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SUPERANDO LA DEPENDENCIA DEL QUÉ DIRÁN.

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EVANGELIO DE HOY: 3/2/23 (Mc 6,14-29).

Marcos nos presenta la decapitación de Juan Bautista. Vamos a realzar algunas enseñanzas para nuestras vidas a partir del relato.
 
Con la fama de Jesús, Herodes llegó a creer que Juan, a quien él había decapitado, resucitó. Intentó callar su voz, pero ésta le seguía hablando en su conciencia. Silenció al profeta, pero no su mensaje. Pongamos atención a cómo acontece el hecho, y notaremos lo que acontece cuando uno se lleva del qué dirán los otros.
 
Herodes sentía por Juan, según el relato: “respeto”, “lo tenía como un hombre honrado”, “santo”, “lo defendía”, “en muchos asuntos seguía su parecer”, “lo escuchaba con gusto”, aunque lo tenía preso. Observe que en muchos asuntos le hacía caso, en otros no; porque seguía en lo no lícito, conviviendo con Herodías, la mujer de su hermano. Por eso ella quería quitarlo del medio. No lo había logrado por la barrera defensora del rey. Entonces aprovechó ella el punto débil de él: “quedar bien ante los convidados”.
 
Llega el cumpleaños del rey y con éste, el banquete de sus magnates, sus oficiales, la gente principal de Galilea. Hay algunos “banquetes” en las actuales Galileas donde la gente se mete en líos, sin poder, para quedar bien, por la apariencia, por mantener “amistades” que en el fondo, son superficiales e interesadas. Cuantos más cargos, responsabilidades, puestos, tiene una persona, más difícil se le hace identificar los auténticos amigos, y más intensa debe ser su vida de oración para distinguir lo verdadero de lo falso.
 
La hija de Herodías danzó muy bien; el rey comenzó a ofrecerle regalos en público. Sí, en público; le salió caro ese “pídeme lo que quieras…”. Herodes no contó con que hay gente que no sabe pedir cosas buenas, ni tampoco, que hay gente que se deja influenciar negativamente, sin autoridad para detener las maquinaciones. Pidió la joven, entonces, la cabeza de Juan Bautista. El rey se puso triste, pero consintió este deseo; su “yo” era mayor que su conciencia.
 
El pasaje de este día nos invita, de manera especial, a vivir el valor de la honestidad. Honestidad con uno mismo, con Dios, con las demás personas. Este valor no te deja actuar sin saber por qué lo haces. Forja libertad interior para no responder por condicionamientos externos.
 
Señor: tú eres nuestra luz y nuestra salvación. Contigo queremos andar en lo claro. No queremos que nos incomoden los profetas de este tiempo. Necesitamos rodearnos de amigos y hermanos que nos digan la verdad, que nos interpelen si algún día vamos por mal camino. Ojalá que nunca nos metamos en aprietos por querer mantener una apariencia en público. Enséñanos a mantenernos en tu verdad, la que nos hace libres.

  1. ¿He actuado, alguna vez, condicionado por el qué dirán? ¿Cuáles consecuencias he vivido?
  2. ¿Antes de tomar decisiones, la consulto con mi conciencia, con Dios, la pongo en confrontación con personas de autoridad espiritual?
  3. Medita como el valor de la honestidad te garantiza la libertad para actuar sin presión del qué dirán.