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LO QUE DIOS HA UNIDO:
PERMANEZCA UNIDO EN DIOS

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EVANGELIO DE HOY: 25/2/22 (Mc 10,1-12).

Los fariseos se acercan a Jesús, y nos percatamos que tal “acercamiento” revela sus intenciones; las mismas quedan manifiestas cuando le preguntan: “¿Le es lícito a un hombre divorciarse de su mujer?”. La malicia se deja sentir. La cuestión planteada no gira en torno a la unión entre esposos, sino a la separación de los mismos, y de forma legal.

Cuando Jesús les pregunta sobre lo que ha escrito Moisés al respecto, los fariseos responden: “… permitió divorciarse, dándole a la mujer una carta de repudio”. Observemos que el diálogo refleja la mentalidad judía de la época. Aquí el hombre es quien toma la iniciativa y la decisión de separarse. Pero Jesús da un salto más antiguo a la ley plasmada, sin contradecir a Moisés; lo justifica al argumentar que él, por la terquedad de los hombres, tuvo que dejar instaurado tal precepto.

Jesús va al corazón de las cosas, donde todo comienza, antes de las leyes; alcanza el sueño original de Dios: “Los creó hombre y mujer. Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer, y serán los dos una sola carne”.

El único “abandonar”, en el sentido del texto, que en los planes de Dios se refleja está remitiendo a la casa paterna, a la familia de origen, para salir, y así inaugurar, con su esposa, otra realidad. De igual manera, la mujer también se somete a la renuncia para alcanzar la dinámica de una nueva creación. Importa considerar que aunque se hable de “hombre” y “mujer”, la iniciativa de unirse surge por el impulso de la voluntad de Dios, y de ahí su bendición.

Podemos considerar que en el matrimonio, hombre y mujer serán “una sola carne” gobernada por el Espíritu Santo. Por tal motivo, respetar el matrimonio es respetar al mismo Dios. Lo que Dios ha unido en Dios permanece. Dios es el centro de aquellos dos a los cuales ha unido bajo el fundamento del amor, de la santidad. De ahí que el adulterio sea tan doloroso en el corazón del Creador.

Señor: en esta mañana te pedimos por la santidad de los matrimonios. Tú que has bendecido tal unión no permitas que las fuerzas enemigas se introduzcan para estropear tu sueño. Que la presencia y permanencia de tu Espíritu Santo, en ellos, les renueve el amor, para que no se cansen de perdonar, de admirar, de renacer, de revitalizar. Dale, Señor, la gracia del respeto y de la caridad; que te vean a ti en sus propios rostros. Ayúdales en la firmeza y en la templanza para no desanimarse ante los embates de los años transcurridos, que no se aburran de permanecer, porque en ti, Dios Santo y Bueno, todas las cosas se renuevan. Que nunca envejezca su amor. Manda lluvia de paz sobre todos los matrimonios. Y que al amparo del Santo Rosario se rompan todas las cadenas que amenazan contra él.

  1. ¿He tenido la tentación de abandonar mi alianza por cualquier cosa?
  2. ¿Por qué la fidelidad y la felicidad son hermanas gemelas?
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