Autoestima y religión
3 min readEl cristianismo fundamenta la fe en el Dios amor. Sin embargo, en el pasado y todavía hoy en algunos sectores de la Iglesia Católica y de otras confesiones religiosas cristianas se exhibe el perfil de un Dios amenazante, generador de miedo, perseguidor y juez implacable que castiga la más mínima transgresión.
Tal visión ha ido perfilando cristianos con una fe infantil, miedosa, culpabilizante que a su vez ha forjado un comportamiento victimista. El resultado de toda esta realidad no puede ser otra que una autoestima y una autocompasión deficientes, que cataloga el cristianismo como una religión que impone un peso insoportable a sus miembros. Era este, precisamente, el eterno conflicto de Jesús de Nazaret con los grupos religiosos del momento.
José-Vicent Bonet, jesuita español, experto en psicología de la religión, ha publicado un pequeño e interesante, libro titulado Teología del “gusano”. Autoestima y evangelio en el que, de manera sencilla y sugerente, denuncia esa forma malsana y pseudo religiosa de vivir la culpabilidad que lleva todavía a no pocos a sentirse como “gusanos” despreciables ante Dios y no como “hijos amados” de un Padre quien siempre acepta y acoge tal cual somos.
La religiosidad auténtica es y ha sido una gran fuerza humanizadora y liberadora del mundo. Pensemos, por ejemplo, en san Ignacio de Loyola, san Juan Bosco, santa Teresa de Calcuta, san Juan Pablo II y otros muchos más.
Pero también hay que reconocer que hombres e instituciones, en el pasado, en nombre de la religión han desfigurado y manipulado la imagen de Dios para oprimir y destruir a otros seres humanos. Ello es una consecuencia directa del egocentrismo humano que daña la autoestima y la autocompasión en la persona.
Según la Terapia Racional Emotiva se puede hablar de neurosis religiosa. Esta consiste en una respuesta emocional y conductualmente disfuncional, generada por la percepción evaluativa de un estímulo. Así pues, según José-Vicent Bonet, la neurosis religiosa está generada por creencias no sanas de carácter religioso sobre Dios, el pecado, la salvación, la otra vida, entre otras.
Esto es el resultado de una educación religiosa impartida por algunas “iglesias” y ha sido llamada, acertadamente, por los terapeutas alemanes Schaetzing y Thomas, “neurosis eclesiogénica”. Se refiere al resultado de la formación y de la educación impartida por tales “iglesias”, en nombre de Dios.
La persona con este tipo de religiosidad llega a pensar que “somos auténticos seres de maldad, merecedores de castigos eternos y que ante los ojos de Dios no somos más que lombrices y gusanos”. Esta idea de Dios hace que nos sintamos gusanos en vez de hijos suyos; además, perjudica el sentido de valía personal, es decir, la autoestima y la autocompasión.
Tal realidad ha generado, en no pocos creyentes, lo que se denomina, la “pérdida silenciosa de la fe”. Más aún, una reacción visceral al tema religioso y a las iglesias. Sin embargo, cuando un individuo ama a Dios y se sabe amado por Él, exhibe en su ser y en su hacer la bondad de Dios que beneficia, sin lugar a dudas, su crecimiento y la convivencia humana. El Dios cristiano es amor.