CUARESMA: TIEMPO PROPICIO PARA LA CONVERSIÓN
3 min readEVANGELIO DE HOY: 9/03/22 (Lc 11,29-32).
El pasaje comienza diciendo que la gente se apiñaba alrededor de Jesús, sin embargo le exigía un signo; respondió que sólo se le dará el signo de Jonás. Meditemos lo acontecido en Nínive con este profeta, para así introducirnos en aquello que el Señor desea de nosotros, “los de esta generación”, los que estamos aquí:
Jonás, profeta desapropiado de sí mismo, no gobernado por su voluntad, sino conducido por Dios; hombre que había muerto y vuelto a nacer, tres días y tres noches en el “vientre de un pez” (la misericordia de Dios), alcanzó docilidad suficiente para hacer lo que el Señor le pedía. Su persona se transformó en un signo del cielo. Se hizo palabra. Se hizo voz. En un día su predicación iluminó la conciencia de los ciudadanos; pudieron reconocerse pecadores. No se defendieron. No reclamaron. No dudaron. Sencillamente se dispusieron a cambiar de vida. La disposición del pueblo a la conversión, habiendo creído en lo anunciado por el enviado de Dios, hizo que el Señor manifestara su misericordia y su perdón.
Es impresionante el interés de Dios por salvar a su pueblo; para tal propósito involucra a sus escogidos. Les da la vocación. Vocacionados, los predicadores y las predicadoras no pueden callar. La voz del Señor en corazones vocacionados para anunciar se vuelve volcán encendido. Es un fuego que no se detiene. Los genuinos predicadores sufren. Se espera que quienes escuchen, reaccionen, tomen postura, no se hagan rogar para acoger aquello que les conviene, para su propio bien.
Pero Jesús es más que profeta, más que predicador. Tampoco es un signo. Es el Hijo de Dios vivo, presente, real, aconteciendo; está aquí, también en esta generación. Desea constatar corazones en movimiento, en procesos de conversión. La Iglesia nos ofrece todo lo necesario para que esta transformación suceda. Tenemos retiros de cuaresma, reflexiones, meditaciones, acompañamiento, sacramentos…. Se hace urgente, de nuestra parte, creer. Creer es aceptar lo que Dios nos revela y quiere de nosotros, corresponderle.
¿Estaríamos nosotros con lentitud para convertirnos ante la Palabra del Señor que se nos da cada día? ¿Por qué resistiremos a la conversión permanente? ¿Qué estaríamos regateando? ¿Hacia dónde iríamos con el camino que llevamos? Realmente estamos sin excusas. Ya todo lo tenemos dado en Cristo Jesús. Se nos invita hoy a abrir los ojos de la fe, a no poner resistencia. Y si ya somos dóciles a su Palabra, se nos pide también que nos afiancemos, que maduremos más, que emprendamos la ruta. La ruta hacia la santidad no se detiene y nunca se satisface en esta vida.
Señor: gracias por darnos ejemplo de personas que desde antiguo se desplazaron para oír y saber algo de ti. Ahora que estás en medio de nosotros, danos la gracia de no dispersarnos, sino de saborear tu presencia y unirnos a ti. Ayúdanos a tener recogimiento interior, para que tu Palabra sea fecunda en nuestros corazones. Queremos sacudir el polvo de nuestra casa interior para que así la fe crezca y se desarrolle. Con el salmista te decimos: “Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme”.
- ¿Estoy buscando por fuera a quien llevo por dentro?
- ¿Cómo aprovecho el tiempo para estar con Jesús?
- ¿Cómo puede madurar mi fe y mi confianza en el proceso de conversión?