de posturas excluyentes
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