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Los Santos Arcángeles. San Miguel, San Gabriel y San Rafael.

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San Miguel: Príncipe de los ángeles, y entre éstos, «uno de los príncipes supremos» (Dan 10,13). Pertenece, en la organización jerárquica del mundo angélico, a la tríada formada junto con Gabriel y Rafael. Aparece citado cuatro veces en la Biblia: Dan 10,13-21 y Apc 12,7.

Protector especial del pueblo judío (Dan 10,13), su nombre, Miká’él (¿quién como Dios?), designa al abanderado de Dios en la lucha inicial contra los ángeles rebeldes, inmediata a la creación, y después, de modo permanente, contra los espíritus malignos que pretenden vengar su caída seduciendo al hombre, para impedir su amistad con Dios.

A San Miguel lo nombre tres veces la S. Biblia. Primero en el capítulo 12 del libro de Daniel a donde se dice: “Al final de los tiempos aparecerá Miguel, al gran Príncipe que defiende a los hijos del pueblo de Dios. Y entonces los muertos resucitarán. Los que hicieron el bien, para la Vida Eterna, y los que hicieron el mal, para el horror eterno”.

En el capítulo 12 del Libro del Apocalipsis se cuenta lo siguiente: “Hubo una gran batalla en el cielo. Miguel y sus ángeles combatieron contra Satanás y los suyos, que fueron derrotados, y no hubo lugar para ellos en el cielo, y fue arrojada la Serpiente antigua, el diablo, el seductor del mundo. Ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado a vosotros con gran furor, sabiendo que le queda poco tiempo”.

En la Carta de San Judas Tadeo se dice: “El Arcángel San Miguel cuando se le enfrentó al diablo le dijo: ‘Que te castigue el Señor’”. Por eso a San Miguel lo pintan atacando a la serpiente infernal.

La Iglesia Católica ha tenido siempre una gran devoción al Arcángel San Miguel, especialmente para pedirle que nos libre de los ataques del demonio y de los espíritus infernales. Y él cuando lo invocamos llega a defendernos, con el gran poder que Dios le ha concedido. Muchos creen él sea el jefe de los ejércitos celestiales.

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San Gabriel: Arcángel que anunció el misterio de la Encarnación; por este hecho es principalmente venerado. En hebreo Gabri’él (Lc 1,26 ss.) «hombre o varón de Dios», «Dios se ha mostrado fuerte», «fortaleza de Dios» o «Dios fuerte» (Apc 13,1.21; 21,9). En los papiros de Elefantina, significa «hombre», equivalente a «hombre de Dios».

Gabriel en la enseñanza bíblica. Está vinculado a los mensajes mesiánicos y su presencia anuncia la plenitud de los tiempos. Se presenta como ejecutor de la voluntad de Dios; como anunciador de los tiempos mesiánicos a partir de Is 57,2; como el ángel de la consolación, en tanto que Miguel es el ángel del juicio (Mal 3,1; 4,1), Uriel, el ángel del mundo y del tártaro (2 Pet 2,4), y Rafael, el ángel de la salud.

Al ser Gabriel «héroe de Dios», «gran poder» o «gran fuerza de Yahwéh» (Apc 10,1; 20,1), se le pueden aplicar lo que los textos dicen sobre el «ángel del juicio del Señor» y la piedad judía tendió a atribuirle hechos como la destrucción de Sodoma y Gomorra (Gen cap. 18,19); el castigo del pueblo por el becerro de oro que Aarón les había hecho (Ex 32); la destrucción del ejército de Senaquerib; haber sepultado a Moisés (Dt 34,5; Ids 9); el marcar con una señal las puertas de las casas de los escogidos antes de la salida de Egipto cuando iba a pasar el ángel del castigo; el atacar con la peste a los súbditos del rey David (2 Sam 24,16); el atar a Abaddón, uno de los jefes de los demonios y príncipes del abismo o rey de las langostas infernales (Apc 9,1-21; Le 11,14 ss.).

En el libro de Daniel se dice explícitamente que es Gabriel quien explica al profeta la visión del carnero y el macho cabrío (Dan 8,16 ss.) y en 9,21 ss. aclara el significado de las 70 semanas de jeremías; el profeta ve su naturaleza angélica y espiritual y su gran ligereza: «Volaba rápidamente» (Dan 9,21). En el cap. 10, lo alude sin nombrarlo; como en Mt 1,20: Le 1,11-19.

Gabriel aparece como instructor de oráculos divinos y sería el ángel que anuncia el nacimiento de Sansón. En los libros del N. T. Gabriel está asociado a los últimos tiempos; se coloca a la derecha del altar de los inciensos junto al candelabro de los siete brazos y anuncia a Zacarías el nacimiento del Bautista, precursor del Mesías: «Yo soy Gabriel, que asisto delante de Dios». En Le 1,26 ss., el evangelista indica su nombre cuando anuncia a María el nacimiento de Jesús. En Mt 28,1-8, cuando el Señor resucitó de entre los muertos aparece un ángel que por su gran poder recuerda a Dan 10,5. «Y vino un gran terremoto, pues el ángel del Señor bajó del cielo y removió la piedra del sepulcro y se sentó en ella. Era su aspecto como relámpago y su vestidura blanca como la nieve. De miedo de él temblaron los guardas y se quedaron como muertos».

En el libro del Apocalipsis hay dos alusiones a Gabriel: el episodio del librito que encierra los misterios del fin de los tiempos. Este poderoso ángel desciende a la tierra y con su gloria la ilumina. En Apc 14,6, tiene que anunciar un evangelio eterno. En Act 1,10, después de la ascensión del Señor se hacen visibles dos ángeles a los Apóstoles, que junto con los aparecidos en el sepulcro el día de la Resurrección, aunque no sean nombrados, evidentemente pertenecen a los siete que asisten ante el trono de Dios, y a veces se ha pensado en Gabriel así como respecto al ángel que se aparece a Cornelio el centurión y presenta las oraciones al Señor.

En el s. Ix aparece su nombre en la lista de los santos uniendo su fiesta a la de la Anunciación: se celebra en efecto el 24 de marzo. En 1921, Benedicto XV extiende esa fiesta a toda la Iglesia. En la reforma del calendario hecha por Paulo VI en 1969 se traslada al 29 de septiembre, uniéndola a la de S. Miguel y S. Rafael.

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San Rafael: Es el nombre propio de uno de los siete ángeles que están ante la presencia de Dios (Tob 12,15; Apc 21,9; 22,8). En hebreo Réja-el significa «Dios ha curado» o «medicina de Dios» (Hen 20,8). En la Sagrada Escritura el ángel Rafael aparece en el libro de Tobías; también lo mencionan abundantemente los apócrifos bíblicos, que lo llaman arcángel.

En la historia de Tobías el oficio de Rafael aparece con toda su magnitud y sencillez. Da su nombre: «Yo soy el Ángel Rafael, uno de los siete que asistimos delante del Señor». Manifiesta que su presencia en casa de Tobías ha sido por voluntad del Señor (Tob 12,18).

Declara su naturaleza espiritual: «parecía a la verdad que yo comía y bebía con vosotros, pero yo me sustento con un manjar invisible y una bebida que no puede ser vista de los hombres». Indica su oficio propio: «El Señor me envió a curarte a ti, y a liberar del demonio a Sara, esposa de tu hijo» (Tob 6,14). Se aparece a Tobías cuando éste debe viajar hasta Regues de Media y no tenía quien le acompañase ni conocía el camino: «Fuese en busca de uno, y se encontró con Rafael, que era un ángel», que le manifiesta ser «Azarías, hijo de Ananías, grande entre tus hermanos» (Tob 5,12). Azarías significa «Dios socorre», y así es en efecto, Rafael acude en ayuda de Tobías; Ananías significa «Dios da gracia».

Tobías baja a bañarse al río Tigris y sale un enorme pez a devorarlo (Tob 6,2), interviene Rafael y lo salva; entonces le ordena atrapar al pez, que luego comen, indicándole que le extraiga el corazón, el hígado y la hiel para utilizarlos como medicina. Le elige a Sara, mujer bella y discreta, por esposa, siendo única heredera (Tob 6,9 ss.). Un demonio llamado Asmodeo impedía que Sara consumase su matrimonio matando a los maridos la noche de bodas. Rafael aconseja a Ragüel que no niegue la mano de su hija a Tobías (Ragüel temía que el demonio lo matase como había matado a los siete maridos), pues «Saya ha sido elegida por Dios para esposa de Tobías» (Tob 7,12 ss.).

Sobre la palabra del ángel, Tobías tomó el hígado y el corazón del pez y lo puso sobre las brasas de los perfumes la noche de bodas, venciendo así al demonio (Tob 8,2). La hiel sirvió para untar los ojos de quien tuviera cataratas, cosa que de regreso al hogar hace Tobías, curando así la ceguera de su padre.

La tradición identificaa Rafael con el ángel que el Señor enviaba periódicamente a remover las aguas de la piscina de Betseda (casa de la misericordia; cfr. lo 5,2 ss.; en el himno litúrgico del arcángel Rafael se canta una fórmula que fue extraída de la tradición y que se refiere a este mismo hecho).

En Occidente se encuentran diversos testimonios del culto tributado a los tres ángeles, Miguel, Gabriel y Rafael, sobre todo en inscripciones funerarias, ya que se consideraba que Dios encomendaba a los ángeles la custodia de las tumbas de los fieles.

Rafael («medicina de Dios») es invocado en las enfermedades del alma y del cuerpo. Es el patrono de los farmacéuticos. Por haber sido guía de Tobías, es patrono en los viajes por tierra y mar. Ha sido también considerado protector de los jóvenes que dejan por primera vez su casa. Es patrono de la ciudad de Córdoba, donde se venera, entre otras imágenes del arcángel, una estatua dorada sobre una columna, obra del escultor francés IVI. Verdiguier (a. 1765).

Nota sobre Los Sietes Arcángeles: 

La Sagrada Escritura menciona sólo tres: Miguel, Gabriel y Rafael. La palabra arcángel aparece en la literatura posbíblica. Los nombres de los siete están en el apócrifo, en el libro de Henoc; donde también se indican sus oficios propios: «He aquí el nombre de los siete ángeles que velan: Uriel, el del mundo y del tártaro (cfr. 2 Pet 2,4); Rafael, el de las almas de los hombres (cfr. lo 5,4); Raguel, el que toma venganza del mundo de las luminarias; Miguel, destinado a los mejores de los hombres (Dan 12,1) y a la guardia del pueblo (Apc 12,7); Saraquiel, nombrado para los espíritus de los hijos de los hombres que pecan contra el Espíritu (Mt 12,31; Mc 3,29); Gabriel encargado del paraíso (Gen 3,24), de los dragones (Apc 20,1-2) y de los querubines (Ez 1,5 y 10,22); Remeiel, a quien Dios ha puesto frente a los resucitados».