Vie. Mar 29th, 2024

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VESTIRSE DE FIESTA: VESTIRSE DE CRISTO.

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EVANGELIO DE HOY: 18/8/22 (Mt 22,1-14). 

Hoy se nos presenta el Reino de Dios parecido a un rey que celebraba la boda de su hijo. El relato deja sentir la pasión con la cual el rey organiza todo para tal acontecimiento. La sorpresa de éste fue que, al mandar a los criados a avisar a los invitados, no quisieron ir. Pero él insistió, les mandó argumentar: “Tengo preparado el banquete…vengan a la boda”. La respuesta fue de total indiferencia. No les fue atractivo el convite, priorizaron otras urgencias con sus tierras, sus negocios; incluso, algunos reaccionaron con violencia hasta desaparecer a los pobres criados que sólo obedecían a su Señor.
 
El rey reaccionó con enojo ante lo acontecido. No fue indiferente. Con todo, siguió insistiendo. El banquete estaba listo. Dios no se queda con la comida hecha, y menos aún, con el Hijo plantado. Impresiona que la invitación al banquete se abre sin excepciones. Los criados son enviados a los cruces de los caminos para que todos asistan.
 
La invitación al Reino de Dios no se privatiza, está abierta y así permanece. Cada uno sabrá si pone excusa para no asistir, y cuáles serían esos motivos tan “importantes” que hacen postergar dicha llamada. La parábola muestra que no hay tiempo que perder; todo está preparado. En estos momentos uno podría preguntarse en qué situación está: si como criados del Señor invitando a otros para ir al banquete, como esos que se hacen rogar y no se disponen para responder, o como los otros que, animados por la fe, van dando pasos para acercarse al banquete.
 
La sorpresa de la parábola está en que no basta con ir al banquete. En palabras caseras, no basta con ir a misa, con participar de retiros y talleres, no basta con cumplir funciones, si la fe que se profesa no integra una profunda conversión del corazón. Cualquiera pensaría que este rey no tendría tiempo de fijarse en los vestidos con los cuales se llega; todo lo contrario, él se paseó uno por uno; de ahí le llamó la atención aquel se apareció con el vestido sucio.
 
El sucio del vestido de un invitado es suficiente para animarnos a nosotros a revisar nuestra ropa. ¿Cómo estoy preparando la vestimenta para ir al encuentro del Señor? Es una vergüenza grande presentarse en la boda desarreglado, desenfocado, desentonando. Por eso, en el texto, cuando el rey se le paró al lado al mal vestido, éste no se atrevió a abrir la boca.   
 
El vestido de fiesta se confecciona siendo fiel a las enseñanzas de Cristo, asumiendo su propuesta de vida. Meditar la Palabra con sencillez y hondura de intención permite adquirir el patrón de dicho vestido. La vida sacramental pudiera ser comparada a la lavandería donde una lleva su ropita y queda reluciente. Pero un vestido nuevo, se sabe bueno cuando se usa para desempeñarse en el servicio, en las obras, en la entrega, en el día a día…
 
Señor: queremos seguir renovando nuestro bautismo, para limpiarnos y purificarnos con tu agua de vida. Queremos llegar bien vestidos hasta tu encuentro, vestidos de Cristo. No queremos dejarte con la comida hecha y menos aún, con el Hijo plantado. Hoy dejamos todo para ir a tu llamada. En el camino, iremos atrayendo más invitados para la boda.