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JESÚS ES LA FUENTE QUE VIENE HASTA NOSOTROS: SE NOS PIDE, SI QUEREMOS, EMPEZAR A NADAR

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EVANGELIO DE HOY: 29/3/22 (Jn 5,1-3.5-16).

Juan nos narra la obra realizada por Jesús en un hombre quien, aguardaba la oportunidad de ser curado en las aguas de la piscina de Betesda;  llevaba treinta y ocho años paralítico. El texto dice que las “aguas de la piscina se removían”. De alguna manera nos recuerda al Génesis cuando expresa que en el comienzo el Espíritu de Dios aleteaba sobre las aguas. La presencia de Dios siempre ha estado manifiesta, y la gente la ha identificado.
 
El pueblo sabía que las “aguas de la piscina” curaban, tenían vida; éstas pueden hacer referencia al santuario del Antiguo Testamento. Si no se entraba allí, según la imagen religiosa, era como si uno no se hubiese encontrado con Dios. Con todo, notemos que tenía cinco pórticos, que nos hacen pensar en la ley. Las normas se fueron poniendo tan estrictas que no todos tenían acceso a “las aguas”. Por eso la imagen de tantos enfermos deambulando por las orillas, mendigando a Dios, olfateando sin poder saborearlo.
 
Ese paralítico representa al pueblo de Israel, por muchos años, parqueado, penando, sin gracia… hasta que llega Jesús, y lo ve. Lo ve echado. Con este hombre también estamos todos nosotros, cuando aún no hemos tenido un serio encuentro con Dios, porque las más variadas parálisis nos lo impiden. La pregunta que Jesús le hace: “¿Quieres quedar sano?” es la misma que nos repite hoy. Hemos de saber responder a Jesús con sinceridad; considerar si estamos cansados de las enfermedades que nos estancan años tras años… quizás contemplando a otros echándose en la piscina, tomando la delantera…
 
Jesús deja al paralítico sin excusa: notemos que no le responde “sí, quiero quedar sano”. Sencillamente dice: “no tengo a nadie que me meta en la piscina”. Jesús es esa piscina que llega hasta cada uno de nosotros. Nos la pone fácil. No hay que competir con nadie, no hay que buscar chance ni oportunidad. Jesús llega con su agua de vida eterna.

Si uno no puede meterse, Jesús se mete en nosotros. Él es la sangre que agita el ánimo, la disposición, la voluntad. Renueva las fuerzas, el fervor, el entusiasmo. Con Él, con su ayuda, con su presencia, y según su Palabra: nos hace “tomar la camilla y echar a andar”. Nosotros, como el paralítico, hemos de dar testimonio y reconocer a Jesús. Decir públicamente: “Es Jesús quien me ha puesto a caminar”.
 
Oramos con el Salmo 45: “Dios es nuestro refugio y nuestra fuerza, poderoso defensor en el peligro. Por eso no tememos aunque tiemble la tierra y los montes se desplomen en el mar”.

  1. ¿En cuáles aguas me estoy echando?
  2. ¿He puesto alguna excusa para no echarme al agua?
  3. ¿Qué me está impidiendo nadar?
  4. ¿Qué le respondo a Jesús cuando, en ocasiones, me ve echado y se me acerca?