Mar. Abr 16th, 2024

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EN LA ESCUELA DEL DISCERNIMIENTO.

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LECTURAS DE HOY: 7/1/23
(1Jn 3,22_4,6; Sal 2; Mt 4,12-17.23-25).

La primera carta de Juan nos confronta y nos enseña a discernir. Si somos ágiles para pedir cosas al Señor, y un poco más lentos para hacer lo que a Él le agrada, aunque lo sepamos, nos falta madurar en la fe. Creer en Jesús implica amar a los demás, importarse por los otros. Esta doble dimensión (creer y amar) garantiza la permanencia de Dios en el corazón humano, y la permanencia del corazón humano en Dios, haciéndose una sola cosa con Él. Si quiero saber qué tanto Dios vive en mí, he de preguntarme qué tanto estoy amando, sirviendo, entregándome con sinceridad.
 
En esta escuela de discernimiento Juan nos advierte: “No se fíen de cualquier espíritu, sino examinen si los espíritus vienen de Dios”. Para saber si una propuesta, una persona, un proyecto, una realidad viene de parte Dios, ha de considerarse si llevan sus huellas. Quien es de Dios hace opción por Él. Le gustan sus cosas, las escucha, las habla, las practica, las promueve, y no las mezcla con las contrarias. Las cosas de Dios están expuestas a la luz, porque son del día. La vida, la verdad, la transparencia, la sinceridad, la autenticidad, son rasgos inequívocos del espíritu de Dios.
 
En el evangelio se nos muestra que cuando Juan fue preso, Jesús decidió iniciar su ministerio. Discernió marcharse al lugar más complejo, a la Galilea de los gentiles, descrito como “pueblo que habitaba en tinieblas… tierra y sombra de muerte”. Donde Dios está ausente hay sombra, oscuridad. No se camina hacia la vida. Se vive sin horizonte, sin futuro, sin esperanza. El Señor fue a ese pueblo, pero sin perder su identidad.
 
La presencia de Jesús en un pueblo comparado a las tinieblas se presenta como “una luz brillante”. Lo que hace brillar a Jesús es su compasión, hecha grito: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos”. Quien habla en nombre de Cristo no dice cosas diferentes. Le interesa que nadie se pierda; busca integrar, abrir las puertas, señala el camino, recorre y camina sin desanimarse. Le duele que al otro le duela. La gente que lleva a Cristo en el corazón busca curar, cura con la presencia, con la palabra, con las actitudes, con el consuelo, alivia los dolores y los pesares. No busca nada para sí, a no ser, agradar al Señor en todo, extender su Reino, sin excluir.
 
Señor: dame la gracia de conocer y vivir en las cosas que vienen de ti. No quiero salir del campo de tu bondad. Contigo quiero ser luz para iluminar. Deseo caminar contigo e ir despertando conciencias dormidas. En nuestro pueblo, en nuestra sociedad hay muchas dolencias y dolores. No permitas que las sombras nos apaguen; contrariamente, fortalece nuestra fe, la llama de nuestra vela. Que en la disciplina de la oración podamos profundizar en las distinciones del espíritu del bien y del espíritu del mal.  

1. ¿Cómo puedo distinguir si las palabras que escucho son falsas o verdaderas?
 

2. ¿Las conversaciones sobre Dios, sobre cosas espirituales, las cambio en breve o las desarrollo dándoles continuidad?
 

  1. ¿Puedo reconocer cuando estoy en el error o cuando estoy en la verdad? ¿Qué postura tomo cuando me descubro en el error?
     
    4. ¿He hablado lo que se llama “mentira piadosa”? ¿Usted sabe que no hay mentira “piadosa”, que sólo hay mentiras? ¿Usted sabe quién vive en el campo de la mentira? ¿He hecho una opción radical por vivir en la verdad y hablar la verdad?