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EXPERIENCIA DE TRANSFIGURACIÓN

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LECTURAS DE HOY: 5/3/23 (Gn 12,1-4ª; Sal 32; 2Tm 1,8b-10; Mt 17,1-9).

II DOMINGO DE CUARESMA.

La experiencia de transfiguración que vive Jesús, de la que hace partícipe, en un primer momento, a tres de sus discípulos (Pedro, Santiago y Juan), ahora queda abierta para todos nosotros.

Tengamos en cuenta que cuando hablamos de la transfiguración de Jesús, se alude a su cambio de figura, de rostro, de apariencia… donde prevalece en Él la gracia divina, manifestándose en su máxima expresión, en su realidad humana. Es como si la gloria de Dios lo abrazara en la misma tierra, desprendiéndose de ese lugar sagrado y espiritual que llamamos “cielo”. La transfiguración es un adelanto de la gloria futura. Puede ser comparada a una ventana del Reino, ya en su plenitud. Es la promesa constatada por un momento.  La transfiguración es el cielo aconteciendo en la tierra, y la podemos vivir siempre, con la gracia divina y la disposición humana. Estamos llamados a transfigurarnos con Jesús.

El Señor nos invita a subir a la montaña. La montaña es la soledad con Dios, la oración, la unidad con Él. La primera lectura, tomada del Génesis, nos pone de ejemplo a Abrán, que es capaz de escuchar la voz de Dios y salir de su tierra, de su casa, hacia la tierra que el Señor muestra. Así se gesta la experiencia de transfiguración, con la disposición de dejar lo propio para seguir a Jesús, que nos señala la ruta de subida, y también la ruta de bajada.

Para comprender a fondo la transfiguración nos podemos apoyar del pensamiento de Pablo. La transfiguración no es para embellecerse y quedarse parqueado en un éxtasis espiritual, como lo entendió Pedro: “¡Qué bien se está aquí!”; la transfiguración es providencia divina para que tengamos parte sólida en los duros trabajos del evangelio, cada uno según la fuerza que Dios le ofrece.

Por tal motivo, el Espíritu nos desbarata las chozas que pensamos construir para distanciarnos de la cruz de cada día, de la negación de uno mismo, y del seguimiento radical. Al Jesús transfigurarse delante de los discípulos, les está haciendo ver su autoridad, para que no se espanten en la pasión, ni duden de su Palabra, digna de ser escuchada; una palabra que está, como nos dice el Papa Francisco, al servicio de los hermanos que, adormecidos, necesitan ser levantados del suelo. Ahí se nos presenta la tarea cuaresmal.

Señor, que tu misericordia venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti.

1. ¿Conozco la ruta de subir a la montaña con Jesús? ¿Sé la ruta de bajada?
 
2. ¿Estoy despierto para ayudar a levantar a los adormecidos o yo mismo necesito ser levantado?
 
3. ¿En qué se refleja la vida de oración, la vida sacramental, que estoy llevando? ¿En qué duros trabajos se invierten las gracias que el Señor me deja experimentar?