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EL DESEO DE JESÚS PARA NOSOTROS.

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EVANGELIO DE HOY: 02/6/22 (Jn 17,20-26).

Siguiendo la secuencia de la despedida de Jesús, vimos todas sus enseñanzas a los discípulos. Luego Él ha pasado a dirigirse al Padre directamente, en un diálogo donde queda evidente todo su amor y su ternura hacia nosotros, porque su oración incluye a sus seguidores de todos los tiempos: “Padre santo, no solo por ellos ruego, sino también por los que crean en mí por la palabra de ellos”.

En la oración de Jesús queda reflejado su anhelo, “Padre, este es mi deseo: “Que los que me confiaste estén conmigo donde yo estoy y contemplen mi gloria, la que me diste, porque me amabas…”. El deseo de Jesús se viene olfateando desde el comienzo de su vida pública. Hagamos memoria: “vengan conmigo y yo les haré pescadores de hombres”, “Los llamó para estar con Él y enviarlos a predicar”… El contenido de la oración de Jesús está volcada hacia la intimidad entre Él y sus discípulos. Porque este es el motor, la génesis que permitirá que la Obra del Padre pueda permanecer y dar frutos.

El deseo de Jesús se focaliza en la unidad. No se trata de una sencilla fraternidad, su propuesta es más honda, más profunda, porque se refiere a que sean “un solo cuerpo”. Tal deseo es fundamentado: “para que el mundo crea que tú me has enviado”. En un mundo donde las divisiones y las actitudes segmentarias amenazan con fuerza, la unidad cristiana es reflejo de la intervención divina actuando en la historia.

La comunión perfecta no tiene referencia humana, sino divina. Esto lo señala Jesús: “Para que todos sean uno como tú, Padre, en mí, y yo en ti”. Del amor entre el Padre y el Hijo brota el Espíritu Santo. La unidad sería participar, estar, convivir, en esta casa trinitaria. Con todo, sabiendo Jesús las contrariedades cotidianas y los embates de la vida, ruega por ellos, por nosotros.

Señor: que “tu amor”, “tu gloria”, “tu Espíritu Santo” sean los lazos divinos que nos permitan mantenernos unidos a ti. Estando contigo estamos en el seno trinitario. Nosotros también deseamos permanecer contigo. Tomamos prestadas las palabras del salmista para decirte: “Protégenos, que nos refugiamos en ti. Tú eres nuestro bien”.

  1. ¿Mi vida es signo de unidad cristiana?
  2. ¿Cómo vivo en mi interior la unidad, y cómo se refleja ésta externamente?
  3. ¿Cuáles realidades amenazan la unidad en mi persona, mi familia, mi comunidad cristiana? ¿Cómo ser persona que fomente la comunión?