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JESÚS ASUME TODAS LAS PIEDRAS POR NUESTROS PECADOS: Y NOS DICE, COMO A LA MUJER, “EN ADELANTE NO PEQUES MÁS”.

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EVANGELIO DE HOY: 03/4/22 (Jn 8,1-11).

Hemos seguido la secuencia de cómo las autoridades del templo andaban a procura de Jesús para condenarlo. Se les hacía difícil el propósito al no contar con evidencias. En este contexto hemos de considerar el evangelio de hoy. Aparentemente han montado la trampa perfecta: observe el ambiente donde se localiza el relato: están en el templo; con presencia de letrados y fariseos; se hace referencia a la Ley de Moisés…Cualquier cosa que se diga o se haga en estas circunstancias compromete.

Le llevan a una mujer. Una pobre mujer sin nombre. Sola. Han dejado escapar al hombre que estuvo con ella; porque según Levítico 20,10, los dos estarían condenados. Pero aquí la mujer es lo que menos interesa a los agresores. Es una víctima más. Lo que sí persiguen es un motivo para condenar a Jesús. De hecho, lo provocan al llamarle Maestro y preguntarle: -“La ley nos manda apedrear… ¿tú qué dices?”

Si respondía que la apedrearan se contradecía con sus enseñanzas. Si decía que no, contradecía la ley de Moisés. Entonces argumenta: “El que esté sin pecado que le tire la primera piedra”. La intervención de Jesús sucede en medio de la insistencia que le tenían para que dijese algo. Por dos ocasiones se abaja para escribir en el suelo. Aquí lo importante es, no lo que escribía, sino lo que sucedía en la conciencia de quienes escucharon tales palabras.

El milagro sucede cuando los presentes iniciaron a soltar las piedras, comenzando por los más viejos. Los más viejos habían pecado más. La conciencia de que somos pecadores, en este tiempo, donde ya nos aproximamos a la Semana Santa, nos hace mucho bien. Hemos de revisar nuestras manos para descubrir si hay piedras empuñadas y soltarlas en el suelo. Las piedras no son para las personas.

Jesús libera a la mujer, y también a quienes deciden no condenar y marcharse. Pero él mismo no podrá librarse de la condena en cruz. ¿Qué significa? Que Él, en su inocencia, ha aguantado todas las piedras que nos tocaban por nuestros pecados. Acojamos agradecidos las palabras que dirige a la mujer: – “Anda, y en adelante no peques más”.

Señor: cuando enfocamos nuestras vidas a alcanzar, como dice san Pablo, la meta, el premio, que eres tú mismo, entonces soltamos todas las piedras que tenemos para acusar a los demás. Mira en tu misericordia, Señor bueno, que aún estamos corriendo. No hemos llegado. Necesitamos de tu gracia. Queremos olvidarnos de lo que queda atrás y lanzarnos hacia lo que está por delante: Cristo, el premio que Dios manda desde arriba. Sólo así diremos como el salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.

  1. ¿Tengo alguna “piedra” a punto de ser lanzada? ¿Qué aprendo del evangelio?
  2. ¿Por qué es necesario que hagamos una fila larga para confesar nuestros pecados?
  3. ¿Cómo experimento que el Señor, en su misericordia, cambia mi suerte?