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La independencia, don y tarea

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P. JOSÉ PASTOR RAMÍREZ

Gabriel Mar­cel define al ser humano como “ho­mo viator”. Es decir, persona viajera, iti­nerante. La vida humana es un viaje con un principio y un destino. Es un camino, una peregrinación que ha­cemos junto a otros, con la posibilidad de crecer hu­mana y espiritualmente. San Teresa de Ávila, tam­bién, habla de la vida espi­ritual como un camino. Je­sús envía a sus discípulos a un viaje. Les dice, explícita­mente, que han de presen­tarse ligeros de equipaje, llevando sólo lo esencial. Él sabe que el tener y el poder asfixian el testimonio.

Con los taínos, los prime­ros habitantes de este terru­ño caribeño que hoy se lla­ma República Dominicana, dio inició un grande drama de irrespeto a la persona que se ha prolongado en el tiem­po de diversas formas hasta hoy. Caía la tarde sobre esta virgen isla siendo propiedad de un reino y nos sorprendía la aurora perteneciendo a otro. Nos convirtieron en un simple objeto de intercam­bio mercurial.

Por otra parte, fuerzas in­vasoras pretendieron en el tiempo eliminar el castellano como idioma, prohibir la ex­presión de la fe cristiana y las reuniones, se quiso eliminar la tradición ganadera, se im­pusieron otros códigos civi­les, se impuso el servicio mi­litar obligatorio, entre otras cosas. Han sido años de su­frimiento y desazón para Quisqueya y sus habitantes. Se nos anexó a otro reino.

Reconquista de Identidad

En tales circunstancias, la independencia constituyó una verdadera reconquista de una identidad desfigurada que buscaba delinear los ras­gos genotípicos y fenotípicos de nuestra identidad cultural que languidecía a causa del intruso invasor. Fue una labor que costó la vida de muchas personas. Lo hicieron para sal­vaguardar nuestra dignidad. Hoy podemos asignar, con or­gullo, el título de mártires de la patria a esos dominicanos comprometidos con la gesta independentista.

Sin embargo, la ligereza de actuación que exhiben algunos dominicanos en lo concerniente al cuidado de nuestra cultura, de nuestra identidad, de nuestra hono­rabilidad exige preguntar­se ¿Los dominicanos somos conscientes de lo que costó nuestra soberanía nacional? Me reservo la respuesta, sim­plemente describo algunas conductas para que sea el mismo lector quien juzgue.

El comportamiento de­plorable que exhiben diplo­máticos, militares, funciona­rios y empleadores al traficar con documentos falsos para beneficiarse económicamen­te, estos personajes mancillan la patria y la venden por che­les; legisladores que aprue­ban proyectos de leyes o con­venios bilaterales sin leerlos ni analizarlos a cambio de pre­bendas económicas; ciuda­danos que ignoran las leyes y apuestan al caos; funcionarios que asumen cargos para “bus­car lo suyo” ignorando que el erario público es algo sagra­do, que ha de invertirse en el desarrollo y crecimiento del país.

A esto se refiere Gabriel Marcel cuando habla de ese “yo egoísta”: El otro se vuelve, simplemente una caja de reso­nancia, de la complacencia de sí mismo. Se utiliza a las per­sonas y a las instituciones para lucrarse sin importar las con­secuencias.