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SEAMOS SALEROS DE DIOS EN EL MUNDO

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EVANGELIO DE HOY: 24/2/22 (Mc 9,41-50)

En este día que comienza el Señor nos dice “Que no falte entre ustedes la sal”. La “sal” es un elemento práctico, sencillo, cotidiano, a la cual todos tenemos acceso. La sal es referencia primera en una cocina, sin ella todo se modifica, su ausencia pone en movimiento. El uso de la sal, en el mundo bíblico era múltiple, variado, y conocido; como nosotros, empleada principalmente para sazonar, preservar los alimentos, curar…
 
Si meditamos el pasaje bíblico a partir del valor espiritual de la sal pudiéramos considerar lo siguiente: el Señor nos pone las cosas sencillas para que nadie se quede sin santidad. Recupera el valor de los pequeños gestos, como el hecho humilde de “dar un vaso de agua” a quien camina en Nombre del Señor. Si uno se pregunta, cómo ser sal en el mundo, entonces tenemos aquí la referencia. La imagen del “vaso de agua” sintetiza los más diversos pormenores y delicadezas que reflejan el respaldo a la Obra del Señor, y que integran a todos, sin diferencias.
 
Esas personas sencillas que dan lo que tienen y pueden, representan esos pequeños “saleros” disponibles para dar el toque necesario y poner sabor a Dios en los caminos de la vida; pudieran pasar desapercibidas, pero el Señor las recupera y las valora. Nos advierte a todos nosotros no escandalizar la fe que les sustenta.
 
El escándalo a la gente sencilla, llamados por el Señor “pequeños” pudiera provenir, en la lógica del texto, de lo siguiente: al “dar el vaso de agua”, lo hacen con la conciencia de que sirven a un seguidor del Mesías; esperan de éste los valores cristianos; si se encuentran con otra cosa, que no sea la sal de Cristo, entonces se lastima su fe. Lastimamos la fe de los pequeños cuando les decepcionamos, no siendo por dentro lo que reflejamos por fuera.
 
 El Señor es bien estricto con la advertencia de los escándalos y aquí no bromea. Por eso manda a “quitar” de nosotros los miembros que nos llevan a caer: “manos”, “pies” y “ojo”. ¿Cómo entender? Por más seductoras que sean las tentaciones, han de cortarse de raíz, sin sentimientos, sin consideraciones. No querer defraudar a Dios ni a la gente creyente esto es temor de Dios. Y este santo temor ofrece la fuerza para suspender cualquier vía o camino que le lleve a uno a provocar escándalos.
 
Señor: que nunca nos falte la sal. Queremos estar muy unidos a ti para no volvernos sosos ni insignificantes en la sociedad. Deseamos preservar tu presencia viva, el reflejo de tu gracia y de tu amor. Ayúdanos a ser gente de cura, gente de bálsamo y consolación. Como bien nos aconsejas, que nuestras vidas sean instrumentos de paz; que cuando nos vean, lejos de provocar escándalos, recordemos que tú existes y que estás en medio de nosotros, en nosotros mismos.
 

  • ¿Cómo está mi sal?
  • ¿Soy salero de Dios en medio de mi comunidad?
  • ¿Cómo ayudo a preservar la fe de los más sencillos?