Vie. Jul 26th, 2024

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Sembraste la palabra ?

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Hoy la Iglesia Católica nos presenta en el evangelio del Domingo XV del Tiempo Ordinario, la parábola del Sembrador.

Definición de la palabra «parábola»: «Narración breve y simbólica de la que se extrae una enseñanza moral.» Jesús les hablaba así a sus discípulos, no se los decía «a la clara».  Una imagen habla más que mil palabras, entonces le dejaba en su corazón una «imagen» que recordaran y que pudieran enseñar más fácil.  Les aclaró que el «entender» lo que las parábolas significaban era un «misterio» recibido. Los «elegidos» reciben ese don directamente del Maestro.

Hoy que usamos la palabra multimedia, estamos invitados a seguir sembrando también por esta vía virtual y digital este mensaje.

En este caso la parábola de hoy está relacionada con algo que para nosotros es vital y que cualquiera puede entender.

La alimentación humana es de vital trascendencia. Sin alimentarnos moriríamos en pocos días. El Creador al principio crea diversas especies que nos sirven de alimento, «Dijo Dios: «Ved que os he dado toda hierba de semilla que existe sobre la haz de toda la tierra, así como todo árbol que lleva fruto de semilla; para vosotros será de alimento.» (Gn 1,29)  y al ser humano le da la orden de: «lábrenlo y cuídenlo» (Gn 2,15)

La vida de las especies dependen de su alimentación y al ser humano lo hace depender del alimento que labrase para sobrevivir. Es un proceso natural en qué, una semilla que cae en tierra, germina, genera un nuevo árbol y luego da fruto, que contiene semillas para así seguir produciendo el alimento. Sin la energía que producen los alimentos no seríamos capaces de sobrevivir.

Las sagradas escrituras están llenas de simbología de la palabra sembrar, cosechar, semilla, germinar. Es símbolo del proceso que Dios quiere con nuestras vidas.

La palabra sembrar viene del latín: seminare, que también tiene la palabra seminario. La evolución fonética de seminare a sembrar, es similar a la de homine (hombre) y faminen (hambre)

Que una semilla se convierta en árbol, es un proceso que no depende de nosotros, dependerá de muchos factores y de si la semilla encuentra tierra buena, agua y luz necesaria para que germine. Muchas veces la tierra no será la adecuada, o no tendrá la suficiente agua, o competirá con otras especies que la sofocan.

El Sembrador suele analizar donde va a sembrar, a menos que le deje ese trabajo a la naturaleza, porque él definitivamente no tiene quizá el poder de cambiar como la semilla actúa en el terreno. En el evangelio de hoy el sembrador sale a sembrar sin mirar mucho donde tira la semilla, él apuesta a que germine, no pierde tiempo en mirar el terreno, su orden era clara: «siembra, siembra».

En Mc 4,14 expresa claramente: «El sembrador siembra la Palabra

La palabra humana define y conecta con el exterior lo que el ser humano lleva dentro, sus pensamientos y sentimientos, lo que lo define es lo que dice. Al expresarla los demás sabrán lo que lleva dentro. El Señor hoy compara la semilla con la palabra. Ambas se siembran y ambas deben dar frutos al cosecharse. Muchas veces unos siembran y otros cosechan.

Lc 8,5 dice que «Salió un sembrador a sembrar su simiente«. La palabra simiente proviene del griego y hace referencia a la idea de semilla, semen, todo lo que tiene que ver con aquello que da vida y que es el germen de donde todo parte. Desde el principio es también símbolo de la vida engendrada por el ser humano.

Dios nos llama a proclamar su simiente. Esta semilla hará que germinen posiblemente «muchos frutos». El sembrador comenzó su día haciendo su vocación: «sembrar». No se detuvo a mirar el suelo, caminaba y sembraba. Terminó su jornada y entregó su saco vacío de semillas, todas fueron depositadas. Le pidieron a lo mejor cuentas de lo que hizo y al analizar se dieron cuenta, de que no todas habían dado fruto, pero él cumplió su cometido, sembró.

Nos preocupamos muchas veces por nuestra misión de sembrar la palabra de Dios, la simiente del verbo. A nosotros nos manda el Señor a sembrar su simiente sin mirar donde cae. Eso dependerá del tipo de corazón que tenga donde cae la semilla. El evangelio nos aclara los tipos de terreno.

Si el sembrador hubiera mirado para atrás, se desmotivara, pensara al final, viendo que de los lugares a los que fue a sembrar, solo uno de ellos dio frutos y no todos al 100%. Pero él terminó su día cumpliendo su misión: sembrar. 

Es a lo que nos invita hoy el Señor. Sembremos la palabra de Dios. Él nos manda a sembrar sin mirar para atrás. Cada quien tiene su terreno, su historia y el Señor trabajará con cada quien.

Si la semilla no germina que no sea por falta de sembradores. El Señor nos manda con un imperativo: «vayan por todo el mundo…» al final de nuestra jornada, que podamos mostrar nuestro saco vacío. Que hayamos dado toda la semilla que Dios nos entregó para sembrar. Si se quedan en el saco se pudren.

José de Egipto tuvo que llevar a cabo una gran misión, construir «graneros» en medio de una enorme sequía de 7 años y guardar semillas para el mundo entero. Primero sembró adecuadamente y con el criterio de guardar provisiones, alertado por el Señor en sueños. José de Nazareth preparó el granero de la nueva semilla que alimentará el mundo entero: Cristo.

Como le dijo Jesús a la samaritana en Jn 4,36: «el segador recibe el salario, y recoge fruto para vida eterna, de modo que el sembrador se alegra igual que el segador«.

Hoy tenemos más recursos de como hacer llegar la semilla, tenemos el reto de hacerlas llegar por cualquier vía, hay que ir por el mundo real y el mundo virtual sembrando el mismo mensaje del evangelio de Jesucristo, que es el mismo ayer, hoy y siempre. Gracias Señor por confiarnos sembrar tu simiente, tu semilla, tu palabra.