DESIERTO: “GIMNASIO PARA EJERCITAR LA FE”.
3 min readEVANGELIO DE HOY: 6/3/22 (Lc 4,1-13).
Este primer domingo de cuaresma se nos presenta el relato donde Jesús es conducido al desierto y allí es tentado por el diablo. Un detalle que parece pasar desapercibido: “estaba lleno del Espíritu Santo”. Marchó hasta ese lugar con una profesión fundante, la que había recibido al momento del bautismo: “Este es mi Hijo Amado”. Con esta identidad clara, Jesús pudo diferenciar, distinguir, y optar por las verdades de su Padre, y no por las medias verdades colocadas por el demonio.
Las tentaciones apuntan hacia tres propuestas seductoras para el ser humano: la avidez (desear tener cada vez más cosas); el afán de dominio y de poder; la idolatría (adorar una falsa imagen de Dios). Meditemos sobre la respuesta de Jesús a cada colocación, teniendo en cuenta que dichas respuestas mantienen coherencia y relación entre sí:
“No sólo de pan vive el hombre”: a pesar del hambre que el Señor experimenta, se mantuvo firme. El diablo le ofreció aquello que le sería irresistible, pues ya pacientemente lo había estudiado, y aguardó hasta que sintiera la necesidad. Jesús fue sostenido, no por el pan material en ese momento, sino por la fuerza de la fidelidad. En un mundo que promueve el relativismo, el resolver rápidamente, Jesús nos enseña el camino del discernimiento, de la autenticidad, para que acojamos en la vida aquello que genuinamente proviene de Dios. No se trata de tener cosas sin saber el origen de las mismas, ni a dónde nos llevan, ni qué precio ha de pagarse por ellas.
“Al Señor, tu Dios, adorarás y a Él sólo darás culto”: esta es la respuesta para el planteamiento de recibir “poder” y “gloria”. El demonio ofrece lo que considera suyo, pues realmente se trata de un dominio espiritual, a su manera. Se observa donde pudiera caer el ser humano si se dejase cegar por la ambición del “poder” y la “gloria”, si se dejase deslumbrar por falsas luces que lo apartan de Dios. Jesús nos muestra el camino de la honestidad espiritual, para no rendir honores que nos lleven a abrazar la idolatría. Es duro abrazar un “poder” voluntariamente para que luego éste lleve a la perdición definitiva.
“No tentarás al Señor, tu Dios”: en esta respuesta vemos el silencio orante de Jesús, quien no busca aparentar ni demostrar nada. Ha dejado a Dios ser Dios. Nos enseña a no emplear los dones para figurear o hacer teatro. También aquí se observa la tentación de la idolatría, la que lleva al exhibicionismo, y el mal uso de las gracias que el Señor regala para servir y no para auto-referencia.
Señor: hoy la vida también nos presenta unos kilómetros de desierto. El desierto es el lugar espiritual donde nos encontramos solos, asistidos siempre por el Espíritu Santo, pero en libertad para responder conscientemente a todas las provocaciones que llegan para atacarnos. El desierto lo vivimos cada vez que nos confronta la convicción cristiana con las seducciones pasajeras del mundo. Nos apoyamos, en las frases del Salmo que nos afianzan en ti, y nos dicen tu postura: “Se puso junto a mí: lo libraré; lo protegeré porque conoce mi nombre, me invocará y lo escucharé. Con él estaré en la tribulación, lo defenderé, lo glorificaré”.
- ¿Cuál es mi desierto?, ¿me dejo conducir por el Espíritu de Dios para atravesarlo?
- ¿Cuál es el “hambre”, la debilidad, en la cual me siento tentado?
- ¿Cómo voy cultivando la oración y la fe para resistir y permanecer fiel a Dios?