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INFANCIA ESPIRITUAL EN TIEMPOS DE VIOLENCIA

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EVANGELIO DE HOY: 26/2/22 (Mc 10,13-16).

El evangelio de hoy presenta la corrección de Jesús a los discípulos al intentar impedir que los niños y las niñas se le acerquen. Dos cuestiones les dice: “De los que son como ellos es el Reino de Dios”, “El que no acepte el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Las afirmaciones de Jesús encuentran fuerza y fundamento en toda la tradición bíblica, pues la historia de salvación los integra:

Hay una comunidad infantil en la Sagrada Escritura colaboradora de Dios: recordemos los niños nacidos de mujeres hebreas, cuya sola presencia infunde miedo al poderoso faraón de Egipto; al pequeño Moisés, salvado de las aguas, quien recuperó sus raíces y fue mediador entre Dios y su pueblo; los chiquitos amamantando en el Salmo 8, cuyos balbucear venció a los enemigos y rebeldes… Especialmente, contemplemos al Emmanuel, pues mediante un Niño frágil Dios se hizo presente en medio de nosotros; lo vemos con María, quien lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre.

Con la misma Sagrada Escritura se encontró Santa Teresa del Niño Jesús; uno de los pasajes que le inspiraron su itinerario espiritual fue Isaías 66,13: “Será amamantados en brazos, sobre rodillas serán acariciados. Como a quien su madre consuela, así les consolaré yo”. Se va perfilando, en este sentido, lo que se describe como “infancia espiritual”, la cual consiste en permanecer como niños delante de Dios, reconocer la propia nada, y esperarlo todo de Él. De ahí que ella discierne que, en tal actitud de vida, los brazos de Jesús son los ascensores para subir al cielo.

Cuando Jesús nos da la clave para entrar en el Reino de Dios, pudiera parecer muy fácil; pero realmente exige una seria determinación: recuperar el corazón de niño, siendo adulto, supone morir a sí mismo, vencer el orgullo, la soberbia. Y ahí está el desafío ante el cual tenemos que enfrentarnos. No se puede entablar este combate sin saber qué se obtiene con éste. Nosotros hemos de preguntarnos a dónde llegamos por el camino que vamos, y a dónde queremos ir.

Señor: la malicia es un vicio que se nos fue desarrollando conforme íbamos creciendo. Llegó un momento que empezamos a dudar de casi todo, a mirar con ojos de sospecha, a desconfiar, porque las mentiras y las maldades pequeñas y grandes nos iban diciendo que las cosas no estaban bien; nosotros también nos armamos.

Ahora, ya estamos cansados. Necesitamos que tu gracia sea nuestro escudo. Tenemos ganas de amar con un corazón sincero, recuperar la dulzura, la ternura, la inocencia. Deseamos perdonar, llevar el corazón ligero, borrar recuerdos tristes, volver a abrazar a nuestros amigos. Queremos respirar libertad, espontaneidad, reír, jugar. Relacionarnos unos a otros sin segunda intención.

Hoy, Señor, cuando las armas del mundo se preparan para pelear, tú nos invitas a entonar un cántico de esperanza, porque siempre y en todo momento, el amor triunfa.

  1. ¿Estoy dispuesto a seguir cultivando el corazón de niño?
  2. ¿Quisiera subir al cielo por el ascensor que descubrió Santa Teresa?
  3. ¿Estoy orando para que la humanidad recupere la inocencia primera, se acabe la violencia y reine la paz?