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CON MARÍA MAGDALENA: INCENDIEMOS EL MUNDO DE AMOR RESUCITADO.

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EVANGELIO DE HOY: 19/4/22 (Jn 20,11-18).

Magdalena, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro va al sepulcro donde fue sepultado su Señor. En la oscuridad no se ven las cosas claras. Los caminos son más inseguros. La fragilidad personal aumenta. Sin embargo, ella camina en la oscuridad porque tiene una convicción: está enamorada de Jesús. Se trata de un amor místico, profundo, histórico, de presente y de futuro, que la lleva a sintonizar con esa joven del Cantar de los Cantares cuando dice: «Me levantaré, pues, y recorreré la ciudad. Por las calles y las plazas buscaré al amor de mi alma” (Ct 3,2).

Sólo la pasión por Jesús permite que un hombre o una mujer puedan caminar en lo oscuro sostenidos por la fe. No importan las piedras a ser removidas, ni los peligros que amenacen en el trayecto. El amor se vuelve brújula del corazón. Importa enfatizar dónde y cómo nace este amor que permite caminar en la oscuridad: nace a los pies del maestro, dejándose curar, liberar, formar, transformar; permitiendo que el Amado cale hasta el fondo del alma, de donde nada ni nadie podrá quitarlo. Quien no sabe de amor no sabe andar en lo oscuro.

María llorando junto al sepulcro, es una imagen fuerte, al mismo tiempo, hermosa. Recuerda el cachorro fiel a su amo; que aunque el dueño no responda, permanece. El sepulcro ha sido el último rastro de su Maestro. Ella, que ha caminado en la oscuridad, ahora se detiene allí; en el lugar de los muertos sostenida por la vida. Realzamos el contenido de esas lágrimas. Unas lágrimas cargadas de sentido, de motivación válida y honesta. Son lágrimas de fuego, nacidas del ardor que ha dejado la memoria del Amado. Son lágrimas que cuestionan nuestras lágrimas. Magdalena llora de amor; no por caprichos personales. Y esas lágrimas no serán ignoradas por Aquel que las causa. La causa de las lágrimas son dos veces confirmadas cuando le preguntan: ¿por qué lloras? Llora por su Señor.

“Jesús le dijo: “María”. Ella se volvió y le dijo… Rabbuní”. Esta escena es profunda. Denota la experiencia vivida entre Amado y amada. Ningún hombre ni mujer bíblicos, involucrados en la historia de salvación han dejado de vivir esta realidad: la intimidad del encuentro. Donde se graban en la memoria y en el corazón todos los detalles, incluyendo el timbre de voz.

Nace la experiencia con el Resucitado, que ha de fundamentar el anuncio. El Resucitado empieza, con ella, un proceso formativo, para que su comunidad comprenda su nueva dimensión. Magdalena siguió creciendo, llevando luz en la oscuridad, felicidad en la tristeza, esperanza en la desilusión.

Señor: impregnados de experiencia resucitada, deseamos que este fuego queme todas las tristezas insignificantes. Queremos incendiar al mundo de amor vivo. Santa María Magdalena, danos, por lo menos, un tercio de tu pasión por Cristo, y que con la gracia del Espíritu Santo, siga creciendo sin medidas.

1. En mi vida: ¿a quién busco? ¿Dónde busco?
2. ¿He caminado en la oscuridad sostenido por la fe?
3. ¿Por qué lloro?