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EN EL SEGUIMIENTO DE JESÚS: DISTINGUIR LA FALSA CRUZ DE LA VERDADERA.

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EVANGELIO DE HOY: 5/8/22 (Mt 16,24-28).

El evangelio de hoy comienza diciendo: “El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga”. Es una frase concentrada y cargada de sentido; “El que quiera”, habla de la voluntad, del deseo, del sí personal que implica el seguimiento. “Venir conmigo”, no muestra plurales; llama para estar con Él, en intimidad.

“Niéguese a sí”, es renunciar a uno mismo para que Cristo sea todo y nazca dentro; implica dejar los deseos personales y la propia voluntad para aceptar la de Él. “Cargue con su cruz y me siga”; el misterio del seguimiento implica asumir la cruz, y aquí nos detenemos un poco para distinguir la falsa de la verdadera. ¿Cómo uno sabe si la cruz que lleva es la de Cristo?  
 
La falsa cruz: habla del desgaste que se emplea al servicio de uno mismo y de sus intereses particulares, intentando ganar “el mundo entero”. Es el resultado de querer salvar la propia vida. No tiene en cuenta a Cristo ni se interesa por las cosas que a Él le interesan.

Esta cruz hunde. No tiene horizonte. Hace perderse. Y algo muy importante, no aporta vida ni a la persona que la lleva ni a los demás. Es una cruz sin esperanza. Genera angustia, perturbación, tristeza, desánimo, frustraciones… Al mismo tiempo, es una cruz traicionera, porque la persona puede reaccionar tarde, peligrando que ya no pueda recuperar su vida.  
 
La verdadera cruz: es sufrir por las cosas que Cristo sufrió. Recuerde que se está con Él. Con Él se comparten sus cosas, sus criterios, su manera, su voluntad, su causa. Esta cruz nace como resultado de vivir en la verdad, en la transparencia.

Se carga, mientras la felicidad permanece intacta. No es una cruz que hace tambalear, porque realmente, es el mismo Señor que la lleva: “Mi yugo es suave y mi carga ligera”. Yendo con Él uno aprende a cómo cargarla sin que ésta genere estrés, angustia… Todo lo contrario, esta cruz permite entonar cánticos de alabanzas. Mientras se carga, se va ganando vida y, paralelamente, se va llevando vida a los demás, porque se trata de una cruz redentora.
 
Señor: desde mi corazón te invoco. Ven hasta mi interior. Dame luz en la conciencia. Alumbra mi entendimiento. Ayúdame a desempolvar el sí que te he dado. Quiero seguirte. Quiero estar contigo. Dame valor para dejar de lado las cruces falsas que me distraen en el camino. Quiero despojarme de todo. Quiero renunciar a mí mismo. Libre y voluntariamente deseo tomar tu cruz y seguirte a donde vayas.
 
1. ¿Me quejo de la cruz que me toca llevar? ¿Cuáles son las características de esta cruz?
2. ¿Me dispongo a desenmascarar las falsas cruces?
3. ¿Sé llevar el sufrimiento necesario con paciencia?
4. ¿Cómo puedo renunciar a mí para vivir en Cristo?