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LA GRATITUD ES LA MEMORIA DEL CORAZÓN: PARA AGRADECER ES NECESARIO RECORDAR.

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EVANGELIO DE HOY: 5/10/22 (Mt 7,7-11).  

Hoy se celebran las “témporas de acción de gracias y petición”, una fiesta muy antigua, unida a la gratitud por haber recibido de Dios los frutos y los beneficios del trabajo. Por eso, la primera lectura del Deuteronomio 8,7-18 hace memoria al Pueblo de cómo Dios lo condujo de la esclavitud a la libertad. Les insiste a los israelitas para que, luego de verse satisfecho y cómodo, no se olviden de su Señor, volviéndose engreídos.
 
Aprendemos lo importante que es tener memoria; memoria de dónde salimos, de quién nos ayudó a superarnos. Es necesario identificar los rostros concretos que fueron mediaciones por las que Dios también nos sacó del fango y nos lavó los pies. Alguien pudiera decir que nunca pasó por algo así. Entonces se hace necesario ir más allá, hasta sus orígenes más remotos, y conferir quienes se sacrificaron por esto. El hecho es que siempre estamos endeudados, y esto mismo es una gracia porque nos ayuda a ser humildes.
 
La vida sabe diferente cuando vivimos la gratitud. Recordemos el papa Francisco, por ejemplo, cuando dice a los seminaristas: “no olviden quién les enseñó a hablar por micrófono, ni todas las doñas que le dieron las primeras catequesis…”. También nosotros fuimos ayudados, de diversas maneras, a atravesar los desiertos, a salvarnos de las “picaduras de alacranes” y a peregrinar hacia la tierra prometida. La gratitud nace en el corazón cuando sabe detenerse, mirar la “fotografía” en la memoria para decir “gracias Señor”, y comprometerse con otras personas que todavía no han podido avanzar.
 
El evangelio de hoy nos da tres consejos vinculados entre sí: “Pidan y se les dará”, “busquen y encontrarán”, “llamen y se les abrirá”… pero no olvidemos quién nos dio cuando le pedimos, ni a quién encontramos cuando lo buscamos; tampoco olvidemos a quien nos abrió cuando le llamamos. No podemos olvidar los amigos que nos escucharon, que nos dieron la mano, que permanecieron cuando todos escaparon, que creyeron en nosotros cuando los demás dudaron. Ese corazón nuestro, a fuerza de gratitud, ha de estar lleno de nombres.
 
Señor Jesús: tú eres el primero que sabes detenerte para decir “Gracias Padre”. Es tan bonito comenzar nuestra oración primero agradeciendo, no quejándonos. Hay tantas cosas qué agradecer. Y luego, Señor, se hace necesario que aprendamos a pedir cosas buenas, de esas que nos empujan a la santidad de vida. Con razón dice san Pablo: “El que es de Cristo es una criatura nueva”.
 

  1. ¿Estoy dando cuando me piden?
  2. ¿Me pueden encontrar cuando me buscan?
  3. ¿Estoy abriendo cuando me llaman?
  4. ¿Cuántos nombres llevo dibujado en mi corazón por la gratitud? ¿A qué me comprometo? ¿Por qué deseo dar gracias a Dios hoy?