“Arrendará la viña a otros…”
3 min readCardenal Nicolás De Jesús López Rodríguez
XXVII Domingo del Tiempo Ordinario
4 de octubre de 2020 – Ciclo A
a) Del libro del profeta Isaías 5, 1-7.
El profeta Isaías describe el cuidado amoroso de Dios por el pueblo escogido con la figura de un viñador que se ocupa su viña, imagen que también fue utilizada por otros profetas del Antiguo Testamento para referirse con frecuencia a Israel como Pueblo elegido.
Se contrastan dos tiempos: amor delicado y gratuito de Dios por su Pueblo, y obstinado desamor de este respecto de Dios y de los hermanos; cariño y fidelidad frente a desagradecimiento e infidelidad; cultivo esmerado frente a cosecha de uvas salvajes que no sirven para el vino. Es una llamada a la conversión para que Dios se manifieste.
b) De la carta del apóstol San Pablo a los Filipenses 4, 6-9.
San Pablo ofrece a los Filipenses una serie de consejos basados en su experiencia de vida y de las realidades espirituales que les esperan a los que invocan al Señor con confianza. Él se sintió cerca del Señor, lo que le inspiraba a transmitir a otros esa serenidad y confianza aún en los momentos más difíciles, consciente de que el Señor está cerca de los que lo invocan de corazón. Les invita en este pasaje a presentar sus oraciones al Señor sin preocupaciones ni aflicción, sino más bien, con acción de gracias, garantizándoles que la paz de Dios guardaría su corazón.
c) Del Evangelio de San Mateo 21,33-43.
En la parábola hay dos aspectos cumbres: la referencia cristológica, que es patente en dos detalles: El hijo del dueño es arrojado de la viña y muerto fuera de la misma por los malvados y avaros viñadores. La mención final de la piedra, primero rechazada y luego convertida en piedra angular del edificio, o del arco de bóveda, fue un pasaje del Antiguo Testamento (salmo 118, 22) preferido por la comunidad cristiana para referirse a Jesucristo, el Señor resucitado y glorificado (Hechos 4,11; 1 Pe. 2, 4-7). Y la proyección eclesial, es el segundo matiz con que San Mateo enriquece la enseñanza de la parábola.
Fiel a su objetivo catequético sobre el nuevo Pueblo de Dios que es la comunidad cristiana, enfatiza la misión de la Iglesia dentro del marco de la historia de la salvación: “Se les quitará a ustedes el reino de los cielos y se le dará a un pueblo que produzca sus frutos” (v. 43). De esta forma desplaza la atención de la imagen inicial de la viña hacia el Reino de Dios que es confiado a la Iglesia. La viña, que empezó representando a Israel, concluye significando tanto el nuevo Israel, la Iglesia, como el Reino de Dios. Así también los nuevos arrendatarios de la Viña no son exclusivamente sus jefes religiosos, sino el Pueblo como protagonista comunitario y fecundo en frutos.
La comunidad cristiana primitiva, en su reflexión posterior, entendió la parábola como una advertencia de Cristo para ella misma, como una invitación del Señor a dar frutos según Dios, puesto que se le ha confiado la viña, el Reino, para un servicio fiel y fecundo. Hay que superar la tentación de limitar su alcance para una aplicación correcta de la parábola de la viña. Es cierto que los primeros en aplicársela deben ser los responsables de la comunidad cristiana, pero sin olvidar que el compromiso de dar fruto es de cada uno de sus miembros del cuerpo eclesial. La viña tiene un dueño que es Dios y esa viña ha de estar abierta a todos los pueblos, en una palabra, a todos los hombres que con sinceridad buscan el bien y la verdad.
Fuente: Luis Alonso Schökel: La Biblia de Nuestro Pueblo.
B. Caballero: En las