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31 de enero de 1988: Últimos instantes de San Juan Bosco

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Las memorias Biográficas nos lo relatan de la siguiente forma: “Entraba en agonía (Don Bosco) a la una y tres cuartos.

Cuando vio Don Miguel Rúa que las cosas se precipitaban, se puso la estola y reanudó las preces de los agonizantes, que había iniciado dos horas antes. Se llamó en seguida a los demás Superiores.

Unos treinta sacerdotes, clérigos y coadjutores llenaron en seguida la habitación. Todos rezaban de rodillas. Llegó también monseñor Cagliero. Don Miguel Rúa le cedió la estola, se colocó a la derecha de Don Bosco y, acercándose al oído del amado Padre, le dijo, con voz sofocada por la pena: – Don Bosco, aquí estamos nosotros, sus hijos. Le pedimos perdón por los disgustos que ha tenido que sufrir por nuestra causa. En señal de perdón y de paternal benevolencia, denos, una vez más, su bendición. Yo conduciré su mano y pronunciaré la fórmula.

Todos inclinaron profundamente la cabeza. Don Miguel Rúa, sacando fuerzas de flaqueza, tomó la mano derecha ya paralizada y pronunció las palabras de la bendición sobre los salesianos presentes y ausentes, especialmente sobre los más lejanos.

A les tres de la madrugada llegó el telegrama del Vaticano con la bendición apostólica. A las cuatro y media tocaba al Ave María la campana de la iglesia de María Auxiliadora; todos recitaron el Ángelus en voz baja. Don Juan Bonetti susurró al oído de Don Bosco el Viva María de los días anteriores.

El estertor, que se dejaba oír hacía hora y media, cesó. La respiración se hizo tranquila y libre, pero fue cosa de pocos instantes. Acto seguido, murió. – Don Bosco se muere, exclamó Don Domingo Belmonte.

Los que por cansancio se encontraban sentados, se alzaron inmediatamente y acudieron junto a la cama. El moribundo emitió tres suspiros en breve intervalo. Don Bosco moría realmente.

Monseñor Cagliero, fijando en él los ojos, decía: – Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía… Don Miguel Rúa y los demás, formando una corona alrededor, agonizaban también de dolor con el Padre… ¡Don Bosco estaba muerto! Tenía 72 años y 47 de sacerdocio.

(M.B. , v.e. XVIII, 470)