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VIVAMOS LA FE: TENIENDO CEÑIDA LA CINTURA Y ENCENDIDAS LAS LÁMPARAS.

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LECTURAS DE HOY: 7/8/22

(Sb 18,6-9; Sal 32; Hb 11,1-2.8-19; Lc 12,32-48).  

Las lecturas de este día nos invitan a madurar en la fe. El libro de la Sabiduría recuerda la trayectoria de Dios con su Pueblo, llamado a tener ánimo en la promesa de que se fiaban. La confianza en Dios hunde sus raíces en la memoria de su fidelidad. Nunca ha quedado mal con quienes esperan y aguardan en Él.
 
En la Carta a los Hebreos se lee una hermosa definición de la fe: “… es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve”. A lo largo de este pasaje se nos ofrecen tres verbos indicadores, desde la historia de Abrahán, que nos ayudan a concretar qué supone confiar en el Señor. Estos verbos son:
 
“Obedecer”, implica, como Abrahán, disposición y aceptación de la voluntad de Dios, sólo anclándose en su Palabra, sin papel de garantía en las manos.
 
“Salir”, la obediencia sólo se concretiza cuando se realiza la voluntad de Dios. El padre de la fe salió sin saber adónde iba.
 
“Esperar”, la espera y la esperanza son hermanas gemelas. “La esperanza es el ancla del alma”. Permite, como a los padres de la fe, vivir laboriosamente el día a día sostenidos por la convicción de que Dios conduce la historia. Muestra la actitud de aguardar pacientemente su promesa, ejercitándose en las pruebas. Ni la misma muerte terrenal impide la verdadera espera. Más allá, el creyente aguarda en el Señor.
 
El evangelio es coherente en el conjunto de las lecturas. Nos dice a todos nosotros, como nuevo Pueblo de Dios “No temas, pequeño rebaño, porque su Padre ha tenido a bien darles el Reino”. El Reino de Dios es nuestro horizonte. Nuestra promesa. No se nos da poca cosa. El Señor nos espabila. Nos hace levantar los ojos. Nos despierta la esperanza. Pero ésta esperanza implica servicio y entrega: “Tengan ceñida la cintura y encendidas las lámparas”.
 
“Tener ceñida la cintura” implica gastarnos en el servicio, con humildad. Supone entregarse para colaborar para que ese Reino prometido sea cada vez más evidente. “Las lámparas encendidas” nos llaman a estar en vela, vigilantes, en oración, para que no se nos roben el Tesoro.  
 
Con el salmista decimos “Nosotros aguardamos al Señor: Él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti”.
 
1. ¿Cómo estamos integrando, en nuestra vida de fe, estos tres verbos: obedecer, salir, esperar?
2. ¿Tenemos la cintura “ceñida”, sirviendo por el Reino?
3. ¿Cómo está nuestra lámpara, nuestra vida de oración, para que aumente la fe?