Vie. Abr 26th, 2024

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La Iglesia Católica y los partidos políticos

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La política es la ciencia o el arte de bien gobernar el Estado o la polis (ciudad) en beneficio de la sociedad. Toda persona que vive en sociedad, quiera o no, ve su vida perneada por la actividad política. De ahí que Aristóteles en su famosa obra titulada La política, insinúa que todo ser social es esencialmente político.

Sin embargo, conviene distinguir la idea de ser político y la de ser partidista. Todos los que vivimos en sociedad somos seres políticos, pero solo quienes están participan activamente en una organización política pueden ser considerados partidistas.

La Iglesia Católica invita a los fieles laicos a hacer política partidista y a formar partidos de inspiración cristiana. Aunque los ministros ordenados (obispos, sacerdotes, diáconos), están impedidos de hacer política partidista, solo pueden ayudar a orientar o a mediar en los asuntos que tienen que ver con partidos políticos.

Los partidos políticos no pueden por sí mismos unir a los ciudadanos que conviven en un mismo Estado. Incluso, aunque los partidos estén bien dirigidos no producen automáticamente el bienestar social y mucho menos una buena vida. Justamente esta última apreciación nos mueve a pensar que, para la fundamentación y conservación de la política, como realidad humana, los partidos necesitan acudir a otras fuerzas y poderes que los trascienden.

Aporte de nuestra Iglesia Católica.

Es precisamente aquí donde la Iglesia comienza a aportar a la política partidista. La Iglesia guía a los partidos a percibir a la persona humana como un fin y no como un medio. Esa debe ser la norma personalista de acción partidista. La Iglesia les conduce a reorientar el mercado con auténtica responsabilidad social, a aportar por los más pobres, a defender la soberanía cultural de las naciones, entre otros.

La Iglesia es quien les ofrece a los partidos el criterio de juicio, el principio permanente y la directriz que deben seguir en su accionar. Tal principio, criterio y directriz es la “opción preferencial por los pobres”. Los partidos políticos tienen en ese principio un factor esencial para construir una propuesta política auténticamente creíble. Así pues, los partidos son llamados por la Iglesia a ser lugares donde todos, especialmente los pobres y marginados, puedan encontrar acogida a sus reclamos.

En el interior de los partidos políticos abundan los conflictos entre los miembros. Aunque en ocasiones el conflicto es muestra de la abundancia de liderazgo, sin embargo, muchas veces dificulta el que las agrupaciones políticas puedan funcionar bien. Por eso, es necesario que en los partidos exista una apertura hacia la reconciliación.

Cuando esta disposición no existe, las agrupaciones políticas terminan en rupturas. La reconciliación es el método que la Doctrina Social de la Iglesia ha propuesto a los partidos para que su subsistencia sea viable.

Usualmente se quiere oponer la Iglesia a la política y a la sociedad civil. Sin embargo, desde el juego de la democracia, la Iglesia es legítimamente un actor civil y, por lo tanto, tiene el derecho y el deber de la participación en la orientación partidista, la construcción del Estado y la sociedad.