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El tacto, sentido olvidado y “añorado”

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El tacto es uno de los sentidos más afectados por la pandemia del COVID. La salvaguarda de la salud redujo todo contacto físico, incluso, entre esposos. El tacto es un sentido muy relacionado con el afecto y lo relacional. Y, sin embargo, qué poco le prestamos atención.

El Covid nos ha situado en una doble indigencia: la del tener y la del ser. Hemos experimentado una urgencia de encuentros, de abrazos que nos hacen sentir acompañados y amados. La privación del contacto físico ha acentuado nuestra indigencia ontológica. Lo que nos ha llevado a experimentar “hambre de piel”.

Sin lugar a dudas, las redes sociales redujeron notablemente el impacto del aislamiento, pero los abrazos virtuales no son suficientes, necesitamos del contacto con los seres queridos. Requerimos del abrazo calmante, cariñoso, tierno y consolador.

Max Van Manen en su artículo “el tacto: un sentido subestimado” sostiene que desde que nos levantamos hasta que nos acostamos recibimos sensaciones táctiles. Tocar y ser tocados es lo primero y lo último que realizamos en el día. Es el sentido sin el cual no podemos vivir porque moriríamos de inanición emocional. Gracias a él nos damos cuenta que estamos vivos, captamos la realidad y desarrollamos el sentido de comunidad.

A través del tacto percibimos sensaciones de tres tipos: contacto y presión que contribuyen a captar los objetos de manera precisa y a distinguir diferentes texturas, superficies, pesos, tamaños, formas; las sensaciones térmicas que nos ofrecen mucha información sobre las variaciones ardientes; y las sensaciones dolorosas que nos advierten de la posibilidad de sufrir un daño o una enfermedad.

Las partes del cuerpo con mayor sensibilidad y con mayor representación cortical son: la punta de la lengua, la yema de los dedos y los labios. De hecho, los niños en los primeros meses se llevan todo a la boca. Por otra parte, la neurociencia nos señala que el área de información táctil en el cerebro es mayor que el de otras áreas del cuerpo. No obstante, esto se han escrito mucho más sobre la vista que sobre el tacto.

El sentido del tacto está siempre encendido, recibiendo y enviando información a toda la piel. Nos ayuda a sentirnos conectados con la realidad obteniendo un conocimiento diverso al que nos ofrecen los demás sentidos. La vista y el oído nos ofrecen informaciones distantes, el tacto, al igual que el olfato y el gusto, son sentidos de proximidad, la información que nos ofrecen llega por el contacto directo. El tacto es la modalidad sensorial más primitiva. Es el primer sentido que desarrollamos en el útero matero y el último que se desvanece al morir. Es una gran fuerza motriz de la vida. Jesús usaba el tacto para dar salud, vida y amor.

Al nacer el bebé, cada roce, cada caricia y cada abrazo lo ayudarán a sentirse sostenido, protegido y seguro. Este contacto positivo “piel con piel” favorece la salud y el desarrollo del apego del bebé. La pandemia afectó a los neonatos. La falta de contacto debilita el sistema inmunológico e incide en el ritmo cardiaco, en la presión arterial y en los niveles hormonales relacionados con el estrés y el amor.