¡Qué estornudo!
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¿Cuántas veces ha usted estornudado en la vida? No es fácil calcularlo. Pero los estornudos más escandalosos son los que se producen en un acto público, mientras más formal el acto peor, especialmente si es el mismo conferenciante el que tiene lo más disimuladamente que contenerse cuando vienen esos exabruptos ante el primer Pungido, una tosecita nerviosa parece hacerse cargo de la situación lo que exige de inmediato la acción de los concurrentes: empiezan a aparecer vasitos de agua, envases plásticos y tasitas de las más variadas reputación.
El estornudo es una expresión fisiológica que arruina el ambiente social y pone a prueba al más paciente personaje sea de cualquier rama: político, religioso, comunicador.
Lo malo es que nadie tiene control absoluto de esa situación que dejan a cualquiera avergonzado. Peor si uno es el protagonista de esa tan conflictiva situación.
A ese fenómeno se le ha añadido un ingrediente de salud que ha llevado a un nerviosismo justificable y ha puesto a las autoridades a tomar medidas que representan gastos cuantiosos en lo que a la protección de la salud se refiere.
No es extraño que se arme un “juidero” ante un inesperado estornudo, pues nadie quiere verse salpicado con la corriente dañina de la situación incómoda que estamos viviendo, de ahí la insistencia en el uso de las mascarillas como una forma de aguantar el furor amenazante de la pandemia.
Ante este hecho que a todos nos ha dejado con la boca abierta, estoy proponiendo, no sin malicia que la ONU declare el día mundial del estornudo de tal manera que tal vez podamos concentrar en un día lo efectos negativos de esta situación.
Alguno dirá: ¡Qué cosa más rara! Pero total, tantas otras estupideces han ocupado el tiempo de esos honorables señores y señoras que rinden esa labor legislativa a nivel mundial.
Para muestra basta un botón como es el caso del día mundial de la corbata y otras idioteces que han formado parte de los proyectos de esa venerable asamblea.
Naturalmente lo importante sería que además de purificarnos las manos, la cara, la ropa limpiáramos sobre todo el corazón y para eso no hace falta gastar dinero del presupuesto nacional.