Mar. Mar 19th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

HACIA UNA VIDA BIENAVENTURADA.

3 min read

LECTURAS DE HOY: 29/1/23.
(Sf 2,3; 3,12-13; Sal 145; 1Cor 1,26-31; Mt 5,1-12a).

El camino hacia las bienaventuranzas, hacia la felicidad plena y verdadera, se comienza a vislumbrar desde la primera lectura de hoy. De éstas nos habla el profeta Sofonías, entre las líneas del texto, cuando nos exhorta a buscar al Señor. ¿Y qué son las bienaventuranzas a no ser una vida centrada a hacer el camino de unión con Dios? Para dicho itinerario se nos pide: humildad, obediencia, justicia, moderación, confianza en el Señor y renuncia a todo tipo de maldades y mentiras.  
 
El apóstol Pablo nos deja saber que por nuestro propio esfuerzo o influencia no tenemos acceso a las bienaventuranzas. Dios escoge a quien quiere; lo necio, lo débil, la gente baja, lo despreciable, lo que no cuenta… dejando a muchos en desconcierto. Con todo, nadie puede gloriarse, porque todo lo bueno que posee lo ha recibido por gracia y misericordia.
 
Con las bienaventuranzas, Jesús nos invita a vivir lo que Él vivió. Son las puertas de entrada para permanecer en su corazón. Nos llama a la pobreza de espíritu. Es la primera de todas, porque aquí se compromete la actitud profunda del corazón. Es como si para entrar al Reino se nos invitase a despojarnos de todo, hasta de la propia voluntad. Pobreza de espíritu es lo que queda luego de haberse negado uno mismo, y abandonarse en Dios.
 
Las bienaventuranzas nos muestran el valor de las lágrimas, del llanto, dándole un sentido trascendente. Cuando compartimos las lágrimas de Jesús, de María, y de los hermanos sufrientes, entonces las estamos haciendo vida.
 
El hambre y la sed de justicia ponen a la gente en movimiento. Jesús va hondo con esta imagen; no se nos recuerda, de fuera, la necesidad de comer o beber,  todo el cuerpo lo anuncia. De la misma manera, las bienaventuranzas nos desinstalan; son la alarma del Espíritu que nos mueve al compromiso solidario. La misericordia, a su vez, está en el centro de la propuesta de Jesús; nos invita a sentir con sus entrañas, y a mirar con sus ojos, desde un corazón limpio. Todos esos movimientos espirituales que se gestan en el interior de la persona, han de volcarse hacia el exterior, mediante el trabajo por la paz sin medir las consecuencias.   

Este domingo, dedicado a la infancia misionera, pidamos al Señor para que tengamos un corazón de niño. Los niños y las niñas son espacios de reflexión continua. Sus vidas evangelizan. Nos hablan, sin percatarse de que lo hacen, sobre la vida bienaventurada. Que desde el seno de las familias reciban el apoyo y el estímulo necesarios para vivir las bienaventuranzas en su realidad y circunstancia.

1. ¿Cómo vivo la pobreza de espíritu?

2. ¿Por qué lloro, por qué sufro?

3. ¿De qué tengo hambre y de qué tengo sed?

4. ¿He experimentado la misericordia de Dios; la vivo con los demás?

5. ¿Cómo está mi corazón: limpio; en proceso de limpiarse; en limpieza continua?

6. ¿Cómo estoy construyendo comunidad, trabajando por la paz?

7. ¿Las persecuciones, me dan miedo o me hacen abandonarme en la confianza en el Señor?