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PENTECOSTÉS MARIANO:
LAS GRACIAS DEL ESPÍRITU EN NUESTRAS VIDAS.

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LECTURAS DE HOY: 5/6/22

(Hch 2,1-11; Sal 133; 1Cor 12,3b-7.12-13; Jn 20,19-23).

Este domingo de Pentecostés se destaca aún más la presencia mariana por el año jubilar altagraciano. Allí, en la comunidad donde “estaban todos reunidos” también estaba Ella, porque donde está el Espíritu está María con su Hijo. Esta comunidad estaba reunida, pero de repente, y a forma de sorpresa, la llegada del Espíritu le permitirá pasar de “estar reunidos” al “vivir unidos”.

El Espíritu desciende y se reparte, a cada uno, respetando su naturaleza; llega al propio barro, lo fecunda, lo unge, lo fortifica… imaginemos este derramamiento en la Virgen María, ya “llena de gracia”… con certeza es la Madre que festeja el que sus hijos y sus hijas también experimenten la Tercera Persona de Trinidad. Su presencia alienta a que todos acojamos, como Ella, en nuestra casa interior, el Espíritu de Dios.

El Espíritu hace que cada quien pueda expresarse, a su manera, con su particularidad e identidad. Se comprenden las múltiples formas en que Dios se comunica; esto pasa, por ejemplo, con el lenguaje del amor en el cuadro de la Virgen de la Altagracia. Todos la miramos, la contemplamos, y nos expresa ternura, confianza, oración. Nos invita en el silencio a la adoración, al recogimiento, a la interioridad. Así es el lenguaje del Espíritu, sutil, discreto, eficaz.

La presencia del Espíritu se contempla en el cuadro altagraciano en las múltiples figuras de luces, estrellas y lenguas de fuego que lo circundan… y quien reza ante éste puede vivir la experiencia de entrar en oración profunda. Porque no es una pintura cualquiera; al entrar en contacto con ésta opera interiormente el Espíritu, sensibilizando. Bien dice san Pablo que “Nadie puede decir: -Jesús es el Señor-, si no es bajo la acción del Espíritu Santo”.

Con la llegada del Espíritu llega la paz y la alegría. Es lo que Jesús nos afirma en el evangelio. Estamos en tiempo de gozo; en la Altagracia se nos enseña el camino de permanecer en éste: de ojos fijos en Jesús, en actitud de adoración interna, de contemplación perpetua, siendo presencia consoladora en medio del pueblo.

Rezamos con el salmista: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la paz de la tierra”.

1. ¿He tenido la experiencia de rezar ante el cuadro de la Altagracia?
2. ¿Cómo se refleja en María la alegría del Espíritu? ¿Cómo permito al Espíritu alegrar mi vida? ¿Cómo se alegra el Espíritu con mi vida?
3. ¿Soy, como la Madre, presencia reconciliadora en mi comunidad cristiana?