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DETALLES DEL REINO DE DIOS.

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EVANGELIO DE HOY: 27/1/23 (Mc 4,26-34).

Para enseñarnos sobre realidades trascendentes, Jesús se apoya en el recurso literario de las parábolas. Éstas retoman el imaginario cotidiano de las personas, o sea, se apoyan en imágenes concernientes al diario vivir del pueblo, para hacer el mensaje comprensible. Las parábolas, con su rico simbolismo, estimulan la reflexión, la imaginación, dejando un amplio margen a la interpretación, de manera que cada uno puede enriquecer el contenido. Esta mañana, el Señor nos habla sobre el Reino; se destacan las siguientes acciones:
 
“Echar simiente en la tierra”: el Reino cuenta con la participación humana. El hombre y la mujer sensatos se disponen a colaborar con Dios. Se trata de una acción que no llama la atención de la prensa; es algo que acontece en la discreción. Al mismo tiempo, parece ser algo insignificante en medio de tantos acontecimientos que suceden. Cada uno de nosotros está llamado a echar su simiente, a arrimar el hombro, a ofrecer sus dones, talentos y carismas para que suceda el milagro.
 
“Dormir de noche y levantarse por la mañana”. Quien ha dado todo de sí ha de saber que Dios no queda indiferente a ningún esfuerzo ni sacrificio por su Reino. Con razón dice el salmista: “Confía en el Señor y haz el bien”. Luego de sembrar nos toca dormir, descansar, esperar. Aquí comienza a relucir la sabiduría, ella distingue entre la parte humana y la parte de Dios. Hay algo que le toca a la persona, pero luego ésta ha de abrir paso a la acción transformadora, que sólo puede venir de Él. El tiempo de reponer las fuerzas es limitado, la jornada sigue el día siguiente. Siempre hay que estar sembrando algo bueno para la vida.
 
“Germinar de la simiente, sin que se sepa cómo”. Este es el misterio para el ser humano y la especialidad de Dios. Es el espacio del silencio y del respeto, de la prudencia ante Alguien mayor que interviene en la historia y la hace posible. Trae la imagen de Dios providente y comprometido con la humanidad. La persona no sabe cómo, ni puede hacerlo; estropearía todo. Esta acción es su límite. Sólo le queda contemplar la sorpresa al día siguiente. En su interior, es testigo de esa estrecha armonía entre ella y Dios. Los dos, en unidad, hacen que acontezca.
 
“Producir cosecha”. Todo lo que se siembra tiene un objetivo. El Reino busca que otros coman, se alimenten, participen del banquete y la felicidad de compartir juntos, reconociendo la mano de Dios en todo lo bueno que sucede. La cosecha es la bendición de Dios sobre el Pueblo. Exige esfuerzo, paciencia. Nada bueno crece en la desesperación. El Reino comienza pequeño, gradual, pero sin detenerse hasta producir lo que es necesario para la vida y su cobijo.
 
Señor: que nunca nos falte la valentía para sembrar, y la paciencia para esperar en ti. Que seamos constantes en cada amanecer para cumplir tu voluntad. Despierta nuestro gusto por las cosas pequeñas, por las discretas. Queremos sembrar esperanza por todos los rincones de nuestra sociedad. Señor, asegura nuestros pasos y nuestra fe en ti.

1. ¿Qué voy sembrando por la vida, en mi familia, en la comunidad…?

2. ¿Identifico la parte de la obra que me toca realizar; cuál le corresponde a Dios?

3. ¿Con qué puedo, hoy, comparar el Reino, y por qué?

4. ¿Cómo coopero con el Señor para que su Reino sea visible en nuestro diario vivir?