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LA FE DE SAN JOSÉ

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LECTURAS DE HOY: 18/3/23 (2Sam 7,4-5ª.12-14.16; Sal 88; Rm 4,13.16-18.22; Mt 1,16.18-21.24).

Desde la primera lectura del libro de Samuel se viene percibiendo el don de la fe. En este pasaje, la fe está latente mediante una promesa del Señor a su siervo David, vía el profeta Natán: “afirmación de su descendencia y garantía de su trono para siempre”. A su vez, la promesa se apoya en una alianza: “Yo seré para él padre, y él será para mí hijo”. La fe no se ve, pero conduce. Tiene un garante que no firma ningún papel, pero cumple su palabra.
 
Pablo nos recuerda que “todo depende de la fe, porque todo es gracia”. La fe nos enseña a ponernos en camino sin garantía en las manos. Es un misterio convincente de que Dios conduce la historia y la propia vida. Es necesario creer. Abrahán se apoyó en la esperanza, virtud hermana de la fe. La fe nos exige esperar con paciencia, y esforzarnos para avanzar hacia donde apunta el “dedo de Dios”, sin entretenerse por el camino.
 
Fe tuvo san José, el esposo de la Virgen María. “Antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo”. El Espíritu Santo escogió a su esposa primero. ¿Dónde quedaron los planes de José? El amargo desconcierto de este hombre se dejó sentir cuanto resolvió no denunciar y alejarse en silencio. Es la noche de este hombre creyente. Porque la fe también implica la oscuridad, y docilidad humilde para devolverse cuando se emprende el camino equivocado, aun considerando que se había discernido bien.
 
María, por su parte, no abrió la boca para defenderse ni justificarse. El mismo Espíritu se hizo responsable de su actuación. Fue, como Persona Trinitaria, a dar la cara a José. La visita del Espíritu aconteció mediante un sueño. Bendito sueño que garantiza la paternidad humana de Jesús.
 
Por fe, san José pudo obedecer. La fe le hizo mirar a María con ojos distintos. La fe lo sacó de su pequeño mundo. Lo hizo abrirse a la propuesta salvífica de Dios, y a la manera de Dios, desde la discreción y la humildad. La fe lo despertó a la novedad del Señor. En adelante, ya no vivirá para él y su María; sino que él y María vivirán totalmente para Jesús, el Salvador.
 
Rezamos con el Salmo cuando dice: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades”.

  1. ¿Qué aprendo de la fe de san José?
  2. ¿Miro la vida con ojos de fe? ¿Cómo puedo hacer una lectura creyente de toda la realidad que nos rodea?
  3. ¿Por qué se hace necesario el vivir la fe en comunidad? 
San José, Padre putativo de Jesús y de la Iglesia.