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JESÚS NOS LLAMA: AUTORIZÁNDONOS PARA SEMBRAR EL REINO.

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EVANGELIO DE HOY: 6/7/22 (Mt 10,1-7).

Se nos comenta que Jesús “llamando a los Doce discípulos, les dio autoridad para expulsar espíritus inmundos y curar toda enfermedad y dolencia”. Llama la atención que el Señor comparta su “autoridad”; en otras palabras, comparta su “fuerza”, su “potestad”… por la pasión del Reino; sin ésta ellos no pueden hacer nada. Su autoridad y su presencia son la misma cosa.

Este regalo del cielo, Él se lo ha ofrecido a gente sencilla, de ellos hablan los cuatro evangelistas:   
A Simón (Pedro), cuando lo miró fijamente le dijo: “Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas”, que quiere decir Piedra (Juan 1,42). Andrés era hermano de Pedro, pescador como él: hombres de lago, barca, redes y peces (Mt 4,18-19). Procedía de los antiguos discípulos de Juan Bautista, a quien había escuchado hablar del Maestro (Jn 1,40-42).
 
Santiago y Juan eran hermanos, pescadores y compañeros de Simón (Lc 5,10). Ambos, hijos de Zebedeo, con quien trabajaban al momento de la llamada, y a quien dejaron con los jornaleros para seguirle (Mc 1,20). El Maestro tuvo contacto y conversaciones con la madre de ellos (Mt 20,20), a quienes apodó Boanerges, “hijos del trueno” (Mc 3,17). Felipe era originario de Betsaida de Galilea, el pueblo de Andrés y Pedro.
 
Bartolomé, también llamado Natanael, era de Caná (Mt 10,3; Mc 3,18; Lc 6,14). Mateo fue publicano (Mt 10,3). Tomás era llamado, “el Mellizo” (Jn 20,24). Santiago, era distinguido como “el de Alfeo” (Mt 10,3). Simón, el “zelota” o “guerrillero”, también era conocido con “el cananeo” (Lc 6,15; Mc 3,18). Uno de los Judas era apellidado “de Santiago” (Lc 6,16). El otro Judas, Iscariote, era reconocido como “hijo de Simón Iscariote” (Jn 13,26).  Estos pequeños detalles hacen pensar que la elección de Jesús no fue al azar. No por casualidad dijo en Juan 15,16: “No me han elegido ustedes, sino que yo los he elegido”.
 
Esta lista de los discípulos continúa con cada uno de nuestros nombres, considerando nuestro origen, nuestra familia, nuestro apellido… El Señor nos llama desde las más diversas circunstancias para que, en Él, impregnemos la tierra de su Reino.  
 
Señor: te pedimos en este día que inicia, la gracia de que, a nuestro caminar, la gente pueda ir constatando que el Reino de Dios está cerca. Que éste sea visualizado con nuestras actitudes, nuestras palabras y nuestra manera de ser y actuar. Tú, Señor, contaste con la gente de tu ambiente, de tu pueblo; de la misma manera, aquí nos tienes, no con muchos recursos, pero sí con buena voluntad, con un corazón encendido, prendido como brasa ardiente; sabemos que con eso te basta, y tú pones, Señor, lo demás.

1. ¿Con qué responsabilidad asumo la autoridad que me es ofrecida mediante el bautismo?
2. ¿Qué significa tener autoridad, pero autoridad para “sanar” y “liberar”?
3. ¿Qué aprendemos de los discípulos quienes, en su diversidad, pudieron misionar en comunión?