La independencia, don y tarea
3 min readP. JOSÉ PASTOR RAMÍREZ
Gabriel Marcel define al ser humano como “homo viator”. Es decir, persona viajera, itinerante. La vida humana es un viaje con un principio y un destino. Es un camino, una peregrinación que hacemos junto a otros, con la posibilidad de crecer humana y espiritualmente. San Teresa de Ávila, también, habla de la vida espiritual como un camino. Jesús envía a sus discípulos a un viaje. Les dice, explícitamente, que han de presentarse ligeros de equipaje, llevando sólo lo esencial. Él sabe que el tener y el poder asfixian el testimonio.
Con los taínos, los primeros habitantes de este terruño caribeño que hoy se llama República Dominicana, dio inició un grande drama de irrespeto a la persona que se ha prolongado en el tiempo de diversas formas hasta hoy. Caía la tarde sobre esta virgen isla siendo propiedad de un reino y nos sorprendía la aurora perteneciendo a otro. Nos convirtieron en un simple objeto de intercambio mercurial.
Por otra parte, fuerzas invasoras pretendieron en el tiempo eliminar el castellano como idioma, prohibir la expresión de la fe cristiana y las reuniones, se quiso eliminar la tradición ganadera, se impusieron otros códigos civiles, se impuso el servicio militar obligatorio, entre otras cosas. Han sido años de sufrimiento y desazón para Quisqueya y sus habitantes. Se nos anexó a otro reino.
Reconquista de Identidad
En tales circunstancias, la independencia constituyó una verdadera reconquista de una identidad desfigurada que buscaba delinear los rasgos genotípicos y fenotípicos de nuestra identidad cultural que languidecía a causa del intruso invasor. Fue una labor que costó la vida de muchas personas. Lo hicieron para salvaguardar nuestra dignidad. Hoy podemos asignar, con orgullo, el título de mártires de la patria a esos dominicanos comprometidos con la gesta independentista.
Sin embargo, la ligereza de actuación que exhiben algunos dominicanos en lo concerniente al cuidado de nuestra cultura, de nuestra identidad, de nuestra honorabilidad exige preguntarse ¿Los dominicanos somos conscientes de lo que costó nuestra soberanía nacional? Me reservo la respuesta, simplemente describo algunas conductas para que sea el mismo lector quien juzgue.
El comportamiento deplorable que exhiben diplomáticos, militares, funcionarios y empleadores al traficar con documentos falsos para beneficiarse económicamente, estos personajes mancillan la patria y la venden por cheles; legisladores que aprueban proyectos de leyes o convenios bilaterales sin leerlos ni analizarlos a cambio de prebendas económicas; ciudadanos que ignoran las leyes y apuestan al caos; funcionarios que asumen cargos para “buscar lo suyo” ignorando que el erario público es algo sagrado, que ha de invertirse en el desarrollo y crecimiento del país.
A esto se refiere Gabriel Marcel cuando habla de ese “yo egoísta”: El otro se vuelve, simplemente una caja de resonancia, de la complacencia de sí mismo. Se utiliza a las personas y a las instituciones para lucrarse sin importar las consecuencias.