Jue. Mar 28th, 2024

ApmPrensa

Agencia de Prensa APM

PREGUNTAS DE DIOS PARA TODOS LOS TIEMPOS.

3 min read

LECTURAS DE HOY: 13/2/23 (Gn 4,1-15.25; Sal 49; Mc 8,11-13).

Seguimos con las lecturas del Génesis. Hoy se nos presenta la historia de Caín y Abel. En esta narrativa, Dios hace tres preguntas a Caín, y en torno a ellas vamos a meditar: 

  1. “¿Por qué te enfureces y andas abatido?” Es la primera cuestión de Dios a Caín. Con esta pregunta le hace encontrarse consigo mismo, con su realidad. Él tiene que ponerle nombre a sus sentimientos, a su descontento interior. El disgusto de Caín ha sido porque su ofrenda no cautivó la mirada de Dios, contrario a lo acontecido con su hermano Abel, cuya ofrenda fue agradable ante el Señor.
     
    Dios le hizo ver a Caín, que si hubiese obrado bien, estaría animado. Se observa entonces una relación entre “vida” y “ofrenda”. Uno no puede hacer y deshacer y luego ir a presentarse ante el Señor, como desvinculándolo de nuestro diario vivir. Con la ofrenda se arrastra toda la vida, las relaciones, los pensamientos, las actitudes. La ofrenda que Dios mira es el corazón mismo de la persona. Todo lo demás viene con las huellas de lo que carga dentro. Es duro cuando uno se detiene ante el Señor, y el Señor no mira.
     
    La furia de Caín no ha sido solo porque Dios no aceptó su ofrenda, sino porque sí acogió la de su hermano Abel. No pudo hacerle nada a Dios, pero sí a su hermano, y terminó matándolo. Hay muchas maneras de matar al hermano: ignorándolo, desentendiéndose de él, no dirigiéndole la palabra, dejando de hacerle el bien que se puede hacer, no reconociendo las manos de Dios en él… En cualquiera de las circunstancias, Dios siempre tiene una pregunta reservada para cada uno de nosotros:
     
  2. “¿Dónde está tu hermano?”. La malcriadeza con la que Caín respondió a Dios, “¿No sé; soy yo el guardián de mi hermano?” manifiesta el odio que llevaba en su interior; y revela, a su vez, los intereses más profundos de Dios. Lo más valioso para el Señor son los lazos de hermandad, las personas mismas. No puede uno querer interesarse por Dios cuando no se interesa por los demás, a quienes podemos ver.
     
  3. “¿Qué has hecho?”. Es la tercera pregunta que Dios le hizo a Caín. Abel no pudo hablar, pero su sangre gritó; como grita cualquier tipo de violencia y maltrato que se realice contra una persona. Ante las más diversas realidades y situaciones en que viven las personas, la voz de Dios nos sigue resonando “¿qué has hecho?”. Somos todos responsables. La narrativa concluye dejando claro que Dios no paga igual a quien está en falta. No continuó la cadena de violencia; lo protege con misericordia, enseñándonos a nosotros cómo actuar con quienes nos hacen daño.
     
    Señor: no queremos sacar tiempo para hablar mal de los otros, menos para lastimarlos. Ya sabemos que al cielo no se sube solo. Parece que cuando uno llega le preguntan: “¿dónde están los hermanos que han venido contigo?”. Ayúdanos a interesarnos por los demás, como tú te interesas. Siempre falta uno. Que la partida de este mundo nos sorprenda procurando llevar almas para el cielo. Que seamos, en este peregrinar, como nos enseña el evangelio, signo de tu gloria.
     
  4. ¿Si al otro le va bien, si es acogido, me alegro o me preocupo? ¿Cuáles cosas me aburren, me ponen triste sin razón?
     
  5. ¿Dónde están mis hermanos de comunidad, cómo se sienten, por qué situaciones están pasando?
     
  6. ¿Qué he hecho de bueno por los demás? ¿Qué errores he cometido para aprender de éstos?