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MARÍA MAGDALENA: ALCANZAR EL VERDADERO AMOR DEL ALMA.

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LECTURAS DE HOY: 22/7/22 (Ct 3,1-4ª; Sal 62; Jn 20,1.11-18).

En este día recordamos a María Magdalena, reconocida como “Apóstol de los Apóstoles”, por haber sido la primera testigo de la resurrección, y la primera en anunciar a los más íntimos de Jesús tal acontecimiento decisivo. El conjunto de las lecturas es precioso; nos ayudan a comprender su particularidad en el seguimiento de Jesús, al tiempo que nos anima a alcanzar, como ella lo hizo, el verdadero amor del alma.
 
Lo primero que María Magdalena nos enseña es a tener experiencia con Jesús. Dejar que Él nos encuentre en nuestras enfermedades y pequeños “demonios”, porque sólo aquí está la sanación y liberación integral. Ella abraza el perdón de Jesús. Una persona perdonada y reconciliada siente la vida en deuda por haber recuperado el sentido existencial y la paz. Sólo queda darse enteramente con todo lo que es y con todo lo que tiene. Jesús bajó al abismo para rescatarla… Ella transformó la hondura del rescate en amor agradecido.
 
La experiencia en María Magdalena se torna fuego de santidad. La santidad comienza con la decisión de unirse al Señor sin distracciones. Como esa muchacha enamorada en el Cantar de los Cantares que no le importan los peligros ni los obstáculos para buscar al amor de su alma. No se dio por vencida, recorrió calles, plazas…; preguntó por él sin complejos, nada le importó a no ser encontrarlo. ¿Con qué fuerzas y ganas estamos buscando al Señor? ¿Detrás de cuáles amores estamos andando? ¿Por quién estamos preguntando? Es necesario saberlo.
 
La fidelidad de María Magdalena no sólo se muestra en todos los kilómetros recorridos con el Maestro y por su causa, no sólo al pie de la cruz; sino también en ese momento cuando aparentemente todo estaba resuelto, Jesús estaba en el sepultado… Nos recuerda el Salmo 62: “Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua”. Esta sed del Señor fue la causa de que ella “fuera al sepulcro, al amanecer, cuando aún estaba oscuro”. Fidelidad es seguir caminando aunque sólo se vea con los ojos de la fe; y si la fe llegase a lastimarse, fidelidad es avanzar con la memoria del amor.
 
Nos está diciendo María Magdalena que busquemos al Señor con pasión y seriedad aunque estemos pasando por valles oscuros. No vale el esfuerzo gastar “minutos”, “gasolina”, “tiempo”, “energía”… en amores plásticos y ficticios que, sin futuro, ahogan y empobrecen el corazón. Magdalena nos dice que corramos tras aquel cuya “gracia vale más que la vida”. Él es el amor que no defrauda. No nos deja mendigar en el aire. El Señor quita la piedra antes de que lleguemos para favorecer el encuentro. Deseemos que cuando Jesús nos pregunte, a cada uno: “¿Por qué lloras? ¿A quién buscas?”, podamos responder, con honestidad profunda, “Estoy buscando a mi Señor”.   
 
Rezamos: Señor, toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote… mis labios te alabarán jubilosos… Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
 

  1. Reflexionar: ¿Si el Señor no me hubiese encontrado primero, pudiera yo salir a buscarlo?
  2. ¿He desperdiciado tiempo valioso de mi vida corriendo tras falsos amores?
  3. ¿Comparto la “ubicación” para que otros encuentren el Amor de su alma?