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TRES DOSIS ESPIRITUALES QUE HEREDAMOS DE JESÚS.

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EVANGELIO DE HOY: 1/6/22 (Jn 17,11b-19).

En un profundo diálogo con el Padre, Jesús nos deja saber tres dosis espirituales para defendernos del maligno. La defensa se hace necesaria desde el instante en que le pertenecemos al Señor, que hemos acogido su propuesta de vida, y le seguimos. Éstas son…

LA UNIDAD: 

“Que sean uno como nosotros”. Jesús le dirige la súplica al Padre. Es la primera que hace. Desea que el Padre guarde a los suyos. Que los guarde en esta unidad, reflejo de la vivencia trinitaria. En la santa unidad, el diablo no encuentra rendijas por donde entrar; la unidad lo distancia, no la soporta, lo lastima, esto es exorcismo a su presencia. No se trata de una unidad vacía, sino la unidad en la santidad del Padre. Es una unidad llena de contenido, de sentido, de horizonte. Va mucho más allá de las afinidades personales, de vivir juntos… Es la fuerza de saberse de Dios. En esta unidad ninguno se pierde.

LA ALEGRÍA: 

“Que ellos mismos tengan mi alegría”. Nadie se atreve a cuestionar la vocación de una persona que vive en alegría.  Ésta nace desde el corazón trinitario. Es el gozo perfecto de quien ha encontrado su casa en Cristo Jesús. Mantenerse en su Palabra es fuente de alegría. Es posible permanecer en alegría en medio de bombardeos contrarios, conscientes de que es el Señor quien “guarda” y “custodia”, y nunca nos deja solos. La genuina alegría aleja al maligno, porque él sólo se desempeña en la tristeza, el aburrimiento, el desencanto, el desánimo… Estas son sus aguas.

LA CONSAGRACIÓN: 

“Conságralos en la verdad”. Aquí estamos hablando de identidad. El Señor pide al Padre para nosotros las vitaminas, las armas necesarias para permanecer en este mundo sin dispersión ni desenfoque.  La consagración tiene que ver con el sentido de pertenencia. Se consagra quien Dios elige a su servicio. Todos somos consagrados desde el bautismo. Somos de Cristo, le pertenecemos; Él mismo lo dice: “los que me diste”. Somos regalos del Padre al Hijo. El Señor nos envía con este sello de autenticidad. “Por ellos me consagro yo, para que también se consagren ellos en la verdad”. Lo que a Dios pertenece el maligno no tiene acceso, porque el mismo Padre los guarda.

Señor: esperamos fervorosamente tu Espíritu Santo para que Él nos ayude a profundizar en estas verdades que nos dices; que Él nos ayude a tomar conciencia del significado de tus palabras. Gracias Señor, por preocuparte y ocuparte de nosotros de esta manera tan especial, recurriendo directamente al Padre, para que Él nos envíe su fuerza y que seamos uno, en la alegría de la consagración.

1. ¿Cómo me iluminan estas advertencias de Jesús ante los peligros que hemos de enfrentar?
2. ¿Cómo vivo estas claves o dosis que el Señor nos ofrece para superar los peligros?
3. ¿Cómo fomento, con mi vida, la unidad, la alegría, y el sentido de consagración?